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¿Qué le falta a la escena musical del Caribe?

Hablan periodistas y promotores sobre la escena en la costa.

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En la primera entrega de una revisión a la escena musical del Caribe, los artistas de la Costa estuvieron de acuerdo en que lo ideal para que la escena musical mejore y crezca es unir fuerzas y no esperar a que grandes promotores créenlos espacios de difusión necesarios. Ahora es momento de saber cuál es la opinión los promotores y gestores culturales de Santa Marta, Barranquilla y Cartagena. 

Por Silvia Juliana Suárez // @silviajulianaa

Óscar Zuluaga es gestor cultural y el dueño del emblemático bar de rock Crab’s en Santa Marta. Según él, en la ciudad p oco a poco se ha ido formando un público interesado por escuchar grupos independientes , esto gracias a la ayuda de medios como Radiónica y Unimagdalena radio. 

Un punto importante en relación a formar público es conocer y reconocer el contexto en el que se trabaja. “Nosotros venimos desde la escena bogotana pero hemos sido consecuentes con la escala, en Bogotá hay 20 millones de habitantes aproximadamente, mientras que en Santa Marta tenemos 600 mil habitantes totales. Lo que hemos hecho es ser realistas y hemos ido cultivando un público que nos acompaña en los festivales, pero tampoco esperamos que sean eventos masivos de llenar un estadio, porque somos conscientes de los tiempos y la necesidad que tiene el medio de crear un sonido y una identidad propia”, asegura Óscar.

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Según Óscar, en Santa Marta en los últimos años se han abierto espacios musicales: “la Universidad del Magdalena anualmente tiene una semana cultura en la que tenemos un espacio que se llama Unimagdalena rock fest. Ahí se presentan grupos locales, pero al mismo tiempo la idea es que sea un espacio para el intercambio cultural en donde también se presenten invitados nacionales”. También nombra otros escenarios como El toque del sábado, del que hablamos en la anterior entrega, y festivales distritales de rock que se han formado con la ayuda de la alcaldía distrital. 

En cuanto a la difusión por parte de los medios de comunicación locales, Daniella Cura, gestora cultural barranquillera y parte del equipo del Carnaval de las artes, asegura que en Barranquilla no hay medios especializados, lo cual afecta la escena. 

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“Digamos, la banda independiente que tú escuchas en Javeriana Estéreo, la escuchas y luego te das cuenta que tiene un concierto y tú la vas a ver. ¿Allá cómo te enteras tú? Debería estar más consolidado el periodismo cultural, teniendo en cuenta la cantidad de música que sale de ahí, pero tú como músico no tienes espacios para darte a conocer en Barranquilla. ¿Cómo vas a consumir un concierto cuando no tienes manera de conocer quién es la banda?”, explica. 

En cuanto a los escenarios para conciertos en cada una de estas plazas, Daniella Cura asegura que en la ciudad no existen los escenarios idóneos para conciertos. “Barranquilla a diferencia de Cartagena no tiene un teatro grande desde el cierre del Amira de la Rosa en 2016. No hay un escenario cerrado bueno. El año pasado abrieron el auditorio de la Universidad del Atlántico, que no tiene las capacidades técnicas de un teatro así como los de Bogotá”, asegura. 

Además, denuncia que el año pasado sí hubo inversión para los Juegos Centroamericanos y del Caribe, mientras que a los espacios culturales se les relegó. “Funcionarios de la alcaldía afirman que los escenarios deportivos se pueden adaptar a eventos culturales, pero es que no es lo mismo. No es lo mismo porque no tiene las mismas condiciones técnicas de un espacio cerrado. No pueden decir que un estadio de béisbol es un escenario 100% digno para eso”.

Vanessa Pérez, productora de eventos culturales en Cartagena, asegura que en la ciudad hay tres problemas principales: “primero, hay ausencia de una apreciación de lo local. Segundo, la permisología, que es acomodada, costosa, que no es que tenga unas tarifas como tal si no que dependiendo del evento así se le cobra. Y tercero, falta de organización del propio gremio cultural y artístico de la ciudad, que prefiere trabajar individualmente en lugar de unir fuerzas”.

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Óscar Zuluaga es más positivo acerca de la situación en Santa Marta. La estrategia en la ciudad ha sido aprovechar espacios abiertos como plazas y parques, para hacer los diferentes festivales allí. 

En Barranquilla, la situación no es tan sencilla en cuanto a eventos musicales en espacios públicos. Daniella explica: “yo he hablado con picoteros y dicen que en los barrios del sur de Barranquilla no les dan los permisos para sus fiestas con picós. Los permisos solo se los dan a los eventos grandes y a las empresas , como hizo una conocida marca de cerveza en el carnaval con una calle muy principal. Nosotros, como Carnaval de las artes, nunca habíamos pagado tan caro los permisos como esta vez”.

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El obstáculo con los permisos en las alcaldías distritales es recurrente en Barranquilla y Cartagena. Vanessa Pérez, cuenta su experiencia: “hace dos años hice un festival que se llama Stereococo y lo hice en el marco de un festival brasileño que hacen a nivel mundial: el Grito Rock. En esta ocasión éramos más de 200 ciudades haciéndolo al tiempo. Cuando fuimos al Instituto de patrimonio y cultura de Cartagena (IPCC) a solicitar el apoyo nos dijeron que no nos podían dar el aval”. Sin embargo, asegura Vanessa, en últimas ocasiones ha observado aires de cambio de parte del IPCC, lo cual le da una esperanza a la escena independiente cartagenera.

Otro punto importante que toca Zuluaga es el de las salas de ensayo en la ciudad. “Los espacios que se están abriendo para que los grupos puedan practicar, “los ensayaderos”, poco a poco se han ido abriendo más. Esto le da la posibilidad a los grupos por un lado de tocar con buenos equipos, y por otro lado, un espacio que ya no es sentados en la cama de su cuarto todos apretados sin saber verdaderamente cómo suenan. Ellos ya tienen la posibilidad de ir ensayando en espacios idóneos”.

En cuanto al público, Daniella Cura asegura que en Barranquilla hay “un público que está en formación, está aprendiendo y creciendo cada vez más, sobre todo la gente joven. En la gente joven hay una fuerza de no querer ver lo mismo, pero al final es un nicho pequeño”.  

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En Cartagena el público es difícil, asegura Vanessa. “Desafortunadamente hay que tener en cuenta dónde suceden los eventos: ¿dentro o fuera del centro? El público que asiste a los eventos independientes que se hacen por fuera de la murallas es el público cartagenero neto. Ahí se mueve una comunidad grande, por ejemplo, la mesa distrital de hip hop de Cartagena cuenta con una población de más de 1000 personas”. 

Vanessa cuenta que se ha interesado por traer las propuestas que están por fuera de las murallas hacia adentro por temas económicos. “Todo lo que se hace en Cartagena se hace pensando en el público dentro de la muralla, que es lo que se vende dentro de la ciudad. El consumo de cultura y arte fuera de esos muros es otro. Es una frontera real que divide la ciudad y de igual forma afecta al público y los artistas”, explica.

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Además, Vanessa asegura que la perla que brilla por fuera de las murallas cartageneras son los picós: El rey de Rocha y El Imperio. “Si hablamos de conciertos en Cartagena, por ejemplo, el movimiento picotero tiene su propia forma de hacer conciertos. El Rey de Rocha representa la tradición, es como el papá de los picós en Cartagena. Sin embargo, hay un movimiento joven que también representa todo lo que culturalmente está pasando en la ciudad, que es El imperio. Ellos tienen una forma de hacer conciertos distinta, le han metido valorización económica, cultural y artística a sus shows: tienen música en vivo, músicos preparados, tienen un show. La experiencia es de un Megaconcierto, pero es con un picó cartagenero”.

Que las propuestas independientes reciban un público pequeño no quiere decir que no haya eventos con público grande. Por ejemplo, en Santa Marta, en el 2014, 20 mil personas fueron a ver a Carlos Vives en un escenario improvisado en la playa al lado de un edificio residencial. Actualmente, este tipo de conciertos se hacen en la Unidad deportiva bolivariana, un escenario deportivo construido para los Juegos Bolivarianos de 2017 con capacidad para 18.000 personas, donde se han presentado artistas como Systema Solar, Li Saumet y Trapical Minds.

En este punto es clara la diferenciación de público en las tres ciudades: uno grande y volcado hacia las propuestas más "mainstream" en la zona, como vallenato y reguetón; y otro menor y apenas en creación, interesado por propuestas independientes.

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La situación de los artistas y propuestas independientes en las ciudades de la costa es similar: un público en formación y crecimiento, escenarios acordes a las necesidades de ese público y poca ayuda de las autoridades distritales y culturales. Al parecer, lo necesario no es construir y abrir escenarios, entendiéndolos como lugares físicos para hacer conciertos, sino preocuparse por formar un público realmente interesado por las propuestas locales e independientes. Esto último, trabajando en equipo entre artistas y promotores de mayor y menor tamaño en las ciudades.
 

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