Si quieren vivir, conocer y sudar la verdadera cumbia, la clásica, la que dio a luz todo el boom que desde hace unos años se ha tomado pistas de baile de todo el continente, hay que viajar a El Banco, Magdalena. Si van a ir, pregunten por el Festival de Cumbia. No se van a arrepentir.
Por: Raúl Riveros // Fotos: Pedro Rafael Noguera
La cumbia es más que un género musical en Colombia. Es un estandarte del país que nos identifica en todo el mundo y es uno de los principales referentes de los colombianos, aunque su zona principal de difusión sea la Costa Caribe. Para vivir el festival dedicado a ella, es necesario dirigirse a la Depresión Momposina al lugar de donde partió La Piragua de Guillermo Cubillos, donde El Pescador habla con la luna y donde la peste mató al Gallo Tuerto de José Benito Barros Palomino: El Banco, Magdalena. De allí es oriundo este maestro, considerado por muchos el mejor compositor que ha tenido Colombia y que fue tan diverso en sus canciones como lo es el país, alimentando nuestro folclor con temas en muchos de los géneros musicales del caribe y además componiendo tangos y boleros.
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Uno de sus objetivos en vida fue la conformación de este Festival, para salvaguardar el patrimonio que es la cumbia y no permitir que con el paso de los años y la llegada de nuevos ritmos pase a un segundo plano. Por eso resulta muy emotivo ver el concurso de parejas bailadoras, sobre todo en las categorías preinfantil e infantil, donde niños y niñas exponen ante el público todo su talento en una plazoleta ubicada al borde del viejo puerto que tanto inspiró al Maestro Barros y del que tanto hemos oído en sus canciones. Desde pequeñitos aprenden a marcar el paso del llamador con una postura firme pero al tiempo cadenciosa y fluida, a moverse despacito, siempre pendientes de la pareja, sincronizando los movimientos siguiendo el sombrero del macho y las mujeres con su velón en lo alto. En las parejas mayores se esboza una mayor experticia y una gran coordinación entre los dos, bien cerquita uno de la otra, sin contacto físico pero con la conexión emocional producto del coqueteo, con pasos controlados, sonrisas, miradas y toda la pasión que surge tras cada repique del tambor. Para la presentación final de las parejas mayores el encargado de tocar la flauta de millo no es ni más ni menos que el maestro Pedro Ramayá Beltrán, que en la edición 2017 del Festival estuvo en El Banco.
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Los concursantes se presentan de manera colectiva, cuatro parejas a la vez, y lo hacen a manera de Rueda de Cumbia, en parte para que el jurado los pueda observar con la mayor claridad posible, pero también para mantener esta forma de baile, que nos dirige a los propios surgimientos de la cumbia, hace casi cinco siglos, cuando los indígenas del país de Pocabuy que poblaban estas tierras hacían un ritual fúnebre en el cual ubicaban el cadáver en una tarima y bailaban alrededor mientras se lamentaban y manifestaban su tristeza. Las mujeres tenían un velón en su mano derecha, para alumbrarle al muerto su camino. Esta teoría, que respaldaba el maestro Barros, deja por fuera de los inicios de la cumbia a los afrodescendientes, situación que se evidencia en el baile, ya que a diferencia de Barranquilla y otras ciudades cercanas a los puertos donde llegaron los esclavos, en El Banco el hombre baila con menos soltura, sin agacharse tanto y sin esos movimientos propios de los negros.
Paralelo al concurso de baile está el de la canción inédita, donde diferentes maestros y compositores presentan un tema nuevo, todos con la lírica dedicada al pueblo, a la música y a la mujer. Se puede apreciar el enorme talento que tienen y es muy grato ver que los participantes no son solamente de la costa, sino que hay varios del interior que han tenido una relación muy profunda con la cumbia y que demuestran el alcance a nivel nacional que ésta tiene.
Una vez finalizadas las primeras rondas de estos concursos se prepara el desfile Pocabuyano, donde además de las comparsas y las bandas se puede apreciar a las candidatas al Imperialato Nacional de la Cumbia. Hay mayoría de participación costeña, pero también hay representantes del interior del país, que deben competir bailando, mostrando su belleza, elegancia y conocimiento sobre la cumbia. El numeroso público, compuesto por turistas y principalmente por los habitantes del municipio y de otros vecinos, en su mayoría familias alegres que llevan a sus niños a que se integren con el folclor nacional, a gozar y a recochar, las puede apreciar mientras se entretienen bailando y tomando trago mientras pasa el resto del desfile.
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Llega la noche y con ella la oportunidad para que los visitantes bailemos en el Cumbión de Justiniana, en el barrio El Banquito, donde el grupo Kumbé & Tambó deleita tocando los mejores temas de cumbia clásica y moderna. Los organizadores nos piden que bailemos en formato de Rueda de Cumbia y tratamos de hacer caso, pero con los músicos en tarima es difícil mantenerlo, ya que no hay un referente en el medio; lo ideal sería poder bailar alrededor de ellos. Con tanta emoción la rueda se va dañando poco a poco y cada quien baila por su lado. Nos damos cuenta de lo complicado que es imitar a los bailarines del concurso, aunque ellos lo hagan ver tan fácil. Es difícil lograr ese desplazamiento en el que pareciera que uno va flotando, mantener la postura firme y poder expresar todo el sentimiento que genera la cumbia sin necesidad de tanto movimiento o arrebato.
El público pide tambora, mapalé, garabato, bullerengue y otros géneros folclóricos y la agrupación nos complace. Muchos de los que asisten a este evento son bailarines de universidades o de comparsas que vinieron a presentarse en el desfile, así que hay mucho talento sobre la calle 2 con carrera 11, la esquina elegida para esta magnífica noche donde nos dejamos llevar de un lado a otro por la flauta de millo y la tambora y donde todo son sonrisas y alegría. Músicos aficionados suben a la tarima a exponer su talento ante el público que quisiera que esta fiesta no acabara nunca y que no tocara esperar a un festival de este tipo para tener la oportunidad de pasar toda una noche a punta de música folclórica sin verla perturbada por la música comercial actual.
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El último día del festival está marcado por las rondas finales de los diferentes concursos y por la algarabía de las delegaciones que vinieron a apoyar a sus reinas. En todas las calles del pueblo se respira cumbia, hay grupos que salen a tocar en la plaza en tarimas improvisadas, turistas que llegan al muelle para dar un paseo en piragua por el Río Magdalena y se ve a las reinas tensionadas preparándose para la coronación. Llega la noche y todos nos dirigimos a la tarima fluvial con forma de piragua donde se realizará la final de todos los concursos y se conocerán los ganadores de cada categoría.
Tras una extensa jornada, donde había público hasta en las ramas de los árboles para poder ver la función, la representante de Sucre, Maria Kamila Vergara Mogollón, se coronó como la Emperatriz Nacional de la Cumbia 2017-2018 y quedó con la responsabilidad de trabajar arduamente durante este año para que se hable más y se sepa más de cumbia. Este género ha llegado a Argentina, México, Perú y otros países, con ciertas alteraciones propias de cada lugar, y aunque en todos se reconoce a Colombia como su gestor, dentro del país se debe incrementar su valor y se debe trabajar para mantener sus raíces. No todos tendrán la oportunidad de venir a El Banco a este mágico festival a desayunar, almorzar y cenar cumbia, así que le Emperatriz tendrá la misión de llevar todo el folclor que se vive y se siente en el municipio del maestro Barros al resto del país.
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