El ciclo se vuelve a cumplir. Luego de la expectativa de saber a quién van a traer, de rumores e ilusiones fallidas, de críticas y elogios, una nueva edición de Rock al Parque se celebró en el Parque Simón Bolívar. Un poco de lo mismo combinado con gratas revelaciones, decepciones y cosas que siempre quedan por mejorar (¿hasta cuándo seguiremos viendo en tarimas algunos clichés y sobreactuaciones roqueras de siempre?). Esta es la programación oficial de Rock al Parque 2019, en su edición #25 en la ciudad de Bogotá, Colombia. En esta ocasión se llevará a cabo en el Parque Simón Bolívar los días 29 y 30 de junio y el 1 de julio. Fotos de: David Schwartz, Daniel Álvarez, Alejandra Mar, Jhon Paz, Brayan Garnica, Natalia Pedraza. 1. Es hora de destruir a los ídolos de siempre En esta edición de Rock al Parque no aparecieron ídolos ultra populares para llenar la Plaza, como pasó en ediciones anteriores con latinoamericanos clásicos como Molotov, Calamaro, Fito Páez o Café Tacvba. Al contrario, vimos en vivo nombres que, muy seguramente, la mayoría del público jamás había escuchado nombrar. Y ahora van directo al repertorio. Decía en una entrevista Jupiter Bokondji, líder de la banda congolesa Jupiter & Okwess, una de las novedades de este cartel, que “a las mentes occidentales les gusta destacar y crear iconos y tendencias. Pero mi única preocupación es la música”. En la misma dirección, aunque con un show más aparatoso, se puede interpretar lo que pasó con el colectivo ruso Pussy Riot, que tenía acá a una de sus caras visibles cantando mientras la otra hacía un show en Edimburgo. Hay que desmitificar la idea del ídolo y empezar a abrir los oídos a las cosas que no nos son familiares. 2. El mundo está acá, duélale a quien le duela Bandas de Japón, Suecia, Congo, Estados Unidos, Francia, Argentina, Chile, Brasil, Inglaterra, Alemania, España y México, hicieron parte del festival. Eso, más allá de ser un hecho anecdótico y convertirse en cifras alegres para la organización, es una saludable muestra de que el festival está reflejando lo que está pasando en el mundo, se está permitiendo contar otras historias y está incluyendo nuevos discursos. Si se mira el cartel con lupa y se rastrean los orígenes de los nombres que lo llenaron, se puede trazar una ruta de festivales hermanos con los que Rock al Parque está dialogando y se está retroalimentando. Esto, además de presentarle al público un amplio y diverso abanico de propuestas, que permite ir al festival a conocer y dejarse sorprender, también es la construcción de un puente entre la escena local y el resto del mundo convirtiendo a este evento en una catapulta para las bandas nacionales. 3. Traiga a la familia a Rock al Parque Del imaginario de que Rock al Parque es un festival salvaje, caníbal, satánico y peligroso, poco queda y si alguien lo tiene es porque en realidad jamás ha pisado los pastos del Parque Simón Bolívar en estos días. Desde hace un par de ediciones la organización también ha decidido prestarle más atención a aquello que pasa entre tarimas; eso que en últimas es lo que llena el término “festival”. La experiencia de Rock al Parque se ha vuelto más amigable desde sus sonidos (ya hay una gran cantidad de bandas que invitan al baile, románticas y hasta folclóricas) hasta su circulación: esto es las zonas de comidas parchadas, las activaciones comerciales, algunos juegos y la carpa de souvenirs y merchandising. Y como decía el vocalista de Suicide Silence tener un festival de estos, gratis, tres días para el público hay que conservarlo y agradecer pues no pasa en ningún país. 4. Al que NO madruga, Dios le ayuda Este año las jornadas de sábado y domingo arrancaron más tarde a comparación de ediciones anteriores (de 12:30 o 1, que era lo usual, a 3:30 pm). El cambio de horario ayudó a que los shows de apertura de cada tarima, que siempre sufren por público, tuvieran una mejor asistencia y no fueran los chivos sacrificados del festival. En cambio, los actos que abrieron la jornada del lunes, que empezó a la 1:30, no tuvieron la misma cantidad de público. El nuevo horario de arranque no solo fue bueno para las bandas, sino también cómodo para la organización y vimos en este 2018 un festival puntual y fluido. 5. Liniker hizo historia En años anteriores, Rock al Parque sacó la banderita de la inclusión y puso una tarima solo para mujeres. Esta vez, uno de los casos más promocionados fue el de la agrupación brasilera Liniker e os Caramelows, liderada por la primera mujer trans en el festival. Como representatividad y como elemento reivindicativo, desde luego, es destacable. La voz de Liniker y el virtuosismo musical de su banda con seguridad podían hablar por sí solos, sin necesidad de cosificar el discurso identitario y volverlo un objeto de consumo. Su show estuvo lleno de punketos y metaleros en actividad de receptividad absoluta de escuchar y descubrir. 6. El cartel metalero sigue siendo un regalo de lujo para los bogotanos Los sábados durante Rock al Parque han sido tradicionalmente dedicados al metal, y siempre ha sido la oportunidad para que los bogotanos puedan gozar, de manera totalmente gratuita, de agrupaciones de primer nivel en el mundo: 2017 con Lamb of God y Death Angel, 2016 con The Black Dahlia Murder, Sepultura, Aborted y Decapitated, 2015 con Behemoth y Nuclear Assault, etc. Este año los asistentes exploraron, a través de las bandas suecas Dark Tranquility y Dark Funeral, un capítulo crucial en la historia del género: la escena escandinava. Y, por si fuera poco, la celebración del aniversario de la banda colombiana Masacre también fue épica e histórica. 7. ¿Qué se traerá Rock al Parque 2019 cuando el festival cumpla 25 años? Veinticinco años para un festival no es poco, y menos para uno público y gratuito. Sobre todo su componente público pone a pensar sobre su razón de ser y sus alcances. ¿Para qué sirve y a quién le sirve Rock al Parque?;¿Deberá ser un cartel lleno de grandes y taquilleros nombres que rompan récords de asistencia y que dejen felices a los organizadores? ¿Cómo puede esta celebración ser de utilidad para las bandas nacionales emergentes y consolidadas? Rock al Parque ha sido sede de momentos históricos y emotivos en donde bandas como Masacre, Skullcandy, Polikarpa y sus Viciosas, La Pestilencia, entre otras, han ido a celebrar sus aniversarios pues finalmente se deben y le deben a Rock al Parque. El festival ha sido la memoria musical de una ciudad, el testigo de la evolución de cientos de problemas sociales y su resolución a través del arte. Eso debería ser cada vez más presente y convertirse en el espíritu del festival, sobre todo en una era de resistencia y posconflicto. Rock al Parque puede y debe ser el espejo de nuestra generación.
¡Gracias, gracias, gracias! Esa es la palabra que los más de 200.000 asistentes debemos darle a las personas que lograron que Rock Al Parque finalizara un año más con un éxito arrollador. Soportando el picante sol, los fuertes vientos y algunas lluvias leves, los colaboradores del festival dieron lo mejor de sí para que todo saliera como estaba planeado. Fotos: David Schawrz, Alejandra Mar, John Paz y Brayan Garnica En el escenario usualmente sólo vemos lucirse a los artistas, pero para que ellos puedan brillar y cautivar a la audiencia tienen de aliados a los integrantes de su crew, ingenieros de sonido, técnicos, algunos con jefes de prensa y asistentes. Por su parte, el festival debe contratar a un equipo de logística que se encarga de que en los tres escenarios todo marche como se espera. Esta edición fue, tal vez, una de las más organizadas y eso es en parte al cuerpo humano de logística. También están los ayudantes de las carpas de salud que ofrecen primeros auxilios para aquellos que por algún motivo resulten heridos, se desmayen o se deshidraten. A ellos los llamaremos “los salvavidas de Rock Al Parque. La experiencia de este festival va más allá del Parque Simón Bolívar, por eso el Canal Capital despliega un equipo de casi 100 personas para poder transmitir los shows por la señal de televisión y a través de internet. Ese equipo está compuesto por camarógrafos, operarios de móvil, asistentes de piso, editor, luminotécnico, presentadores, periodistas e ingenieros. Aplausos para el canal bogotano porque este año se la jugó y transmitió en vivo lo que ocurría en los tres escenarios, más una señal adicional en la que entrevistaban a los artistas del festival. La policía nacional también se merece una mención especial por mantener la calma del festival y dar un parte de seguridad a los asistentes. Contrario a años anteriores, la policía se portó a la altura sin que se presentara alguna batalla que se pudiera hacer viral en las redes sociales. Vea también: Guapos y guapas de Rock Al Parque 2018, Volumen 24
Pennywise cerró la edición número 24 de Rock al Parque. Otra jornada para la historia. Una de la que vamos a recordar que trajo a una aplanadora musical japonesa llamada Tokio Ska Paradise, que nos hizo cantar con Chico Trujillo, que puso a bailar al escenario Eco con la Chiva Gantiva y que nos regaló un funk estilero de la mano de la primera mujer trans en el festival Liniker. También porque, a pesar de las quejas por el cartel, como siempre, volvió a llenar la plaza. Y no hace falta buscar los comentarios póstumos, pues fue evidente: a la gente le pareció una chimba. (Vea también: Rock al Parque 2018: Lecciones para construir nuevos públicos) Acá las imágenes para el libro de los recuerdos Fotos por David Schwartz, Alejandra Mar, Daniel Álvarez, John Paz, Brayan Garnica y Natalia Pedraza.
Los fans de una banda, sea la que sea, van a verla en concierto y repiten las veces que sea necesario. Cada acto en vivo les puede cambiar la vida, les deja una historia diferente qué contar. Son fieles seguidores. Los fans de una banda, durante un show, cantan a grito herido las canciones, se las saben de memoria. Luego, ocasionalmente, también pueden hacer el oso con propiedad en un karaoke. Los fans de una banda clásica de punk rock que cumple 30 años como Pennywise, la encargada de cerrar la edición 24 de Rock al Parque, por ejemplo, además de cantar sus canciones también pueden sudar hasta la última gota y romperse la cara en un pogo. Pero del desconocimiento al fanatismo leal y rabioso hay un camino largo y con mucha tela de donde cortar. ¿Qué hace que a alguien lo pique el bicho del gusto y se vuelva fan? ¿En qué momento se prende o se apaga ese interruptor que hace que un oyente desprevenido quiera darle play a una canción una y otra vez, comprar mercancía de la banda, pagarle una entrada y confesarse como seguidor? En un espacio como Rock al Parque, que por edición está poniendo a tocar a unas 60 bandas, y que con sus más de dos décadas encima se ha consolidado como un evento transgeneracional, es muy común que llegue el momento en el que la gente cuando escuche el cartel piense que la dejó el bus, que se acabaron las bandas que conocía, que se hizo vieja. También es sabido en el festival que cuando salga el line-up, venga quien venga, habrá gente criticando el “paupérrimo” nivel de los invitados. O incluso que los asistentes a una de las tres tarimas, experimenten una especie de urticaria auditiva cuando oyen el eco de lo que suena en la otra. Solo hay que ojear Twitter o quitarse los tapones de los oídos para escuchar a la gente comentando cosas del tipo: “Esa música de locos del sábado”, “Ese ritmo aburrido y cliché de la tarima de al lado”, “Eso no es rock, es pop”. Sin embargo, va uno a ver, y también hay fans, cantando a grito herido, bailando y pogueando. Desde luego, ni antropólogos ni musicólogos ni críticos musicales han logrado explicarnos de forma contundente cómo es que se forma eso que llamamos “el gusto”, del que lo único que se dice sin miedo a meter la pata es una frase que puede ser mamá de los clichés del gusto: que es subjetivo, que “al que le gusta, le sabe”. Pero si hay algo que le deja como lección a uno ir a Rock al Parque año tras año, sobre todo en estas últimas ediciones donde ya no están los llena plazas (Calamaro-Molotov-Manu Chao-Fito Páez-Café Tacvba,etc.) que todos quieren ver siempre, es que las subjetividades también se construyen, o, en otras palabras, que el gusto se puede formar, que se aprende y que desde allí se pueden crear nuevos públicos. ¿Cómo hace un festival como Rock al Parque para gestionar el recambio de las bandas que nos gustan? Una posible explicación tiene que ver con lo que el crítico musical Carl Wilson atribuye a la distinción. Wilson, a quien todo parece indicar que se le apareció en el chocolate el sociólogo francés Pierre Bourdieu y le permitió darle sustento teórico a su famoso libro Música de mierda. Un ensayo romántico sobre el buen gusto, el clasismo y los prejuicios en el pop, vinculó al mundo de la música popular un tema que la antropología ya había identificado entre ciertas grupos indígenas: que lo que elegimos que nos gusta, es decir, el gusto propio, -o mejor: el “buen” gusto-, en contraposición al gusto del otro, –el “mal” gusto-, es el sostén de la identidad y la posición social, es el elemento clave para distinguirse del otro. Solo así se explica cómo, por ejemplo, el domingo después del tan esperado y convulsionado show de las Pussy Riot en el escenario Eco de Rock al Parque, unos, al ver cómo un nombre tan familiar por sus movidas de protesta proponía un espectáculo con tantas consignas pero con tan poca musicalidad o teatralidad, se quejaban y huían indignados de la tarima; mientras los otros, tratando de darle un sentido más profundo a la actuación, las defendían por internet apelando a un conocimiento trascendental de su mensaje, hilando conceptualizaciones pasadas de posmodernismo, pero tan válidas como el desprecio de los otros (la más interesante, a mi modo de ver, es que al ser las Pussy Riot un colectivo sin rostro que el mismo fin de semana puede tocar en Edimburgo y en Bogotá, sin importar quién sea la que esté parada en la tarima, están cuestionando la figura del ídolo único, privilegiando por encima el mensaje. Así para los que incluso comulgando con su discurso y conociendo su más reciente faceta electrónica, su performance nos haya sonado como un videojuego descompuesto). Pero volviendo al tema del gusto, es ese conocimiento previo, esa placentera y poco confesada sensación de superioridad que nos provoca saber o apreciar algo más de una banda la marca de la distinción, lo que funciona como elemento de orgullo identitario. La mayoría de actos que uno ve en Rock al Parque están emparentados con un discurso que poco tiene que ver con el ritmo; apelan a una actitud que le permite a la gente posicionarse a sí misma frente a lo de afuera (e, incluso, dentro del nicho de “lo alternativo” que allí se reúne; por eso así se piense que lo de hoy es el omnivorismo musical, es bien evidente como hay días de festival que van unos y no los otros). Al fin y al cabo, pasa muy a menudo que el mensaje es el mismo pero en un paquete diferente. En esta tercera jornada de Rock al Parque, por ejemplo, en la tarima Eco, la más pequeña, los colombianos de La Chiva Gantiva tocaban canciones de tropicalismo psicodélico y decían entre tema y tema cosas como “somos libres, vinimos al mundo en bola”; y más tarde Pennywise, con 70.000 personas viéndolos en el escenario Plaza, alternaba su explosivo punk rock con gritos de “somos libres”, “tenemos nuestro propio ‘fuckin’ estilo de vida” o hacían el cover de un track panfletario y fácilmente reconocible de los Beastie Boys Fight for your right. En las últimas ediciones de Rock al Parque, el mensaje que se ha utilizado como gancho para incluir bandas nuevas, y traer público sin necesidad de apelar a la familiaridad y a la tradición de las agrupaciones de la vieja guardia, es la banderita del multiculturalismo. Prueba de ello son las visitas de los congoleses Jupiter & Okwess, la promoción de Liniker e os Caramelows como la banda de la primera mujer trans en el festival o la inclusión de las rusas Pussy Riot como activistas. Es una forma muy evidente de consumir la identidad del otro para formar la propia. La no-familiaridad con los nombres o con las canciones se ha venido remplazando por la familiaridad discursiva. Y (casi) siempre termina uno por llevarse buenas sorpresas con la música. Pasó por ejemplo con una de las bandas que más kilómetros recorrió para llegar a Rock al Parque, los japoneses de la Tokio Ska Paradise, que, hablando de familiaridad, también tocaron el cover de un clásico latinoamericano que escuchamos hace nada más dos años en Rock al Parque: Eres, de Café Tacvuba. Puede uno pensar que es dejar la música en un segundo plano, pero en cuestiones de gusto siempre ha sido así y, por donde uno lo mire, no hay posibilidad objetiva de hacer un juicio estético para justificar porque lo de un lado o lo de otra edición era mejor que lo que suena ahora. Cuando exista la posibilidad de ver de nuevo en el país a bandas como Jupiter & Okwess, Liniker e os Caramelows o la Tokio Ska Paradise Orchestra, es muy probable que ya no llenen escenarios por ser una curiosidad lejana, sino porque ya van a tener fans.
Contrario a lo que muchos piensan, el ambiente de Rock al Parque está lleno de buenas vibras. Contadas son las malas historias de los asistentes, las personas son amables, se bailan cada propuesta que aparece en los escenarios y disfruta la música en vivo como en pocos festivales. Si usted no ha asistido al festival, no dude en ir el próximo año y esperamos esta galería le quite de la mente cualquier prejuicio que pueda tener con respecto a las personas que van al evento gratuito más grande de Colombia. Fotos de: David Schwartz, Daniel Álvarez, Alejandra Mar, Jhon Paz, Brayan Garnica, Natalia Pedraza. Nos recorrimos cada rincón del Parque Simón Bolívar para buscar a la más buena onda del festival, que regalaron en cada momento una sonrisa y una actitud llena de la mejor vibra. Estos son los más estileros que no necesitan de un filtro de Instagram para verse divinos. Recomendado: ¿Por qué le dieron tanto palo (innecesario) a las Pussy Riot?
Estamos seguros que el escenario plaza es la casa del pogo, donde se arman los círculos de patadas más violentos y donde la gente se reúne a darlo todo. Sí, todo. Porque el que no poguea no vino a Rock al Parque, el que no poguea no hizo catarsis, el que no poguea no sabe lo que es bueno. Nos dimos la tarea de meternos al corazón del pogo, a retratar las almas que estaban dejando todos los demonios ahí, los que estaban bailando al son del punk y los que se estaban sollando cada nota musical que salía de la tarima. Y por son nuevos en esto, el pogo tiene sus inicios en el punk, y su invención se atribuye a Sid Vicious, bajista de Sex Pistols, durante un concierto de la banda, antes de formar parte de la misma. Al parecer en dicho concierto no había escenario, la banda tocaba al mismo nivel que el público, y como no podía ver nada empezaba a saltar para ver a la banda, y empujaba bruscamente (dando golpes) a los integrantes del Bromley Contingent (grupo de jóvenes que asistía a todos los recitales de Sex Pistols en los comienzos de la banda), a quienes odiaba y siempre estaban adelante. Así las cosas les dejamos las imágenes más tremendas desde el corazón del pogo. (Nuestros fotógrafos: David Schawrz, Daniel Álvarez, John Paz, Alejandra Mar, Brayan Garnica y Natalia Pedraza).
Rock al parque es un espacio en el que millones de fans se reúnen no solo para ver a sus artistas favoritos, sino para hacer verdaderas declaraciones de moda. Este año creamos la guía definitiva de estilo en Rock al parque con todas las letras del abecedario, en un afán de reunir todos esos elementos que siempre están presentes en la moda del festival. Fotos: Brayan Garnica // Alejandra Mar. Actitud El elemento clave en cualquier atuendo “rockalparquero”. Nada tan importante en una pinta como la confianza y actitud de quien la usa. Sin duda, algo que les sobra a muchos asistentes de Rock al parque. Bandana La palabra bandana viene del sánscrito badhnáti, que significa “amarrar”. La vimos desde los 20 y los 30 como accesorio clave de mineros y otros trabajadores. Músicos como Axel Rose o Tupac la incluyeron dentro de su indumentaria y miles de fans la tienen como un accesorio focal en sus atuendos. Cuero El material por excelencia de los metaleros. Si bien casi todas las bandas rockeras han tenido prendas de cuero, uno de sus referentes clave es Rob Halford, de Judas Priest, quien se inspiró en la cultura “leather”, famosa en Estados Unidos. Hoy no puede faltar al menos un accesorio de cuero en el clóset de cualquier fan del metal. Dénim El dénim nació en la segunda mitad del siglo XIX como ropa de trabajo. Hoy sin duda es uno de los materiales más usados del mundo. Chaquetas, pantalones, camisas, chalecos, entre otros accesorios de dénim nunca faltan ni en Rock al parque ni en nuestros clósets. Escocés La tela escocesa o “tartan” ha sido preferida por los punkeros desde sus inicios. Durante la historia británica, fue símbolo de nobleza y aristocracia, pero los punks le dieron un nuevo significado: el de rebeldía y desafío a la autoridad. Frío Aunque Rock al parque 2018 nos sorprendió con buena parte de sus días soleados, el frío nunca falta en el festival. Es por eso que sus asistentes siempre van preparados con buenas chaquetas y varias capas de prendas: el clima bogotano no perdona, en especial por las noches. Gafas Un accesorio clave para cualquier festival. Hay antecedentes de gafas desde la antigua Roma, pero su comercialización masiva arrancó a finales de los 20. Las gafas para los pilotos tuvieron un papel fundamental durante la Segunda Guerra Mundial y después de ésta ganaron gran popularidad. "Hágalo usted mismo" Hippies y punks nos inspiraron a intervenir y modificar nuestras prendas y con ellos nació la cultura del “Hágalo usted mismo”, que sigue vigente hoy. Miles de asistentes a rock al parque lo demuestran con sus prendas intervenidas y personalizadas con pintura, pines y parches. Ídolos Muchos de los asistentes de Rock al parque tienen a sus ídolos como inspiración para su vestuario. Principalmente en la adolescencia, los seguimos a todas partes y suelen convertirse en los primeros referentes de nuestro estilo. Jabón Rey Este jabón ya forma parte de la idiosincrasia colombiana. Además de sus usos para limpiar la casa, los punkeros se lo han apropiado para que sus crestas queden perfectamente bien paradas y llamativas en Rock al parque. Aunque claro, otros prefieren productos diseñados especialmente para el pelo. Kiss Una de las bandas más icónicas del rock también dejó su huella en la moda. Las camisetas de esta banda son algunas de las más populares de Rock al parque y su merchadising es uno de los más reocnocidos dentro de la moda. Leñadora La camisa leñadora se ha convertido en una prenda clave en el clóset de hombres y mujeres por su comodidad y versatilidad. Con el estilo hipster de finales de los 2000 se impuso, aunque fue objeto de deseo desde los 90 gracias a Kurt Cobain y todo el grunge. Mallas Otro material muy elegido por los fans del metal, principalmente las mujeres. Las prendas de malla son la combinación perfecta de sensualidad y agresividad y con elementos de fetiche. Fue muy popular en el glam metal ochentero. Negro El color favorito del rock n roll. Es el más frecuente en el primer día del rock al parque en el que predomina el metal. Sin embargo, es uno de los colores favoritos de muchos al ser favorecedor y my apropiado a la vez. Ñoños Los fans de Rock al parque son ñoños, pero ojo: no lo decimos con una connotación negativa. A ellos les encanta investigar cada detalle de sus artistas preferidos y, naturalmente, evidenciarlo en su vestuario. Su fidelidad por los artistas es admirable. Opinión En Rock al parque, la moda no es simplemente para verse bien o estar cómodo. Es también un vehículo para manifestarse y dar declaraciones sobre el mundo, sin tener que decir una sola palabra. Pelo El pelo forma parte fundamental de nuestra imagen y a menudo es una herramienta de expresión. Desde las crestas del punk hasta las largas melenas metaleras, las rastas, los rapados y mechones pintados, el pelo a menudo es un lienzo para hacer declaraciones personales y sociales. ¿Qué? A veces no entendemos algunas decisiones de vestuario de los asistentes a Rock al parque. Lo cierto es que nunca pasan inadvertidas y nos hacen reflexionar sobre nuestro estilo y sobre las posibilidades comunicativas de la moda. Rotos A finales de los 80 y principios de los 90, los jeans rotos (intencionalmente) se volvieron objeto de deseo. Hoy con la nostalgia noventera, esta tendencia regresó con rotos en todos los tamaños y formas. Sombras Aunque no a muchos hombres les gusta usar maquillaje cotidianamente, éste ha sido clave para músicos de varios géneros como parte de su performance. Naturalmente, varios fans han seguido sus pasos y los ojos oscuros ya son el complemento infaltable de u natuendo rockero. Tatuajes Aunque los tatuajes han existido en varias culturas indígenas, durante el siglo XX ganaron popularidad con el rock n roll, al convertirse en símbolo de rebeldía y contracultura. Hoy en Rock al parque, es posible ver todo tipo de tatuajes y modificaciones corporales y cada vez van perdiendo más su estigma negativo. Utilitario Esta palabra hace referencia a dar prioridad a lo útil y lo funcional. Si bien algunos asistentes a rock al parque prefieren lo práctico, otros se inclinan por atuendos más elaborados (y no tan cómodos). Todo sea por el estilo. Vintage Lo clásico es algo que fascina a los fans de Rock al parque. Prendas y logos alusivos a otras décadas siempre están presentes entre los fans. Este año, vimos muchas prendas de bandas como Misfits, Nirvana y Guns n' Roses. “Warrior” Lo más práctico para Rock al parque siempre serán las prendas y combinaciones cómodas para bailar y saltar sin parar y que se adapten a todos los climas. "X" En Bogotá a menudo se usa la expresión X cuando algo nos parece intrascendente. Sin embargo, si hay algo que caracteriza a Rock al parque es su capacidad de sorprendernos con el estilo personal tan distintivo y original de cada uno de sus asistentes. Yuxtaposición La combinación inusual de estampados, texturas y materiales es frecuente en Rock al parque. Sus asistentes se caracterizan por combinaciones arriesgadas en las que prima la creatividad y la individualidad. Zapatos En Rock al parque, lo ideal es elegir zapatos que además de cómodos sean resistentes y claro, "estiludos". Algunos de los más populares son las botas Dr. Martens o los vans: 2 ejemplos de zapatos con mucho ADN rockero.
El colombiano David Alonso (CFMoto) ha hecho historia al conseguir su duodécima victoria de la temporada, la quinta consecutiva, al vencer el Gran Premio de Tailandia de Moto3 en el circuito de Buriram.Alonso suma un total de 12 victorias a lo largo de la temporada, lo que le convierte en el único piloto en la historia del motociclismo en lograr tal cantidad de triunfos en una misma temporada en la categoría más pequeña del campeonato del mundo.Hasta la fecha, el italiano Valentino Rossi detentaba ese récord con once victorias, que igualó David Alonso en Australia para, una semana más tarde, batirlo y establecer un nuevo récord absoluto.La carrera de Moto3 sufrió alteraciones en su programación inicial como consecuencia de la lluvia, pues al no haber rodado en agua los pilotos de la categoría en ninguna sesión, esa situación provocó que se permitiese dar una serie de vueltas a los pilotos para comprobar sensaciones con el asfalto todavía mojado y, además, se recortó la distancia de carrera a escasamente 12 vueltas.Pero a la hora de la verdad prácticamente todos los pilotos salvo el británico Eddie O'Shea (Honda) decidieron salir con neumáticos de seco.Al apagarse el semáforo rojo, el australiano Joel Kelso (KTM), autor de la 'pole position' se puso al comando de la carrera, perseguido por el neerlandés Collin Veijer (Husqvarna), el español Ángel Piqueras (Honda), el japonés Taiyo Furusato (Honda) y el líder y vigente campeón, el colombiano David Alonso (CFMoto), que en apenas una vuelta ya lograron cierta ventaja respecto al resto del grupo principal.Ya en la segunda vuelta la iniciativa fue para Collin Veijer, que tiró con fuerza en ese quinteto inicial, al que intentaba 'engancharse' el español Adrián Fernández (Honda), sabedor que al quedar la carrera reducida a doce vuelta la más mínima distancia podría resultar insalvable, y tras su estela se llevó a Iván Ortolá (KTM), que lograron enlazar con ellos.Con Veijer como líder, el campeón en título David Alonso se comenzó a posicionar en cabeza del grupo cuando en la cuarta vuelta los comisarios de pista comenzaron a ondear la bandera blanca con aspa roja que avisaba de lluvia en algunas zonas de circuito.Esa cuarta vuelta ya tuvo a David Alonso como líder, aunque el australiano Joel Kelso le disputó la posición, como también poco después el japonés Taiyo Furusato, que fue quien pegó el tirón más fuerte, estirando el grupo considerablemente, algo de lo que se apercibió David Alonso, que intentó irse tras su estela para pelear por esa duodécima victoria que le daría el récord absoluto de triunfos en una temporada.Y tras David Alonso fueron el resto de pilotos del grupo de cabeza, mientras Furusato conseguía una ventaja superior a las seis décimas de segundo en cabeza de carrera.En la vuelta ocho David Alonso ya se había 'enganchado' al rebufo de la moto de Furusato, al que superó en la curva de entrada a la recta de meta, si bien el japonés se pegó al colombiano para no perder sus opciones de conseguir la primera victoria de su carrera deportiva.Alonso se mantuvo como líder mientras desde atrás Iván Ortolá fue superando rivales hasta colocarse tras el rebufo del colombiano, mientras que por detrás los dos pilotos del equipo Leopard Honda, los españoles Adrián Fernández y Ángel Piqueras. se iban por los suelos.Así se llegó a la última vuelta, en la que Iván Ortolá superó a David Alonso, pero este le devolvió el adelantamiento casi de inmediato camino de su quinta victoria consecutiva y la duodécima de la temporada, por delante del italiano Luca Lunetta y el neerlandés Collin Veijer, quien en la entrada a la recta de meta golpeó al japonés Taiyo Furusato, que acabó por los suelos.En cualquier caso Furusato acabó en la quinta posición, al atravesar la línea de llegada tanto él como su moto.
Solo basta ver una de las antiguas fábricas tabacaleras del país para darse cuenta que los tiempos han cambiado. Por eso, la antigua fábrica de Coltabaco en Medellín, ahora parte del plan de renovación urbana del Valle de Aburrá, de la constructora Arquitectura y Concreto, fue elegida para celebrar el décimo aniversario de IQOS, un producto que busca acabar con los cigarrillos.Cuando lo que se hacía en un lugar desaparece, pero el espacio permanece, es inevitable pensar en el ayer; muchas veces estos lugares existen para recordarnos el pasado, y para no volver a él.Se cumplen 10 años de la llegada de IQOS y de continuar avanzando en la construcción de un futuro libre de humo en el que los cigarrillos queden en el pasado y se conviertan en piezas de exhibición para museos y galerías de arte. Por eso, para celebrar el décimo aniversario de IQOS y su impacto en los adultos fumadores que le dijeron adiós al cigarrillo, IQOS tomó la emblemática fábrica de Coltabaco en Medellín, donde varios años atrás se producían cigarrillos, para transformarla en un espacio que respiraba creatividad, innovación y arte, en vez de humo.En la antigua Fábrica de Coltabaco, hoy espacio de renovación para el proyecto “Veranova Park”, se llevó a cabo una exposición de arte junto a los reconocidos artistas, Alejandro de Narváez y Sergio Mantilla, en la que se eligieron obras emblemáticas que mejor representarán el paso del tiempo. ¿Con qué propósito? Con el fin evidenciar la transformación que se está viviendo, dejando atrás el cigarrillo para llegar a un futuro libre de humo. Por esto, cobró tal relevancia esta fábrica, pues permitió resignificar un espacio en donde antes se hacían cigarrillos, ahora se celebró el décimo aniversario de IQOS, un dispositivo de calentamiento de tabaco que vino a revolucionar esta industria en el mundo y que ha permitido que muchos fumadores adultos, se cambien a una alternativa a fumar y dejen el cigarrillo atrás.Por esta razón, IQOS ILUMA llega a inicios de este año a Colombia, ofreciendo una satisfacción comparable a la de fumar, pero sin producir humo y haciendo que hoy ya sean más de 30.8 millones de usuarios IQOS en el mundo, que han dejado el cigarrillo atrás y se han cambiado a esta alternativa a fumar.Si usted es un adulto fumador y está buscando dejar atrás el cigarrillo y cambiarlo por una mejor opción es momento de unirse a la celebración de la marca, haciendo la compra de IQOS ILUMA con un precio especial o si es un usuario actual de IQOS, pero con undispositivo anterior, conozca muy pronto la edición limitada con el artista Steve Aoki, para celebrar estos 10 años, junto al arte y la música. Conozca más ingresando a iqos.com, llamando al #476 o en una de las Tiendas IQOS a nivel nacional.*Estudios demuestran que la satisfacción de aquellos que se cambiaron completamente a IQOS es comparable con la de aquellos que continuaron fumando cigarrillos. Fuente: Estudios clínicos realizados por 3 meses en Estados Unidos con 160 adultos fumadores en condiciones reales.+Fuente: Estimaciones PMI, paneles de usuario y IQOS estudios de Mercado PMI a Julio 2024. Usuarios de dispositivos para calentar PMI para quienes las unidades de tabaco para calentar PMI representan una parte de su consumo diario de tabaco durante los últimos 7 días.Este producto no es libre de riesgo y entrega nicotina que es adictiva. Solo para uso de adultos fumadores. Antes de usar el producto, por favor consulte las instrucciones y contraindicaciones de uso.Patrocinado por Coltabaco S.A.S.
El japonés Ai Ogura (Boscoscuro) seguro que buscará ser profeta en su tierra para ganar el Gran Premio de Japón de Moto2 en el circuito 'Twin Ring Motegi', en el que el colombiano de origen español David Alonso (CFMoto) podría proclamarse matemáticamente campeón del mundo de Moto3.Ogura es cada vez más líder de Moto2 merced al 'bajón deportivo' de quien hasta ahora era su rival más directo y peligroso, su propio compañero de equipo, el español Sergio García Dols, que en las cinco últimas carreras apenas ha sumado seis puntos frente a los 66 de su oponente.Tras los dos ceros consecutivos de García Dols en Emilia Romaña e Indonesia, seguro que el español buscará resarcirse con un buen resultado, aunque el circuito japonés no sea el mejor escenario posible para conseguirlo, pues por tradición los pilotos japoneses suelen ser muy efectivos y hasta 'agresivos' en su pilotaje en la carrera 'de casa'.Muy distinta es la situación en Moto3, en donde David Alonso podría proclamarse matemáticamente campeón del mundo y, para ello, sólo necesita que el español Daniel Holgado (Gas Gas) no sume tres puntos más que él, mientras él consigue cinco puntos más que el español Iván Ortolá (KTM) y siete más que el neerlandés Collin Veijer (Husqvarna).En resumen, a David Alonso le bastaría con conseguir su décima victoria de la temporada para proclamarse campeón del mundo, independientemente del resultado que consigan sus rivales, salvo si Veijer es segundo, en cuyo caso le faltarían dos puntos para ser campeón matemático de la categoría.Bien es cierto que en Moto3, las nueve victorias que acumula el colombiano dicen mucho de su rendimiento deportivo, pero con opciones de victoria también se encuentran pilotos como los españoles Iván Ortolá, Daniel Holgado, David Muñoz (KTM), Adrián Fernández (Honda), Ángel Piqueras (Honda), o José Antonio Rueda (KTM).Además de ellos, Collin Veijer seguro que buscará algún triunfo más en la categoría antes de dar el salto a Moto2, sin olvidarnos de los japoneses Taiyo Furusato (Honda), Ryusei Yamanaka (KTM) o Tatsuki Suzuki (Husqvarna), que por el hecho de 'jugar en casa', seguro que intentarán dar la sorpresa e imponerse a todos sus rivales de turno.En esas mismas 'cábalas', por lo visto en anteriores grandes premios, habría que incluir a los australianos Joel Kelso (KTM) y Jacob Roulstone (Gas Gas), o a los italianos Luca Lunetta (Honda), Stefano Nepa (KTM) o Matteo Bertelle (Honda).
Shakira, lanzó “Soltera”, una canción popera con influencias de afrobeats.La canción generó, desde antes de su lanzamiento, gran expectativa en las redes sociales tras la grabación del video en LIV en Miami, con cameos de Winnie Harlow, Anitta, Danna Paola y Lele Pons. El nuevo sencillo llegó poco después de las 3 nominaciones de Shakira a los Latin GRAMMY de la semana pasada, en las categorías de Álbum del Año por Las Mujeres Ya No Lloran, Canción del Año por "Entre Paréntesis", y Mejor Interpretación de Música Electrónica Latina por “Bzrp Music Sessions, Vol. 53 (Remix de Tiësto)..En noviembre Shakira iniciará su gira norteamericana "Las Mujeres Ya No Lloran World Tour", cuyas entradas ya están agotadas.La primera etapa de la gira comenzará el 2 de noviembre en Palm Desert, CA, e incluirá paradas en Los Ángeles, Miami, Toronto, Brooklyn, Chicago, entre otras. Su más reciente álbum, Las Mujeres Ya No Lloran, recibió debutó en el puesto #1 en las listas de Latin Album y Latin Pop Album de Billboard, y fue certificado 7x platino en las primeras 24 horas de su lanzamiento, con más de 10 mil millones de streams en todas las plataformas de audio y video, convirtiéndose en el álbum más reproducido del año. ¿Quiénes son las mujeres que aparecen en el video de Shakira?Winnie Harlow: Es una modelo canadiense-jamaiquina que ha revolucionado la industria de la moda. Su nombre real es Chantelle Brown-Young, y se hizo famosa por su condición de vitíligo, una enfermedad de la piel que causa la despigmentación en ciertas áreas del cuerpo.Annita: Su nombre real es Larissa de Macedo Machado, es una cantante, compositora, actriz, bailarina y productora brasileña. Ha colaborado con artistas como Maluma, J Balvin, Becky G, Cardi B, Natti Natasha, etc.Danna Paola: Danna Paola Rivera Munguía, conocida simplemente como Danna Paola, es una cantante, compositora y actriz mexicana.Desde muy pequeña demostró su pasión por el mundo del espectáculo, iniciando su carrera en la actuación y luego incursionando en la música.Lele Pons: Eleanor Pons Maronese, es una influencer, cantante, actriz y personalidad de las redes sociales venezolana-estadounidense. Se hizo famosa a través de la plataforma Vine, donde compartía videos cortos de comedia y sincronización de labios.**Lean acá: La historia detrás de la canción ‘Día de enero’ de Shakira
Dos días después de publicar un video que muestra una gran frustración por la reacción del público ante su renuencia a respaldar a un candidato presidencial, Chappell Roan canceló su aparición en el festival All Things Go este fin de semana, en Nueva York el sábado y en Washington, DC el domingo."Pido disculpas a las personas que han estado esperando verme en Nueva York y DC este fin de semana en All Things Go, pero no puedo actuar", escribió en una publicación en redes sociales. "Las cosas se han vuelto abrumadoras en las últimas semanas y realmente lo estoy sintiendo", agregó. “Siento presión para priorizar muchas cosas en este momento y necesito unos días para priorizar mi salud. Quiero estar presente cuando actúo y dar los mejores espectáculos posibles. Gracias por entender. Vuelvo pronto xox.”Roan ha hablado a menudo de las dificultades para afrontar la fama a medida que su fama ha aumentado drásticamente en los últimos meses, particularmente en lo que respecta a los acosadores y las demandas de los fans. "Necesito que respondas preguntan, solo responde mis preguntas por un segundo: si vieras a una mujer al azar en la calle, ¿le gritarías desde la ventanilla de tu auto? ¿La acosarías en público? ¿Te acercarías a una dama al azar y le dirías: '¿Puedo tomarme una foto contigo?' y ella dice: 'No, ¿qué carajo?' y luego te enojarías con esta dama al azar?", dijo la cantante. "¿Te ofenderías si ella te dijera que no a tu tiempo porque tiene su propio tiempo? ¿Acosarías a su familia? ¿La seguirías? ¿Intentarías analizar su vida e intimidarla en línea? Esta es una persona que no conoces y ella no te conoce en absoluto. ¿Asumirías que ella es una buena persona, asumirías que es una mala persona? ¿Asumirías que todo lo que lees en línea sobre ella es cierto? Soy una perra al azar, eres una perra al azar. Piensa en eso por un segundo, ¿de acuerdo?", finalizó.Las presiones crecieron con su álbum debut, “The Rise and Fall of a Midwest Princess”, que fue lanzado hace casi un año, su presentación VMAs y su nominación a los Grammys como 'Mejor Nueva Artista'Sin embargo, las presiones de una fama tan repentina han sido abrumadoras para la artista. En el mismo video agregó: “Cuando estoy en el escenario, cuando estoy actuando, cuando estoy vestida de mujer, cuando estoy en un evento de trabajo, cuando estoy haciendo prensa… estoy en el trabajo. Cualquier otra circunstancia, no estoy en modo trabajo. Estoy fichado. No estoy de acuerdo con la idea de que debo un intercambio mutuo de energía, tiempo o atención a personas que no conozco, en las que no confío o que me asustan, sólo porque expresan admiración”.
Bogotá puede que no sea una ciudad muy cosmopolita, pero eventos como Rock al Parque nos recuerdan que el mundo sigue ahí, que la globalización ha metido en un mismo paquete influencias culturales de todo el mundo, que aunque muchos quieran dividirnos con muros, ya no estamos solos ni aislados. Por: Alejandro Araújo. Foto: Brayan Garnica. Se podría decir que el Rock nació sobre todo en Estados Unidos y el Reino Unido con Elvis, los Beatles y los Rolling Stones. A partir de ahí se esparció por todo el planeta como una plaga inevitable, rápidamente fue penetrando en todas las sociedades y hoy en día hay rock prácticamente en cada rincón del planeta. Para nadie es un misterio que el mundo cada vez está más homogeneizado, que internet abrió las puertas y difuminó las líneas que diferencian cada cultura, para bien o para mal. Pero sin duda alguna, cada país, cada ciudad e incluso cada barrio tiene sus características y por supuesto, su arte. Moscú, Rusia. Un grupo de mujeres conocidas como Pussy Riot, inconformes con el trato del mundo contra su género, deciden reunirse para protestar. El mensaje es sumamente claro, igualdad social, voz para los que no la tienen, parar las injusticias. El medio, el que sea que funcione para que el mundo las escuche, ya sea un concierto en la catedral de Cristo Salvador en la capital rusa o entrar en la cancha durante la final de la Copa Mundial de Fútbol. La música tal vez es el pretexto. Tal vez es más fácil ser escuchado por ser músico, que por ser un colectivo revolucionario, tal vez les genera menos problemas con las autoridades mundiales, a pesar de haber estado en la cárcel en repetidas ocasiones. Anoche cerraron la tarima Eco de Rock al Parque con su particular propuesta musical que solo podría venir de Rusia, que se define como Punk a pesar de que se vio un show de tecno, trance y hasta k-pop; un show visual que por momentos parece salido del movimiento constructivista ruso y sus característicos pasamontañas de colores pastel. Buenos Aires, Argentina. En la década del 90 el Ska, junto a otras músicas provenientes de Jamaica, como el calipso y el reggae, llegan a Sudamérica, donde fueron recibidas y apropiadas por completo. Por diferentes razones, el pueblo futbolero las abrazó y empezó una relación de amor genuino. Hugo Lobo, trompetista de Los Fabulosos Cadillacs, entre otras bandas reconocidas del país, decide mezclar tres de sus pasiones, el fútbol, el ska y el jazz norteamericano, y así es como nace Dancing Mood, una big band (formato jazzero que se caracteriza por ser muy numeroso y dar protagonismo especial a los instrumentos de viento) que toca temas estándar de la tradición jazzera con ritmo de ska y calipso, pero con el estilo tan argentino de las barras de estadio. Hugo Lobo y su combo, fueron los encargados de cerrar la tarima Lago de Rock al parque, poniendo a bailar y revolear banderas y camisetas a miles de personas mientras usaba una chaqueta de la Selección Colombia de fútbol. Riverside, California, Estados Unidos. La mezcla de hardcore y metal lleva tiempo siendo protagonista en el país norteamericano. Riffs de guitarra concretos y al punto, baterías con doble bombo, el virtuosismo rítmico y la pulcritud tan característica de los gringos. La disciplina necesaria para tocar ese tipo de música es tan propia de los estadounidenses como su bandera y Suicide Silence lo demostró anoche cerrando la tarima Plaza en el segundo día de Rock al Parque. La pluriculturalidad del rock en el mundo fue evidente este 19 de agosto de 2018. Todos tocaban géneros afines, pero todos con sus raíces eran muy marcadas. Pasó con Machingon de México, que puso congas y timbales a dialogar con guitarras eléctricas, máscaras de lucha libre, un cover de Vicente Fernandez, pelo largo, uñas negras, algo de metal, algo de son jarocho. Pasó con HMLTD, ingléses a mas no poder: tintes de The Clash y David Bowie, sonidos de pop ochentero. Pasó con Jupiter & Okwess, provenientes de El Congo, con una revelación de ritmos africanos que tanto han influido al rock por todo el mundo, enseñando cómo se hace desde la raíz. Pasó con Quentin Gas y los Zíngaros, españoles que también aportaron cantos de su tierra, voces flamencas, sintetizadores y guitarras eléctricas, todo tan español como ellos. Pasó con The Inspector Cluzo, con la elegancia que caracteriza a los franceses, simplicidad y de alguna manera, dentro de la agresividad rockera, una sutileza y delicadeza que se ve desde que se montan al escenario: dos tipos, una guitarra y una batería casi minimalista. El panorama musical nacional también fue protagonista. Las bandas bogotanas y el estilo que se ha ido construyendo paso a paso ya es reconocible, con una fuerte influencia del neopunk y el metal, el rock alternativo latinoamericano, influencias de Gustavo Cerati y zoe y el rock de los 90 y el nuevo milenio por el estilo de Muse. Bandas como Mad Tree, Lika Nova, Apolo 7 o Manniax pusieron al público a cantar, saltar y poguear. Y poniendo su aporte, Desnudos en Coma, de Cali, mostró un abanico que iba desde el hardcore, postrock y progresivo hasta su diálogo con la salsa caleña. Donkristobal & The Warriors, de Medellín, mostró la alegría paisa en el reggae, la música jamaicana otra vez presente en Sudamérica, esta vez con tintes colombianos. Un catálogo universal fue el segundo día de Rock al Parque 2018 y, sin embargo, todos con discursos muy cercanos, porque si algo une al pueblo rockero es la protesta, el inconformismo y la lucha. “Un buen casco es lo que necesitamos para lo que se viene” dijo el bajista de Desnudos en Coma mientras se ponía un casco militar. Al final del día 25 postulados políticos y sociales aparecieron en las pantallas durante casi quince minutos antes de que las Pussy Riot salieran a escena y Machingon nos puso a gritar “A mí me dicen Me xi ca no, a mí me dicen Co lom bia no”.
La presentación del colectivo feminista ruso —más un performance que un concierto— dividió opiniones del público. Les contamos cómo establecieron sus propias reglas de juego en un festival patrocinado por el Estado y que valora, ante todo, el poderío musical. Por: William Martínez. Fotos: Jhon Paz - Natalia Pedraza Para Rock al Parque la música es el fin. Para Pussy Riot la música es el medio. El colectivo artístico ruso no concibe la música como un laboratorio creativo ni como un viaje hacia lo trascendental. Su propuesta no es prolija ni cruda ni innovadora. Y no es prolija ni cruda ni innovadora porque la música es para ellas apenas un brazo de su proyecto político, ese que las catapultó a la fama en 2012 cuando tres mujeres entraron a la Catedral de Cristo Salvador de Moscú y le cantaron a la Virgen María: “Hazte feminista y expulsa a Putin”. La intervención de un minuto llevó a dos de ellas a pasar dos años en prisión. Una conversación bien punkera sobre feminismo con una de las Pussy Riot Desde 2016, emprendieron una gira por varios países para expandir su mensaje: “El tiempo del silencio ha terminado. El futuro será femenino o no será”. En Bogotá, la primera ciudad que visitaron en Sudamérica como banda, las rusas impusieron su propio orden y sus propias reglas. Rock al Parque, un evento patrocinado por el Estado (así en mayúsculas), fue su vehículo. A las 8:00 de la noche del domingo 19 de agosto, segundo día del festival, ellas tenían programada una rueda de prensa en una sala del parque Simón Bolívar. Cancelaron a último momento. Una hora después, en el Escenario Eco, debía empezar su presentación. Salieron a tarima 20 minutos tarde. En un festival donde cada minuto es oro y donde se ha vuelto automático empezar los toques sin discursos ni preludios —lo importante es la música—, ellas proyectaron, antes de salir a tarima, un video de 15 minutos que compilaba 25 hechos que constatan que vivimos en un mundo de mierda y que justifican su lucha. Cada 30 minutos son asesinadas en el mundo cinco mujeres por su pareja. El 60 % de la basura del planeta se concentra en África, un continente que no produce ni el 10 % de esa basura. Estar en un concierto de Pussy Riot es asistir a un seminario intensivo de feminismo y anticapitalismo. Pero no se imaginen un show con la estridencia del punk ni con el lenguaje panfletario de la izquierda ni con la sobriedad de los defensores de derechos humanos. Lo de Pussy Riot fue un performance satírico, más que un toque. Al fondo de la tarima, un DJ ponía pistas de música electrónica fiestera; en el medio, dos mujeres con pasamontañas hacían coreografías infantiles; al frente, Nadya Tolokonnikova, líder del acto, cantaba con un tono dulzón muy al estilo del pop coreano. Las luces de neón atiborraban el espacio, Hello Kity y otros personajes animados eran el telón. Esa escena, en apariencia anodina y por pasajes monótona, con aire de mofa, contenía un subtexto que no era anodino ni burlón. Montaron un mundo de plástico, una zona de juegos de centro comercial, para decir que en Rusia están encarcelando jóvenes de 17 años por hablar de política en Messenger o para decir que mientras los policías se masturban debajo de los puentes sin castigo, los prisioneros políticos mueren de hambre. En su primera etapa, Pussy Riot aprovechaba las multitudes para lanzar golpazos sobre la vida contemporánea a punta de punk rock. Ahora crean fantasías con el mainstream mientras clavan el aguijón. Cambia el método, persiste el espíritu. Las rusas, además, se conciben como una red feminista con alcance global. En el pasado Vive Latino (México), por ejemplo, invitaron a una feminista local para dar un discurso sobre los asesinatos de mujeres en ese país. En Bogotá, invitaron a tarima a Las Tupamaras, un colectivo de baile que hace oda de las plumas y el amaneramiento en rechazo a la misoginia que existe en la propia comunidad LGBT. Hombres con medias de malla y chaquetas de pieles bailaron con las rusas y lanzaron frases de orgulloso mariconeo en un festival donde la mayoría de asistentes son hombres y donde el 90 % de las bandas están conformadas por hombres. Durante este lunes, las rusas recibieron reclamos en redes sociales debido a que postearon en su página de Facebook imágenes de su concierto en Edimburgo (Escocia), el cual se desarrolló al mismo tiempo que el toque en Rock al Parque. Las señalaban de farsantes, de robarse la plata y de eurocentristas por no publicar registros de su paso por Colombia. “Mucho discurso y poca música”, decían otros. Al respecto, se debe aclarar que Pussy Riot es un colectivo y no una banda. Mientras un grupo de ellas hacían su intervención en Bogotá, otras la hacían en Edimburgo. En diálogo con Idartes, organizador de Rock al Parque, Shock confirmó que Nadya Tolokonnikova, una de las fundadoras del movimiento, encabezó el show en Bogotá. Adicionalmente, la entidad aseguró que la alineación y el performance que tuvo lugar en Rock al Parque fue el mismo que se realizó en los festivales Vive Latino (México), Paredes de Coura (Portugal), Boston Calling (Estados Unidos) y el HeartLand (Dinamarca). Pussy Riot no tiene nóminas titulares, como se rumorea en redes sociales. La indignación vuelve a ser presa de una fake news. Para quienes no conocían a Pussy Riot el espectáculo pudo resultar decepcionante. En efecto, no hubo espectáculo musical. Sin embargo, como dijo la comediante australiana Hannah Gadsby, en su monólogo Nanette, solo hay una manera efectiva de tragarse la catástrofe: endulzándola con burla.
Seamos sinceros, no todas las letras de otros géneros musicales que no son rock son las que se encargan de denigrar a la mujer, no solo videos de reggaetón o vallenato, cosifican a la mujer. En las letras de algunas canciones de rock podemos ver como se ofende directamente a las chicas, en la industria, tal parece, que la situación no cambia, dicen que las bandas femeninas no son tan buenas y que cuando canta una mujer la voz gutural nunca es digna de un headbang. Intentamos salir a desmitificar estas cosas con el público de Rock Al Parque y saber además otras cosas del género, qué tan seguros se sienten en un parche rockero, cómo viven con los estereotipos y qué les dicen sus familiares por vestirse siempre tan darks. El Turner fue el encargado de darle todo el sabor a este cuestionario y concluir muy sutilmente cuál sería la solución a todos los problemas. . .
Desde Rusia, Nueva York, Alemania, Argentina y la República Democrática del Congo llegaron músicos a tocar en Rock al Parque. El festival, que desde hace muchos años está ampliando el espectro sonoro de lo que conocemos como rock, está cumpliendo en los últimos años una función quizá más importante que la de la musicalidad: ampliar el mapa de los músicos que escuchamos. Poco a poco, las tarimas se quitan de encima ese sesgo de dominación cultural que nos inundó de artistas estadounidenses y cada vez caben más pasaportes en un cartel. Eso fue lo que vimos en el segundo día de Rock al Parque 2018. Un repertorio multinacional enorme. Los congoleses de Jupiter & Okwess, las activistas rusas Pussy Riot, los alemanes de look andrógino de HMLTD, la orquesta de ska Dancing Mood y un parche de 13 músicos de todo el mundo que se juntaron en Nueva York, Antibalas, fueron los encargados de llenar la segunda jornada de Rock al Parque 2018. Y claro, hay que mencionar dos actos estadounidenses destacables en el escenario Plaza: Walls of Jericho y Suicide Silence. Acá las 50 mejores fotos del segundo día Fotos de: David Schwartz, Daniel Álvarez, Alejandra Mar, Jhon Paz, Brayan Garnica, Natalia Pedraza.
Es claro que tenemos muchos clichés alrededor de los géneros musicales. Pensamos que todo el reggaetón es "perrea, mami perrea", que todo el trap tiene referencias sexuales o que todo el metal es "oscuridad, muerte y destrucción". Pero lo cierto es que hay temas que se repiten en muchas canciones sin importar el género musical, tales como: el amor, el desamor, el rencor, la violencia y el sexo. Para saber qué tan arraigados están nuestros prejuicios musicales, SiendoKam retó a los asistentes a Rock al Parque 2018 a adivinar el género musical de una canción sin escuchar el ritmo: solo con la letra traducida. Muchos se llevaron una sorpresa al ver que el trap también habla de tusa y el metal también tiene referencias sexuales, algo de lo que siempre culpan al reggaetón. Lo cierto es que ningún género musical habla exclusivamente de un solo tema. Todos abordan diferentes facetas de ser humano a su manera. Así que cada vez que piense que el todo el metal es violento o que todo el reggaetón es vulgar, recuerde este video.
Los metaleros, punkeros y rockeros en general tienen una apariencia ruda y hasta intimidante, pero también les gustan las canciones románticas, cursis y hasta el perreo intenso. Eso concluyó SiendoKam en Rock al Parque 2018. Por más que quieran ocultarlo en sus melenas largas y chaquetas de cuero, de vez en cuando cambian su amado rock n roll por otros géneros musicales y sueltan una que otra lágrima en las películas tristes. El término "gusto o placer culposo" ha tomado fuerza para hablar de esas cosas que nos gustan, pero nos da pena admitirlo. SiendoKam logró sincerar a varios asistentes de Rock al parque y le confesaron que también disfrutan de una que otra salsa, canción de despecho e incluso reggaetón.
Hoy nos cuesta imaginar nuestro clóset sin una camiseta. Esta prenda emblemática de rock, durante buena parte de la historia, fue una prenda interior. No fue sino hasta los 50 que iconos del cine como James Dean (Rebelde sin causa) o Marlon Brando (Un tranvía llamado deseo) popularizaron su uso exterior. Se cree que las camisetas de bandas surgieron a finales de los 60, gracias a Bill Graham, promotor de conciertos de bandas como Jefferson Airplane o Grateful Dead. En la segunda mitad de los 70, el artista y diseñador Arturo Vega creó el famoso logo de The Ramones y lo puso en varias camisetas. "¿Quién va a querer una camiseta de nosotros?", le preguntó a Arturo Johnny, guitarrista de la banda. Y la respuesta fue: mucha gente. Hoy varias grandes marcas tienen una camiseta de esta banda en su repertorio. Vega falleció en 2013 y aunque nunca le molestó que la gente tuviera camisetas piratas de los Ramones, sí llamó la atención sobre quienes usan las prendas de la banda. "Mientras los Ramones vendieron unas decenas de miles de discos, sus camisetas se vendieron por millones". Las camisetas de bandas solían ser una declaración personal sobre una fuerte afición a ellas. Hoy, gracias al auge de lo vintage, usar la camiseta de una banda no necesariamente implica ser su seguidor: muchos las usan sin ser necesariamente fans del grupo en cuestión. Creamos una playlist con base en las camisetas del público de Rock al Parque. En este festival vimos camisetas de muchas bandas, aunque sin duda las clásicas siguen siendo favoritas: Guns n Roses, Metallica, The Ramones, Kiss, Nirvana o Pink Floyd tienen un lugar en el corazón (y el ropero) de los fans. Como dirían los roqueros más puristas, son las más "caspeadas". ¿Usted si escucha las bandas que tiene en sus camisetas? Fotos: Brayan Garnica y Alejandra Mar.
Bogotá está hecha de asfalto, de caos, de las montañas que se extienden por el oriente y de metaleros. Cada año, con el primer día del Rock al Parque, el que todos saben que es “el día del metal”, se comprueba y se ratifica. Son un público fiel, infaltable, que se reproduce contra la marea del consumo masivo. Y lo lleva haciendo así desde hace muchos años. Hay algo en el humo de los buses, en los humedales sobre los que se construyó la ciudad, o en su aire contaminado, que hace que los sonidos oscuros y extremos se extienden a lo largo y ancho de la ciudad. La escena capitalina, a diferencia de lo que pasó en Medellín con el punk, formó sus bases a punta de oscuridad, demonios, chaquetas de cuero y las melenudas cabezas de metaleros que le aportaron virtuosismo a nuestro mapa musical. La edición número 24 del festival Rock al Parque sumó en su primer día 75.000 asistentes. Un promedio que se volvió costumbre y que en ediciones anteriores ha sido sobrepasado. Y aunque los datos del festival son contundentes, el circuito se alimenta todo el año a punta de autogestión y una determinación enorme.La ciudad tiene bares de metal de extremo a extremo; tiendas de discos y camisetas y chaquetas de cuero; pequeños festivales que se organizan con las uñas en las localidades y muchos parches que reavivan con las generaciones la movida. Vea también la versión de 2014 de nuestro texto: ¿Por qué Bogotá es tan metalera? Sígannos también en Instagram Agradecimientos: Idartes por el documental A los 15 uno ya es grande Realización: Jorge Martínez
En el primer día del festival, leyendas del metal como Masacre, Dark Tranquillity y Dark Funeral reivindicaron el odio, ese sentimiento plagado de estigmas. Por: William Martínez. Hay una verdad de a puño sobre el odio: por más de que intentemos ignorar nuestra rabia hacia una parte del mundo, el sentimiento siempre se impone. Embiste como toro contra capa. Taladra con la disciplina de los traumas. “El odio no se quita con el tormento, ni se expía por el martirio, ni se borra con sangre derramada”, escribió el erudito español Isidoro de Sevilla hace tres siglos. Es cierto: una fuerza capaz de acabar con nuestra propia vida o con la vida de otros no se puede borrar, no se puede adormecer, sólo se puede encauzar. En el primer día Rock al Parque 2018, las bandas que encabezaron el cartel hicieron un llamado al odio. El odio como expresión catártica. El odio como combustible vital para separarnos de aquello que hemos amado previamente y nos ha decepcionado: una persona, un ideal, una ciudad, un país, uno mismo. La vida moderna. La primera banda en hablar del odio fue Masacre, el quinteto paisa de death metal que celebró sus 30 años de carrera tocando de principio a fin Reqviem (1991), un álbum primitivo y sucio con el que creció una generación de metaleros colombianos. Este disco, compuesto en el barrio Manrique de Medellín, denuncia el cerco de violencia que crearon en Colombia paramilitares, guerrilleros, carteles droga y el Estado a principios de los años noventa. En la tarima del Escenario Plaza de Rock al Parque, Alex Oquendo, vocalista, pedía al público cantar con odio. No era el concepto de odio que propusieron a modo de bandera política el Centro Democrático y el Partido Verde en las pasadas elecciones presidenciales. Alex Oquendo no hablaba de resentimiento ni de polarización. Hablaba del odio como un estado de alerta intelectual. El odio como lo planteaba Nietzsche: odiar es estar en contra del consenso grupal. Es rechazar la creencia de que las buenas decisiones provienen de las mayorías. Es poder disentir. Rock al Parque ha sido el saco de boxeo de miles de personas por años y también el lugar donde los parias encuentran respiro. Los suecos de Dark Tranquillity, que pisaron por primera vez las tablas del festival, reivindicaron esta idea. “Ustedes deben sentirse orgullosos por ser personas apasionadas, soñadoras y diferentes. Esta canción no es sobre ustedes. Esta canción va con odio para todo quienes los señalan”, dijo Mikael Stanne, el vocalista. Para Aristóteles, el odio tiene dos posibilidades: si lo liberamos, se convierte en ira purificadora; si lo retenemos, se convierte en dolor crónico que pudre el espíritu. Sacudir la cabeza y poguear y tararear canciones ininteligibles son formas de tolerar el fracaso de ser. Durante medio día, no somos esclavos del dolor. Nuestras vidas no giran en torno a un enemigo. Exteriorizar el rencor en vez de rumiarlo. Esa es la terapia que ofreció el metal en el primer día de Rock al Parque. El cierre de la jornada estuvo a cargo de Dark Funeral, pilar sueco del black metal que cumple 25 años de carrera. Aquí es necesario abrir un paréntesis: es la primera vez en casi una década que dos agrupaciones de la escena metalera nórdica cierran Rock al Parque. Como se sabe, el festival había optado tradicionalmente por traer leyendas de la escena norteamericana, un par de agrupaciones sudamericanas y otro par polacas. Lo de Dark Funeral fue tan prolijo como perturbador. Y además dio cuenta de otra forma de encarnar el odio: el performance. Su vestuario (armaduras negras de metal), su maquillaje (rostros cubiertos en blanco y negro) y sus gestos (exhibir un crucifijo invertido) son la forma en que representan su repulsión a las religiones judeocristianas y su sed de crear culpa. Esa atmósfera oscura no se transformó nunca en violencia explícita, sino que fue un acto teatral para decir lo que no se podría decir sin música. El metal, ese lugar donde la lucha no es contra el odio.
Regalado hasta un puño, dice el dicho. A eso nos acostumbramos. A veces a costa de querer todo regalado. ¿Pero está bien que en un lugar donde se nace desigual, cobren por todo? ¿Tenemos la cultura de lo gratuito en el ADN? Hay dos grupos de personas que quieren todo regalado: los colombianos y los influencers. Y Rock al Parque, el festival gratuito más grande de Latinoamérica, patrimonio de la ciudad desde hace 24 años, es uno de esos espacios libres de pago por el que muchos se han escandalizado. ¿Es cierto que un evento gratuito de esta magnitud malacostumbra a la escena rockera? ¿Se debilita la industria o la fortalece el hecho de que haya un evento abierto y gratuito para todos los públicos? ¿Es verdad que las mejores cosas de la vida son gratis? El Turner, el youtuber con más seguidores en el corregimiento de El Cocuelo y sus veredas vecinas, se paseó por Rock al Parque para averiguar por qué nos llama tanto la atención la cultura de lo gratuito.
Seguramente, para la mayoría de los vecinos del parque Simón Bolívar o para los clásicos vendedores de mazorca o toxiperro que siempre se parquean a su alrededor, las palabras masacre, funeral oscuro, lucifer o lágrimas de miseria pueden sonar aterradoras. Pero para el público madrugador y fiel del día del metal en Rock al Parque, un clásico capitalino desde hace 24 años, significan fiesta, guitarreos progresivos, baterías a toda madre; una invitación a volear cabezazos, puños, y codazos a la que no se puede faltar. Fotos de: David Schwartz, Daniel Álvarez, Alejandra Mar, Jhon Paz, Brayan Garnica, Natalia Pedraza. Masacre, la banda de death metal paisa celebró en esta edición de Rock al Parque sus 30 años de carrera musical con un escenario Plaza lleno casi hasta el tope. Y que se mantuvo así desde muy temprano, cuando todavía con el sol picante de Bogotá se subieron a tocar los españoles de Angelus Apatrida, y hasta el cierre, que esuvo a cargo de las bandas suecas Dark Tranquility y Dark Funeral. Bogotá está hecha de agresividad, caos, contaminación, ciclovía y metaleros. Acá 50 fotos que lo comprueban con contundencia quién es el público más fiel de la capital.
Hoy las chaquetas y chalecos con parches son prendas que están en todo festival de música. Pero no siempre fueron una prenda "cool". Durante buena parte de la historia, los parches fueron símbolo de pobreza: quienes no podían pagar ropa nueva, usaban parches para hacerla durar algunos meses más. No fue sino hasta los 60 que los hippies se los apropiaron como un accesorio político para alzar su voz contra la guerra. Pero si los hippies los resignificaron, fueron los punks en los 70 quienes los llevaron al siguiente nivel. Con su cultura de hágalo usted mismo y desprecio por el consumismo, era natural que usaran parches, un elemento que tradicionalmente fue considerado tan marginal como lo fueron ellos. Pero el legado punk permaneció y hoy los parches son una tendencia de moda y un medio de expresión individual, pues permiten crear combinaciones únicas e infinitas en las prendas. Hoy hacemos un homenaje a la personalización con algunas de las chaquetas y chalecos más "parchados" de Rock al parque 2018. Fotos: Alejandra Mar // alejandra.mar "Tengo esta chaqueta hace más de 15 años. Era de mi hermano, pero se fue de mochilero. Perdió". (Juan Pablo). "El primer parche que le puse fue el de Perpetual Walfare". (Sebastián) "Tengo este chaleco hace más de 4 años". (Pablo) "Empecé con la pintura. Luego se le fue cayendo y añadí todo lo demás". (Camilo) "Mi banda favorita es Megadeth. Tengo este chaleco hace 4 años". (Daniel) "El primer parche que le puse fue el de Guns n' Roses. Mi banda favorita es Misfits". (Juan Diego) "El primer parche que le puse fue el de Rock al parque, hace 2 años". (Laura) "Mis bandas favoritas son las de punk nacional". (Jonathan) "El de Mortification fue el primer parche que le puse. Tengo este chaleco hace más de 4 años". (Ricardo) "Violator es mi banda favorita. Ese fue el primer parche que le puse". (Esneider)
Prepárese muy bien para disfrutar del festival de rock más grande de Latinoamérica que hace vibrar a la capital del país. Este año el evento contará con la participación de 54 bandas distritales, nacionales e internacionales. Así que tome nota, relájese y disfrute con estas recomendaciones que hemos preparado para que pueda sentirse vivir, sentir y disfrutar su música favorita: La mejor opción para llegar es no llevar carro. Es recomendable llegar al Parque Simón Bolívar en Transporte público, SITP o Transmilenio. Acuérdese que hay una ruta del SITP hecha para acercarlos. Atienda la señalización que la organización del evento dispondrá para informar los cierres y desvíos viales a ejecutar con ocasión del desarrollo del evento. Si se va a destruir, o si llegó lleno de comida, no olvide identificar los puntos de primeros auxilios, comidas, información, merchandising y baños para que no tenga inconvenientes. Trate de estar bien hidratado (y, dentro de lo posible, evite la tentación del llamado "guaro, guaro, guaro"). Aunque el festival contará con un punto de hidratación operado por la empresa de acueducto de Bogotá, ubicado en el costado noroccidental del parque, la movilidad dentro del parque se torna difícil por la cantidad de asistentes. Todos los menores de edad, sin excepción, deben presentar el respectivo documento de identidad, al festival solo podrán asistir jóvenes mayores de 14 años. Las personas en condición de discapacidad tendrán un punto de ingreso preferencial y podrán entrar con un acompañante. La raqueteada hay que aguantarla. Evite el uso de maletas demasiado grandes y no lleve elementos de maquillaje, váyase listo para disfrutar. El ingreso al festival se realizará por la calle 63, costados occidental y oriental y sobre la transversal 60. (Bonus: Acuérdese del dicho: échele cabeza cuando se de en la cabeza)
Es difícil saber qué fue lo más impactante la primera vez. Las bandas, la entrada, el público. Todo es maravilloso, todo es asombroso, incluso tenebroso. Sin lugar a dudas, es de esas cosas que marcan un antes y un después, sobre todo para los que decidieron irse por el camino de la música. Hasta es posible que en muchos casos, la decisión haya sido fuertemente influida por esa primera experiencia en el que, sin duda, es el festival más importante de nuestra ciudad: Rock al parque. Por Alejandro Araújo (Montaña) El rockero promedio bogotano de clase media, nacido de los 80 para acá, fue moldeado por Rock al parque, creció junto a él. Escuchó de su mamá todas las críticas, la oyó año tras año decir que es un festival de marihuaneros, satánicos, gamines y ladrones. Vio las imagenes en los noticieros, los videos de las bandas tocando, del público con sus chaquetas de cuero, vio las crestas, el pelo largo, las botas obreras, los piercings y los tatuajes. Quedó hipnotizado por una cultura libre, por sonidos agresivos que poco tenían que ver con lo que se escuchaba en su casa, las baladas que ponía su padre o la música de plancha de su madre. La historia del Festival Rock al Parque en datos (in) útiles. Llegó el martes después del festival a comentar esas imágenes con sus amigos en el colegio, se dibujó tatuajes con marcadores y esferos, inventó nombres de bandas y dibujó los logos en las hojas de atrás de sus cuadernos. Decidió hacer una banda con su parche de amigos, cada uno escogió un instrumento, le pusieron un nombre y fantasearon juntos con llegar a tocar en esos escenarios que veían por televisión un fin de semana al año. El resto del año intercambiaban música. El hermano mayor o el primo grande de alguno le mostraba a Metallica, Guns n Roses o Blink 182 y este se las pasaba a sus amigos del salón. Todo era nuevo, todo era fuerte, todo era adictivo. Alguno tenía un equipo de sonido con grabadora de cassette y cuando en una emisora sonaba una canción que le gustaba, corría a oprimir “Rec” y así poder escucharla después, tantas veces como aguantara la cinta y obviamente, siempre sin los primeros cuatro o cinco segundos. Más o menos entre los 14 y 17 años, el rockero bogotano promedio decide ir por primera vez a Rock al parque. Obviamente tiene que hacerlo a escondidas de sus padres. La aventura empieza desde la casa, pensando qué ponerse, qué excusa inventar, cómo llegar al parque Simón Bolivar, tener algo de plata para los buses y de pronto para un perro caliente a la salida. Aparece una sensación de libertad, el vértigo y la emoción crecen al irse acercando por ver toda la gente en la calle dirigiéndose al festival. La requisa a la entrada, el miedo a la policía, así solo tuviera las llaves de la casa y la billetera de velcro con cinco mil pesos. Entrar y ver a toda la gente, miles de personas, todos los estilos, escuchar a las bandas, quedarse maravillado con algún músico, con algún instrumento y ahí es donde algunos decidieron irse por ese camino, querer estar del otro lado de la tarima, sentir la adrenalina desde arriba, salir del pogo y pasar a generarlo. Compra su primera guitarra, bajo o batería y se obsesiona, practica todos los días y empieza a tener bandas, toques en salones comunales y colegios. Cumple 18 años y empieza a tocar en bares. Durante todo ese tiempo, cada año vuelve a Rock al parque y se promete estar allá arriba y mientras tanto, lo disfruta como lo que nunca va a dejar de ser: fan. Después de mucho camino recorrido y mucho trabajo, decide presentarse con su banda a la convocatoria distrital. En algún momento le tuvo que decir a sus papás que quería dedicarse a la música, seguramente alguno o los dos no estuvieron de acuerdo, seguramente lo regañaron alguna vez por perder un examen por estar practicando o ensayando, seguramente le hicieron cortar el pelo muchas veces, seguramente tuvo que dar muchas batallas con su familia, con el colegio, la universidad y todo el mundo, que le dijeron cientos de veces que de la música no se vive, que estudie una carrera de verdad como derecho, economía o medicina. Siete momentos críticos de Rock al Parque. Quién sabe cuántos planetas y estrellas tuvieron que alinearse y después de todo un proceso de audición y sobre todo mucho trabajo, recibe la noticia de que su banda pasó la convocatoria y va a tocar en Rock al parque. Viene la celebración con sus compañeros de banda, tanto camino recorrido al fin está dando frutos, pero todo está empezando hasta ahora. La preparación del show, pensar las canciones que van a tocar, pensar en las luces, el video, pensar en ingenieros de sonido, stage managers y vjs. Aprender a hacer un Rider técnico (Documento con los requerimientos técnicos de la banda), preparar los instrumentos, hacerles mantenimiento, ir a entrevistas, cumplir con las obligaciones de la convocatoria y después de todo eso, por fin, llegar al tan esperado día. Esa mañana se levantó, se sirvió un café y ni siquiera pudo comer por la ansiedad. En la cabeza seguía revisando todos los detalles, nada podía fallar, todo había sido ensayado pero los nervios empiezan a aparecer esporádicamente. El carrusel de emociones que empezó con la decisión de presentarse a la convocatoria, se intensifica. Por momentos solo hay mucha emoción y alegría, por otros, angustia y nervios. Aparecen los miedos y las inseguridades. Una van recoge a la banda y camino hacia el parque todo es alegría, emoción, expectativas, ansiedad. Aparece una sensación de libertad, el vértigo y la emoción crecen al irse acercando por ver toda la gente en la calle dirigiéndose al festival. Todo igual que las otras veces, pero esta es diferente porque mucha de toda esa gente va a estar viéndolos en la tarima dentro de pocas horas. El rockero promedio bogotano se da cuenta de que ya no es tan promedio, ahora es parte de un pequeño y selecto grupo de gente que está en la historia del festival, de la música de la ciudad. Piensa que si alguien en 500 años hace una investigación sobre el Rock en Bogotá, inevitablemente va a llegar a Rock al parque y puede encontrarse con él. Ya dejó huella, ahora es inmortal. Se acerca la hora del show. Todo está listo y montado en el escenario. Este rockero y sus amigos de banda tienen un momento solos antes de tocar. Hablan y recuerdan su primer toque en un garaje con amplificadores dañados y se relamen de pensar en el sonido que van a tener en pocos instantes. Se dan aliento unos a otros, se abrazan. Cada uno tiene sus rituales antes de salir, uno hace flexiones, otro calienta y estira, otro se encomienda al cielo y por fin, una voz anuncia a todo el festival que es su turno. Se suben a la tarima, se cuelgan sus instrumentos, ven a toda esa gente y suena la primera nota. Empieza un nuevo capítulo en sus vidas esperando que la próxima vez en Rock al parque sea en unos años, pero ya no presentándose a la convocatoria, sino invitados por la organización después de girar por todo el mundo. Volver a casa, volver a ver a todo el público a la cara y agradecer porque fue el primer gran paso en una gran vida de Rock.
Todos los años pasa lo mismo: Revelan el diseño del afiche, críticas. Anuncian los ganadores distritales, acusaciones de rosca. Confirman los invitados internacionales, quejas porque no viene Rolling Stones a cambio de un tinto y galletas. Pero sea como sea, ahí llegamos todos: público, medios, artistas, sapos, lagartos, vendedores de souvenirs, papás acompañando a sus hijos, cocineros de pinchos de carne incierta y, por supuesto, policías. Dos décadas después de su primera edición, Rock al Parque sigue escribiendo su historia llena de conciertos memorables, días de “extrema convivencia y máximo respeto” y, sobre todo, de fortalecimiento al rock nacional. ¿Qué tanto sabe del festival de rock gratuito más grande de América Latina? 30 preguntas corchadoras para que se rete y rete a sus amigos.