La reducción de presupuesto en Rock al Parque no es ningún secreto, como tampoco lo han sido las críticas retumbantes de los contradictores del festival que anhelan los grandes headliners del pasado o que claman por una propuesta radical rockera. Pero RAP se ha sabido adaptar fortaleciendo y apostándole a lo que, en últimas, ha sido parte importante de su esencia: construir una experiencia musical diversa, sustentada en los sonidos de todos los rincones del mundo. Este año tuvimos la fortuna de ver y de escuchar música hecha en Colombia, China, Venezuela, Argentina, México, Francia, Brasil, España, Perú, Estados Unidos, Alemania, Chile y Puerto Rico. Zhaoze, Los Caligaris, Nervosa, Titán y La Santa Cecilia la rompieron, como también lo hicieron las chicas de Sin Pudor, Los Rolling Ruanas y Montaña. Pero más allá de los éxitos individuales, el triunfo es de la experiencia, y los miles de asistentes este año pueden dar testimonio de ello. Los inconformes pueden quedarse en casa a ver y destruir el Festival por televisión a su antojo, los demás no seguiremos llorando la ausencia de grandes headliners, sino disfrutando del que es de lejos el mejor festival gratuito del continente.
¿Y la tolerancia?
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Ni las campañas de tolerancia, ni el llamado de las bandas han logrado erradicar por completo los hechos violentos en el Rock al parque. Esa es una realidad imposible de negarse y debemos aceptar que por momentos el clima se puso turbio, y aunque las grandes peleas de antaño la que se armó en aquel cierre de La Pestilencia esta vez no se presentaron, la sumatoria de hechos aislados no solo dejó caras reventadas, sino un sin sabor que quisiéramos erradicar para siempre. Desmanes en la entrada durante el concierto de 2 minutos, tacleadas policiales indignantes a los vendedores ambulantes dentro del parque, peleas entre parches, en fin. Lo peor de todo es que el sueño de erradicar a tremendo ejército de policía en los alrededores, que para muchos genera más violencia y como en el documental de Iron Maiden, Flight 666 se roba toda la atención, sólo se legitimó ante el accionar de los que siempre quieren dañarnos la fiesta llevando consigo su intolerancia y agresividad a todos lados. Lamentablemente la casi empelotada de la entrada y los controles dignos de correcional seguirán y seguirán hasta que cierta parte de nuestra sociedad decida ser menos violenta y más tolerante. Que fueron las barras, que fueron los metaleros, o los punketos, eso ya no importa. Todos somos parte de una misma sociedad y tenemos que construirla en conjunto.
Confirmamos que el encargado del clima no odia el rock
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En el último año pensamos que la naturaleza estaba ensañada contra los buenos días y las buenas causas. Llovió en Estéreo Picnic, llovió el día que marchamos contra el maltrato a la mujer y llovió el día de la marcha por el Sí. Para rematar, Rock al Parque carga desde siempre con la mala fama de hacer llover, independientemente de la fecha en que se haga.
Sin embargo este año, aunque se puso oscuro y amenazante por un momento, los días fueron radiantes. En un festival gratuito y realmente abierto para cualquiera, el clima se confabuló para que todos pudiéramos vivir de verdad, verdad la experiencia festivalera: recorrer tarimas, pasar por una buena zona de comidas, visitar la tienda de regalos y ver buena música sin tener que pensar en qué hacer después de quedar atrapado bajo una tormenta.
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Rock al Parque sigue firme como trampolín para las bandas locales.
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Ordenar el programa del festival de rock gratuito más grande del continente es como armar un rompecabezas en el que hay que vérselas con los críticos de Internet, con las bandas de culto que agrupan públicos multitudinarios, con darle el protagonismo merecido a las bandas locales y con lo más importante: el presupuesto. Este año, digan lo que digan, como viene sucediendo desde hace un buen tiempo, el público y la organización le cumplieron con creces a los artistas de la casa.
Abrirle espacios a Vein y a Occultus antes de Lamb of God en el Escenario Plaza; a Elkin Robinson como antesala de Macaco en el Escenario Bio; y a Crikus Funk o Ismael Ayende en una siempre fiel tarima ECO, fue como ponerlos a jugar de titulares en una final.
Y durante el último día la apuesta por los locales fue más que evidente. En el Escenario Plaza el público madrugó para ver a Sin Pudor y, por supuesto, a 2 Minutos. Programar a los argentinos al iniciar el evento, con las apariciones de Panteón Rococó y Draco distribuidas durante el día, fue una jugada que sin duda alguna le dio un empujón enorme y bien merecido a proyectos notables como los de Los Suziox de Medellín, Acid Yesit de Pasto y Los Makenzy de Bogotá, en una tarima que nunca estuvo vacía. Y por si alguien quería decir lo contrario, esta es la prueba de que Rock al Parque sí contribuye al fortalecimiento de la escena local.
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Con tarima o sin tarima dedicada a ellas, las mujeres dieron algunos de los shows más contundentes. ¿Ahora qué?
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Desde el año pasado Rock al Parque puso en marcha una tarima con programación liderada por mujeres. Este año Salt Cathedral, Catfish, Lucrecia Dalt, Ismael Ayende y la Santa Cecilia fueron las encargadas de comandar el escenario Eco. Todas fueron impecables, se lucieron e hicieron que esta tarima fuera un paso obligado para los que estaban en búsqueda de nuevos sonidos y nuevas propuestas. Sin embargo, las mujeres no solo tuvieron ese lugar para mostrar su power sobre la tarima. Para la muestra algunos botones: Las brasileñas de Nervosa fueron las dueñas y señoras del primer día y se coronaron como uno de los mejores shows del festival; Sin pudor, la cuota punk encargada de abrir la tarima principal el último día se llevó todos los aplausos con una puesta de escena cargada de energía y un dominio de escenario envidiado por muchos; y para cerrar con broche de oro la tarima Bio: Mon Laferte, quien en su primera presentación oficial en Colombia, dejó con la boca abierta a quienes no la conocían, no solo porque dominó la tarima a la perfección, sino porque junto a ella también se presentó un número importante de seguidores que abren la puerta a más agrupaciones en su género. Esto nos deja pensando que si bien la tarima de mujeres fue un golazo, tal vez no es necesaria para que ellas brillen y de paso, deja abierta la pregunta de si quizá ese espacio se pouede aprovechar para otros experimentos como volver a revivir la electrónica en el cartel del festival.
¿Dónde están el reggae y el ska colombiano?
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Panteón Rococó y Los Caligaris fueron dos de las bandas que más reunieron fieles seguidores en sus presentaciones. Está comprobado, hay un público sediento de ska ¿Dónde están las agrupaciones nacionales de este género? ¿Hay una escena alimentado ese público? Y si las hay, ¿por qué razón no están presentes en el cartel de Rock al Parque? Por otro lado, y a excepción de Tijax o Valentain (bandas invitadas de los centros locales de formación artística), el reggae hoy sigue ausente en un festival donde tuvo un protagonismo importante por muchos años. Aquí también vale la pena hacer un análisis a conciencia del estado actual del reggae colombiano.
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La reivindicación de Draco Rosa con Bogotá
Antes de que finalizaran los 90s, Robi Draco Rosa viajaba por el continente latinoamericano promocionando su segunda placa discográfica “Vagabundo”. En ese entonces, hace ya más de 20 años, el lanzamiento y la gira de ese disco fueron catalogados por muchos como un fracaso. Sin embargo en el 1997, la revista Spin sí lo consideró una pieza maestra y paradójicamente, una década después Vagabundo se convertiría en un álbum de culto y se colaría en varios listados como uno de los mejores discos que ha parido el rock latinoamericano. Dos décadas después de que el artista puertorriqueño presentara ese mismo álbum en una edición del festival gratuito más importante de Latinoamérica, Draco regresó a Rock al Parque para el gran cierre de su edición número 23 en el Escenario Plaza del Parque Simón Bolívar. Su discurso fue tan emotivo que nos puso sensibles a todos. Con humildad y expresando un afecto y cariño sinceros por Colombia y por sus seguidores en este país, Draco confesó cómo visitarnos ha sido para él parte de su sanación. Draco se disculpó ante los cerca de 100 mil asistentes que presenciaban este significativo cierre con el show conmemorativo de los 20 años de Vagabundo, por la manera en que hizo su aparición en tarima cuando recibió esta misma invitación en el 98. Ahí, frente a varios miles de asistentes Draco contó que venía destrozado y frustrado porque la gira de Vagabundo no estaba dando los resultados que esperaba. En esa oportunidad cubrió su cara con una máscara. La noche de cierre de Rock al Parque 2017, en cambio, fue mágica y vimos a un Robi que bailó varias veces como hacía rato no lo veíamos hacerlo, que volvió a mostrarse fuerte y que en un momento de agradecimiento y honestidad total, se quitó las gafas oscuras que siempre lleva puestas y mostró sus ojos aguados por la emoción que le significó tener la oportunidad de volver a hacer este show en el escenario que con tanta euforia lo recibió hace ya casi 20 años. Fuimos varios los que lagrimeamos de emoción escuchando canciones como Penélope. Blanca Mujer, Brujería y Para no olvidar en un Draco Rosa que sabía que nos había quedado debiendo algo.
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¿Qué más se necesita para que el Festival deje de tambalear cada año?
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Que nos hacen falta lecciones de tolerancia, sí es cierto; y que no todos valoran como deberían el festival que la ciudad les entrega, también es cierto. Pero que esta es una de las celebraciones musicales más cabronas que existen en el continente, es algo que corroboramos cada año cuando llega una nueva edición de Rock al Parque y nos paseamos de tarima en tarima durante los 3 días que dura. Que se llena se llena (a ratos más, a ratos menos), que el nivel de las bandas que nos visitan no es cuestionable, y que para las locales y las nacionales esta es una tarima que les abre muchas nuevas oportunidades, de eso no hay duda alguna. Entonces que la administración que esté de turno deje de buscarle el quiebre para hacer fiesta con esa platica, que deje de ponerlo a prueba cada año y de hacerlo tambalear con significativas reducciones presupuestales, que de manera preocupante van en aumento. El día que Rock al Parque deje de mostrarse y de sentirse en riesgo, tal vez la empresa privada decida hacer apuestas mucho más significativas para aportar a su perdurabilidad y a su crecimiento como el importante festival que es para la ciudad y para quienes llegan cada año para vivirlo.