En el primer día del festival, leyendas del metal como Masacre, Dark Tranquillity y Dark Funeral reivindicaron el odio, ese sentimiento plagado de estigmas.
Por: William Martínez.
Hay una verdad de a puño sobre el odio: por más de que intentemos ignorar nuestra rabia hacia una parte del mundo, el sentimiento siempre se impone. Embiste como toro contra capa. Taladra con la disciplina de los traumas. “El odio no se quita con el tormento, ni se expía por el martirio, ni se borra con sangre derramada”, escribió el erudito español Isidoro de Sevilla hace tres siglos. Es cierto: una fuerza capaz de acabar con nuestra propia vida o con la vida de otros no se puede borrar, no se puede adormecer, sólo se puede encauzar. En el primer día Rock al Parque 2018, las bandas que encabezaron el cartel hicieron un llamado al odio. El odio como expresión catártica. El odio como combustible vital para separarnos de aquello que hemos amado previamente y nos ha decepcionado: una persona, un ideal, una ciudad, un país, uno mismo. La vida moderna.
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La primera banda en hablar del odio fue Masacre, el quinteto paisa de death metal que celebró sus 30 años de carrera tocando de principio a fin Reqviem (1991), un álbum primitivo y sucio con el que creció una generación de metaleros colombianos. Este disco, compuesto en el barrio Manrique de Medellín, denuncia el cerco de violencia que crearon en Colombia paramilitares, guerrilleros, carteles droga y el Estado a principios de los años noventa. En la tarima del Escenario Plaza de Rock al Parque, Alex Oquendo , vocalista, pedía al público cantar con odio. No era el concepto de odio que propusieron a modo de bandera política el Centro Democrático y el Partido Verde en las pasadas elecciones presidenciales. Alex Oquendo no hablaba de resentimiento ni de polarización. Hablaba del odio como un estado de alerta intelectual. El odio como lo planteaba Nietzsche: odiar es estar en contra del consenso grupal. Es rechazar la creencia de que las buenas decisiones provienen de las mayorías. Es poder disentir.
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Rock al Parque ha sido el saco de boxeo de miles de personas por años y también el lugar donde los parias encuentran respiro. Los suecos de Dark Tranquillity, que pisaron por primera vez las tablas del festival, reivindicaron esta idea. “Ustedes deben sentirse orgullosos por ser personas apasionadas, soñadoras y diferentes. Esta canción no es sobre ustedes. Esta canción va con odio para todo quienes los señalan”, dijo Mikael Stanne, el vocalista. Para Aristóteles, el odio tiene dos posibilidades: si lo liberamos, se convierte en ira purificadora; si lo retenemos, se convierte en dolor crónico que pudre el espíritu. Sacudir la cabeza y poguear y tararear canciones ininteligibles son formas de tolerar el fracaso de ser. Durante medio día, no somos esclavos del dolor. Nuestras vidas no giran en torno a un enemigo. Exteriorizar el rencor en vez de rumiarlo. Esa es la terapia que ofreció el metal en el primer día de Rock al Parque.
El cierre de la jornada estuvo a cargo de Dark Funeral, pilar sueco del black metal que cumple 25 años de carrera. Aquí es necesario abrir un paréntesis: es la primera vez en casi una década que dos agrupaciones de la escena metalera nórdica cierran Rock al Parque. Como se sabe, el festival había optado tradicionalmente por traer leyendas de la escena norteamericana, un par de agrupaciones sudamericanas y otro par polacas. Lo de Dark Funeral fue tan prolijo como perturbador. Y además dio cuenta de otra forma de encarnar el odio: el performance. Su vestuario (armaduras negras de metal), su maquillaje (rostros cubiertos en blanco y negro) y sus gestos (exhibir un crucifijo invertido) son la forma en que representan su repulsión a las religiones judeocristianas y su sed de crear culpa. Esa atmósfera oscura no se transformó nunca en violencia explícita, sino que fue un acto teatral para decir lo que no se podría decir sin música.
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El metal, ese lugar donde la lucha no es contra el odio.
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