Hace exactamente 30 años, Miami Sound Machine estaba en la cúspide de su carrera con Conga!, una canción de su álbum Primitive Love y que cual colado de TransMilenio se metió a toda prisa en los listados de popularidad del mercado anglo. Para hacer más corta la historia, era la forma en que la gran industria estadounidense se congraciaba con la comunidad latina y la forma en que a la final éramos retratados los latinos: gente sin modales pero feliz.
Por: Chucky García @chuckygarcia // Foto: Gettyimages
Entre una formación y otra, Miami Sound Machine (donde mandaban Emilio y Gloria Estefan, para mal o para bien patriarcas del “sonido latino”) estuvo de moda por un buen rato, sin que su música le haya cambiado la vida a alguien. Pasado este tiempo, y cual carrera de relevos, ellos le pasaron el testamento de lo latino a otra gente como J-Lo y Ricky Martin, y ahora el encargado de llevar el palo en el hocico es Pitbull, lo que a todas luces no deja de ser una decantación bien desalentadora: al menos Miami Sound Machine era una orquesta, pero Pitbull, que se sepa, es un señor con un micrófono casi siempre doblando o cantando sobre una pista.
Al menos eso es lo que vimos de él en la última entrega de los Grammy, ceremonia en la que estuvo a cargo del cierre y en la que además, oficiando del bíblico rey Salomón, la Academia de la Grabación terminó dándole la mitad del gramófono que la mexicana Natalia Lafourcade merecía en su totalidad. Porque no nos digamos mentiras: ese Grammy a Best Latin Rock, Urban or Alternative Album era para ella y lo convirtieron en un empate porque obviamente el artista que cierra tan importante gala no se puede ir a casa con las manos vacías.
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El empate con la Lafourcade en todo caso es de lo que menos se acuerda uno sobre lo que pasó con Pitbull en los Grammy. Su show de El taxi (esa maliciosa canción que una vez se le instala a uno en la cabeza no se la sacan ni con grúa ni con lobotomía) acaparó las miradas por la aparición de la actriz colombiana Sofía Vergara.
Para los que se acuerdan muy bien de la película Pulp Fiction , hay una escena en la que el boxeador Butch es recogido afuera del cuadrilátero por una taxista de nombre Esmeralda Villalobos y quien le dice que ella es colombiana. Más de 20 años han pasado desde que se proyectó este clásico de clásicos de Quentin Tarantino, y Pitbull nos lo vino a recordar de algún modo con la aparición de la Vergara dentro de un taxi tan pequeño como la dignidad de nuestro país.
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Al día siguiente, algunos medios titularon “Colombia brilló en los Grammy” y otros lo calificaron de patético. Patético no porque a este sufrido pueblo lo hayan hecho quedar como un zapato en medio de una transmisión de cientos de millones de televidentes, sino porque a la final lo sucedido fue un designio de Pitbull, quien a su vez es un cliché y una mascota de esa latinoamericanidad que la industria gringa del entretenimiento y de la música se han encargado de reforzar y vender por tanto tiempo. Lo de Sofía Vergara en manos de Pitbull fue como poner una Barbie en manos de Funzo, el muñeco ese diseñado por los niños en sus escuelas y que se convierte en un éxito de ventas en el capítulo El gran embaucador de Los Simpson.
En 1986, cuando Pitbull era apenas un cachorrito de 5 años de nacido, “Conga!” se convirtió en el primer sencillo que por primera vez hacía parte al mismo tiempo de los listados Pop, Latin, Soul y Dance de Billboard. Y cómo olvidar su videoclip: en medio de una solemne ceremonia (la bienvenida a un embajador), un grupo de personas vestidas con ropas coloridas ven tocar el piano a un señor vestido de frac, y luego cuando el presentador de la velada los anuncia se toman la tarima con sus instrumentos de percusión y viento; y sus rimas calientes que en todo caso no dicen nada. Pero todo es tan caliente y feliz que hasta el embajador pierde la compostura y se une a la fiesta de esa gente sin modales pero feliz.