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El líder que cambió la historia de la lucha LGBT en Colombia

Manuel Velandia nos cuenta cómo cimentó un movimiento que sigue luchando por la igualdad de género.

Manuel Velandia es un santandereano que llegó a Bogotá hace más de cinco décadas. Tenía 15 años cuando entró a la universidad a estudiar sociología; carrera a la que, unos semestres después, le sumó filosofía y teatro. En su casa recibió una educación tradicional, religiosa; durante su infancia se hablaba de todos los temas sin prevenciones. Cuando tenía 12 años un cura se aprovechó de su inocencia y de la poca malicia que tenía Manuel. Lo llevó a su oficina y lo masturbó por primera vez. Un hecho que él contó en una cena en su casa y que no trascendió hasta que llegó a la universidad: “El cura me jodió la vida, pero en esa época yo no pensaba que alguien así podría hacer cosas malas”, cuenta Manuel.

Fotos Cortesía Manuel Velandia .

Desde adolescente fue muy activo en eventos relacionados con el arte. En la universidad organizaba ciclos de cine en la Cinemateca y, en una de esas proyecciones, conoció una persona que fue importante en su vida y que causó inquietudes políticas que servirían para sus próximos avances. Era un profesor francés que pertenecía a un grupo de derecha llamado ARCADIE. A este grupo pertenecían homosexuales que se avergonzaban de su identidad de género; el  grupo actuaba como barrera protectora para que sus integrantes pudieran ocultarse de su familia y de todo el mundo; también apoyarse, pero no para salir del closet, sino para mantenerse ocultos. Su nombre era Jean Baptiste y había venido a Colombia justamente para eso, para ocultarse de su familia.

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León Zuleta

El ARCADIE y las charlas que tenía con Jean motivaron a Manuel a crear un movimiento político que hablara de sexualidad en Colombia. Inicialmente no pensaban en un movimiento homosexual, sino que hablara de sexualidad en general.

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Manuel y algunas personas llevaban un mes organizando lo que iba a ser el movimiento. Lina, una de sus amigas más cercanas, le contó que en el país había un movimiento homosexual y que a su líder lo había entrevistado para una revista trotskista. Era León Zuleta, un paisa, profesor de la Universidad de Antioquia.

“Llamé a León y le dije que había leído el artículo y que me interesaba organizar un movimiento sexual. Él me aclaró que lo que él tenía era un movimiento homosexual y me preguntó que si me interesaba. Yo le dije que sí. Cuando hablé con él fue la primera vez que dije que era homosexual. Nunca le puse una carga moral o lo vi como algo sucio, abominable, enfermo, o como si fuera pecado. Pero uno no anda contando la vida sexual”.

Nace el movimiento Gay

El 9 de abril de 1976 se reunieron por primera vez 32 personas homosexuales para crear algo llamado Grupo de encuentro por la liberación de los Guëis . (GELG). No escribían el anglicismo gays porque eran anti yanquis. León Zuleta viajó a Bogotá y se reunió con ellos. El paisa pertenecía a un movimiento que se llamaba Sexpol y les trajo un libro muy importante dentro de la literatura universal gay: El deseo homosexua l, de Guy Hocquenghem . El autor de aquel libro era un escritor que fue expulsado del partido comunista por ser homosexual, pero era amigo de personajes como Jean Paul Sartre o Simone de Beauvoir, los más importantes pensadores de la Sorbona, con quienes compartía inclinaciones políticas. El grupo leyó el libro y, en conjunto, entendieron el discurso para articular sus proclamas por los derechos sexuales y políticos.

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“Es algo en lo que yo sigo trabajando. Ser político no es ser homosexual, sino ser marica, en el sentido de que lo que te hace subversivo es poner el culo, no penetrar, porque penetrar sigue siendo un hecho falocrático, y el homosexual que penetra sigue cumpliendo con las ideas y las labores sexuales del macho. En cambio, el que pone culo rompe con todo el esquema de lo que se espera del macho. Nosotros reivindicábamos el derecho a la pluma (amaneramiento) como un ejercicio político que todavía es un problema, porque vivimos en un esquema muy macho”.

Sus primeras reuniones eran en la biblioteca cristiana Emanuel Mounier en Bogotá, de donde fueron expulsados cuando se enteraron que no eran un grupo de estudio. Cerca de 70 y 80 personas, de manera rotativa, lograron reunirse durante cuatro años en un lugar que no fuera un bar. Fue un logro organizativo. Hicieron un subgrupo de trabajo sobre artes, antiteatro, ballet preclásico y contemporáneo, escultura e improvisación. Querían demostrar el papel del arte gay en la cultura, lo llamaban arte marica.

Después de ser expulsados de la biblioteca el único lugar que encontraron para reunirse fue el Parque Nacional. Ahora tenían más de 200 hectáreas a su disposición, monumentos y árboles que eran cómplices de sus reuniones. Allí Manuel compartía sus conocimientos de oratoria con el grupo y se trazaron un plan para entrar en los sindicatos y filtrar el tema homosexual entre los simpatizantes y líderes sociales que también eran gays no públicos.

Para difundir y comunicar hechos y planteamientos alrededor del movimiento crearon en 1980 la revista Ventana gay , que en realidad se iba a llamar Ventana Marica , pero tenían claro que ninguna librería universitaria la iba a vender con ese nombre.

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Nota en la primera publicación de Ventana Gay

En Ventana Gay colaboraban profesores de la Universidad Católica y de la Universidad Jorge Tadeo Lozano. En sus páginas proponían la despenalización asuntos urgentes como la homosexualidad. Cabe anotar que, en Colombia, hasta 1980 la homosexualidad era un delito que se pagaba con cárcel.

La estrategia del grupo siempre fue mantener alianzas con la movida cultural y los movimientos sociales y políticos. Ubicaron el grupo de abogados que discutían el código penal colombiano, pero puntualmente situaron a los que eran gays. Se reunieron con ellos y, de una manera ingenua, Manuel compartió una inquietud que tenía acerca de no discutir u ocultar el artículo de la homosexualidad del código. Aunque esta fue una insinuación que parecía irreal, los encargados de la legislación ocultaron el artículo y de esta manera fue como se despenalizó la homosexualidad en 1981.

La lucha por el reconocimiento

En los 80 las personas tenían miedo de que a sus amigos gays se los llevara la policía porque era delito. La policía llegaba a los bares y se llevaba a los homosexuales para Monserrate a las 4 de la mañana, los bañaban con agua fría y les botaban la ropa a varios metros de distancia, obligándolos a caminar desnudos en medio del frío. Manuel y su amigo Jaime idearon un plan para darle visibilidad al nuevo código penal colombiano. Ya no era delito la homosexualidad. Sacaron fotocopias y cuando la policía llegaba a los bares ellos se besaban para provocarlos y les mostraban la copia del código. No había delito. Este ejercicio, que se convirtió en un performance de protesta, lo repetían en varios bares.

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La IGA (Asociación Internacional de Gays, que luego se convertiría en ILGA, cuando entraron las mujeres lesbianas en 1986) premió a la publicación Ventana Gay como la mejor revista de América Latina. Con ese premio que obtuvieron organizaron en 1982 el primer Foro Latinoamericano Marica, del 28 a 30 de junio. En ese entonces, el movimiento ya había establecido una alianza política: “Nosotros éramos simpatizantes sandinistas, nos solidarizaron con la causa y nos poníamos el pañuelo sandinista para las fotos. Nos reunimos en el sindicato de la sede de educadores, porque ya teníamos muy buenos contactos con la mayoría de organizaciones”.

La primera marcha gay de Bogotá

El grupo de encuentro delineó el primer recorrido de una marcha gay desde el Parque Nacional hasta la Plaza de Bolívar. Cuando les aprobaron el permiso, la autorización decía: Plaza de Toros hasta el Parque de las Nieves. Aunque cambió el trayecto, era un buen comienzo. En la Nieves había una manifestación del sindicato de La empresa de teléfonos de Bogotá ETB, así que tenían tarima y micrófono para pronunciarse. 100 policías custodiaban la marcha y solo 30 personas, con media cara pintada de blanco y un triángulo rosa, que era el símbolo con el que marcaban a los ‘objetores de conciencia’ -así se llamaba a los homosexuales en los campos de concentración en Alemania y el número de la cédula en la mejilla.

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Fue la primera vez que les hicieron una entrevista sobre el tema. La manifestación fue cubierta por varios medios internacionales; el único periódico nacional que publico fue el Heraldo de Barranquilla. El 30 de mayo de 1982 quedó marcado en el calendario como el día que se celebró la primera marcha gay en Colombia.

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Tras el impulso de la marcha Manuel y Jaime siguieron organizando actividades para visibilizar a los gays en la sociedad.  Hicieron performances en Monserrate y el centro de Bogotá en los que se tomaban de la mano y se besaban para ver la reacción del público. Una acción que reveló un descubrimiento importante: la homofobia había sido interiorizada por los mismos homosexuales, pues las personas que los miraban y los señalaban en la calle eran, en su mayoría, homosexuales. Algo que actualmente también divide al interior de la comunidad.

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La inclusión en la política

Manuel dio sus primeros pasos en la política los dio por consejo de Piedad Córdoba, senadora del partido Liberal. En el año 2002 lo convenció de que era importante la presencia de los homosexuales en los sectores públicos. Manuel ya había conocido a la senadora Margarita Londoño, con quien creó en 1996 Los derechos para todos , una propuesta única que pedía derechos para los bisexuales y las trans. Una propuesta que, por cierto, no fue discutida en el senado. Pero ya se había ganado una buena carta de presentación, con la que, posteriormente, Piedad Córdoba planteó en un principio los derechos para las parejas del mismo sexo. No obstante, la idea que ella tenía era que los representara un candidato homosexual. Manuel aceptó el llamado y el partido liberal avaló en sus estatutos internos la participación de su candidatura, convirtiéndose en el primer candidato gay en el mundo en aspirar al senado por un partido político tradicional.

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En las elecciones del 2003 logró mayoría de votos y un espacio en el partido para plantear cambios en los estatutos internos. Su idea era conseguir que los homosexuales tengan derecho a participar activamente en la política y puedan ser candidatos, que el partido incluyera en sus propuestas el lenguaje de género y promoviera la participación de las minorías sexuales. Finalmente logró consolidar un equipo de personas para proponer esos cambios. “La gente votó por nosotros porque no entendieron. Vieron lenguaje incluyente de género y derechos de las minorías sexuales y creyeron que las minorías sexuales eran las mujeres. Con eso se lograba que tuviera cupo para presentarme como candidato al consejo como homosexual. En el 2005 surgió el Polo de Rosa, del Polo Democrático, el segundo partido del sector LGBT”.

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Manuel se las ingenió para hacer ruido con su campaña, ‘el único candidato que no tiene nada que ocultar’ y salió desnudo en la publicidad; aunque en realidad no estaba totalmente desnudo, hasta tuvo valla publicitaria en la calle 63 con Caracas de Bogotá.

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El día que iba a recibir el número para el tarjetón iba en gabardina y antes de que lo llamaran se quitó los pantalones y tapó su pene con una carpeta. Al día siguiente todos los medios registraron el candidato en peloto. Solo lo entrevistaban para hacer notas de farándula que él aprovechaba con estrategias para impulsar su campaña; les daba exclusivas de fotos y lograba hablar por los lados de política o por lo menos para que supieran cuál era su número para el tarjetón.  

“Soy la primera persona que habla en el mundo que los derechos sexuales y reproductivos no son nuestros derechos, porque no tenemos como meta en nuestras relaciones la reproducción, sino el placer. Era miembro de la sociedad colombiana de sexología, planteo eso en la sociedad y me nombran vicepresidente de la sociedad de sexología y director de la revista latinoamericana de sexología. Allí planteo todo el teman de los derechos sexuales para todos, para América Latina, y me invitan al congreso mundial de sexualidad en Valencia España para discutir esos derechos que ya salen como los derechos universales sexuales”.

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En el 2007, en uno de sus viajes por las conferencias visitó Cali para dar una charla sobre derechos humanos entendidos como derechos sexuales. Era la época en la que empezaron las investigaciones del paramilitarismo en Colombia. La conferencia era en la Gobernación del Valle. El primer senador al que detuvieron por tener vínculos con los paramilitares fue Álvaro Araujo, un senador gay que había presentado el proyecto de ley para legalizar las parejas del mismo sexo. Alguien en el público le preguntó a Manuel si pensaba que el proyecto de ley se caería. La respuesta fue contundente: “si se comprueba que Araujo es paramilitar yo prefiero que el proyecto de ley se caiga, yo no quiero que un asesino me consiga derechos”.

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Esa frase, aunque fue la frase política de la semana, también le significó una  amenaza de muerte para él y toda su familia. Manuel tuvo que abandonar Colombia en el 2007. Viajó a España, donde recibió asilo por 12 años. Fue una época en la que continúo estudiando y adelantó un proyecto acerca de víctimas del conflicto armado; también le dedicó tiempo a la fotografía, para reunir el archivo histórico que cuenta las luchas y las acciones que han escrito la lucha por la igualdad de la comunidad LGBT en el país.

Hoy Manuel, a su regreso a Bogotá, continúa con su trabajo como defensor de los derechos humanos. Es una batalla que ha dado desde hace más de cuatro décadas. Sigue vinculado al arte, a la fotografía (‘Correspondencias virtuales’ es un proyecto que expondrá en unos meses) y la docencia. Su agenda lo mantiene ocupado entre charlas y participaciones activas del movimiento LGBT. Actualmente, también, es candidato para el consejo consultivo Distrital para la curul de Derecho a la salud y el trabajo.  

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