Bastante se ha hablado ya sobre la imposición del ejercicio de la maternidad a la mujer. Ante un embarazo adolescente pocos preguntan por quién eyacula adentro de la jovencita y en cambio, en algo que ha evolucionado incluso al meme y el chiste fácil, los juicios sobre la que “abrió las piernas” llueven a cántaros.
Por Carmenza Zá // @Zacarmenza . Ilustración Raúl Orozco // @raeioul
A algunos incluso les parece sensato preguntar “¿dónde estaba la mamá -no el papá- de esa niña?” como si para meterlo y venirse no bastaran un par de minutos apenas o como si fuera necesaria la autorización firmada de los padres de familia.
A las madres solteras se les estigmatiza, señala e hipersexualiza: “Mujer con hijo, polvo fijo” se repite como mantra en el argot popular. No existen chistes o refranes que ridiculicen al abandonador porque ni siquiera se considera reprochable que nunca vea por el hijo engendrado.
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(Eso sí, aplaudimos como si fueran héroes a los padres que medianamente responden por sus obligaciones)
Cuando una mujer decide abortar aparecen los defensores del no nacido a preguntar que por qué no se cuidó y a señalar que quién la manda. Hay posibilidad de ser flexibles con el discurso “pro vida” en los casos de violación para demostrar que lo que se castiga siempre es la libertad sexual de la mujer; no es cierto que les importe el feto, lo urgente es recordarle a la embarazada que, salvo ella, todos tienen derecho a decidir sobre su vida.
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Llamamos revolución sexual a la posibilidad de que las mujeres nos embriagáramos con hormonas para poder tirar con la mitad de la tranquilidad mental con la que - libres de útero y con el permiso de abandonar- tiran ellos. Hormonas que tienen costos altísimos sobre la salud de las mujeres y que, además, hacen parte de una industria farmacéutica que comercializa con los cuerpos femeninos como con ningún otro.
El embarazo, la maternidad y la crianza se perpetúan sobre la vida de las mujeres como un destino tan violentado como inevitable y, sin embargo, parece haber una amnesia colectiva sobre el hecho de que un polvo heterosexual es el único camino para hacer efectivo ese destino.
Parece entonces que, pese a que la función reproductiva compete a hombres y mujeres, el único ámbito en el que es imprescindible la participación masculina es, bueno, en la parte divertida: el sexo. Ya sabemos que después de venirse, ellos tienen toda la licencia para irse.
Gabrielle Blair publicó un brillante texto sobre cómo el 100% de los embarazos no deseados son culpa de los hombres. Blair afirma que son ellos los que son fértiles 365 días al año y los que, aun así, deciden poner en riesgo a las mujeres (quitándose el condón, por ejemplo) a cambio de algunos minutos de un poquito más de placer sexual. No hay que olvidar que todo embarazo -deseado o no- fue primero un orgasmo masculino.
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Mientras tanto, según Blair, “el orgasmo de una mujer no tiene nada que ver con embarazos o fertilidad -su clítoris existe únicamente para el placer, no para crear nuevos humanos. Sin importar cuántos orgasmos tenga ella, ninguno puede embarazarla”
Tal vez si las mujeres renunciáramos a (o al menos disminuyéramos la participación de) los hombres en la actividad sexual, tal como ellos han renunciado a las actividades de cuidado y paternidad, podamos de verdad preguntarnos por todo aquello que evita que las mujeres vivamos nuestra sexualidad como algo verdaderamente recíproco y placentero.
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Con seguridad, ante la amenaza de no tener sexo con hombres hasta que la maternidad y la crianza dejen de ser un asunto que nada más compete a la mujer, ellos decidan ponerse un condón, hacerse la vasectomía o asumir la paternidad con responsabilidad.
O, tal vez, incursionar en el sexo lésbico sea mucho mejor que todo lo que conocemos hasta entonces y el embarazo deje por fin de ser una preocupación para todas nosotras... mientras somos felices teniendo muchos orgasmos que no embarazan a nadie. No sé, habrá que probarlo.