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Metaleros: las víctimas no tan conocidas del paramilitarismo en Colombia

Esta es la historia de cómo el paramilitarismo persiguió a los rockeros y metaleros de Santa Marta en los 90.

Fan del rock y metal en Rock al parque.
Fan del rock y metal en Rock al parque.
Foto: Archivo Shock.

Durante los 80 y 90, un mix de ignorancia, miedo al satanismo y prejuicios terminó por convertirse en una persecución real a todo lo que tuviera que ver con los metaleros o el rock pesado. Decenas de jóvenes fueron estigmatizados por la música que escuchaban o por las pintas que usaban. Incluso MUCHOS fueron acusados, sin fundamento, de delitos graves.

Así ocurrió, por ejemplo, en el caso real que inspiró al personaje de Eddie en Stranger Things . Pero no ocurrió solo en Estados Unidos: en Colombia, grupos de metaleros fueron víctimas del perfilamiento de grupos paramilitares, exclusivamente, porque les gustaba el rock.

A propósito de esa historia, el colectivo Casa Tachuelas, con ayuda del Centro Nacional de Memoria Histórica, presentóSonidos con memoria , un proyecto multimedia para recordar a esos jóvenes en Santa Marta que, por sus gustos musicales, su ropa negra o pelo largo, se unieron a la amplia lista de víctimas del conflicto armado colombiano.

La ciudad doblemente Santa

Santa Marta es conocida como la ciudad que es “2 veces Santa”, y los rockeros lo notaron. Marlon Molina, uno de ellos, narró para Casa Tachuelas que una vez le rompieron un casete de Metallica por considerarlo satánico.

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A finales de los 90 y comienzos de los 2000 hubo un auge no solo del paramilitarismo en Colombia, sino del pánico al satanismo en los medios de comunicación.

“Había mucho amarillismo alrededor del tema en los medios”, recuerda William, colaborador de Casa Tachuelas. “Contaban unas historias sacadas de no sé dónde y las musicalizaban con bandas de ese momento, como Sepultura, Ángeles del infierno o Iron Maiden. También mostraban a los chicos con las camisetas que usábamos. Los medios fueron detonante para hacernos sentir en peligro por ser diferentes”, agrega William.

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William narra que un periódico local publicó una foto del brazo de alguien con el logo de Sepultura tatuado y se describía como el símbolo de las sectas satánicas en Santa Marta, y todos los que lo tenían eran considerados satánicos. “Ellos no sabían lo que significaba Sepultura para el metal latinoamericano y mundial”.

Una noticia del periódico El Informador publicada en mayo de 1999 reportó que varios jóvenes samarios que habían asistido al concierto de Metallica en Bogotá habían estado en rituales satánicos y había preocupación del Clero en Santa Marta.

Del miedo a lo diferente a las amenazas e intimidación

William admite que en ese momento disfrutaba de la atención que recibía con su actitud y su "pinta". "No voy a negar que sentía algo de placer cuando la gente me veía raro. Eso es lo que uno busca de "pelado": darse un lugar, que te vean pasar y digan "Ahí va".

"Nos sentíamos orgullosos de ser metaleros y de las bandas que escuchábamos. Queríamos ser reconocidos, pero tampoco al punto de ser discriminados, segregados y de que nos quisieran desparecer.

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“De principio no sentíamos nada: sabíamos de las amenazas, pero sentíamos la calma de la inocencia, sabíamos que no habíamos hecho nada. Lo que no sabíamos era lo atrevida que era la ignorancia. Hubo terror, miedo”, cuenta.

William fue una de las víctimas de las amenazas, algunas de las cuales llegaban a través de chismes dentro del barrio o incluso panfletos que se referían específicamente e "los satánicos". Tres de sus amigos murieron en diferentes momentos, pero todos intimidados previamente por su pelo largo y ropa negra.

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“Me tocó irme 6 meses de acá, esta ciudad era muy pequeña y todos sabían quién era quién. Yo estaba en el último año de bachillerato, con un futuro y un montón de sueños. Luego me dejaron volver con ciertas condiciones: no vestirme de negro, cortarme el pelo, estar en mi casa antes de las 8 de la noche y no andar con mis amigos. Teníamos 17 o 18 años”.

Andrés Vidal, fanático del rock en Santa Marta en esa época, narró en un testimonio recogido por Casa Tachuelas, cómo un festival de rock que iba a realizarse en el Estadio de béisbol en Santa Marta, fue evitado por los paramilitares. “Iban a tocar Los de Adentro. Los paramilitares mandaron a que no se hiciera, y no se pudo hacer”.

Varios de los casos tomados en cuenta en la investigación de Casa Tachuelas apuntan al clan de Hernán Girando y Edgar Ochoa Ballesteros, alias Morrocoyo, quien fue un gatillero urbano del Bloque Norte en Santa Marta.

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En algunas zonas populares de la ciudad se decía: “Los morrocoyos son paramilitares que patrullan los barrios de Santa Marta”. A este clan se le atribuyen cerca de 2.900 asesinatos, según reporta Verdad Abierta. “Fue traumático, se sentía como una cárcel, muy horrible”, narra William.

A comienzos de los 2000, las personas que tomaban la vocería de los paramilitares fueron capturadas, otros dados de baja entre bandas. “Ahí hubo una liberación, como decir “el cazador fue cazado", y nos sentimos libres”.

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Con la llegada y masificación del Internet, los mitos alrededor del satanismo fueron disipándose. Pero el trauma de ser perseguidos y discriminados sigue presente en las mentes de muchos de ellos.

“Hay quienes creen que nosotros estamos buscando una ventana para visibilizarnos. Lo único que queremos es recrear una historia, una historia que prefería nunca haber vivido”, cuenta William, quien también agrega que, así como sucedió con los metaleros, también ocurrió con otras minorías, como afros y miembros de la comunidad LGBTIQ+.

Muchos de los casos que registró Sonidos con memoria no fueron tenidos en cuenta entre las millones de víctimas del conflicto armado. De acuerdo con William, de todos los encontrados en esta investigación, menos del 5% fueron reportados, seguramente por miedo, muchos se quedaron sin ser registrados.

La escena en Santa Marta persiste, a pesar de que hay pocos espacios para tocar y apoyo. "En ese momento hay muchas bandas de metal que se lo están tomando en serio", nos cuenta William. Crabs, por ejemplo, se mantiene como uno de los bares de rock más importantes de Colombia.

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Luego de varias décadas, Sonidos con memoria es un ejercicio histórico que reivindica no solo a los que fueron asesinados y por fin pueden limpiar su nombre, sino a todos los que alguna vez fueron víctimas de la ignorancia los prejuicios.

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