Es curioso, por no decir absurdo, por qué nos cuesta más hablar de la trayectoria de una persona que ha estado gran parte de su vida tras bambalinas, que de alguien que ha hecho carrera sobre las tarimas o los escenarios.
Por Chucky García // @chuckygarcia
Desde los primeros años de vida en que nos interesamos por la música, nos dicen que esta es una sociedad gobernada en lo más alto por un hogar de dioses, semidioses y algunos otros seres mitológicos que si bien han sido condenadas a una tercera línea de importancia en el Olimpo de la oferta y la demanda no dejan de ser deidades ante las cuales hay que postrarse.
Pero pocas veces nos invitan a descubrir los humanos y cultores de carne y hueso que están detrás, o mejor dicho, debajo, sosteniendo este mundo sobre sus hombros como unos Atlas, el titán a quien en la mitología griega condenaron a cargar el cielo para que estuviera separado de la tierra y los mortales no pudieran tenerlo a mano.
Publicidad
Algo así como a lo que en la mitología Covid-19 llaman “ Distanciamiento social ”.
Haciendo absolutamente lo contrario, valga la aclaración, en el caso de Mariangela Rubbini, hasta hace un par de semanas directora de Shock, hay que ser más específicos y decir que de lo que estamos hablando es de echarse al hombro no un planeta sino todo el sistema solar de la música colombiana, que no es pan comido ni poca cosa. Estamos hablando de capas y capas de diferentes artistas, bandas, compositores y creadores musicales en diferentes fases de desarrollo, apoyados unos en su propia independencia y otros por sellos multinacionales. Los que suenan en las emisoras comerciales y los que lo hacen en emisoras del Estado, comunitarias o universitarias; los que se hicieron famosos vendiendo cientos de miles de copias de discos en formatos físicos o los que ahora lo son con millones y millones de vistas, likes y reproducciones en redes sociales y plataformas de música en streaming .
Publicidad
También están quienes al unísono llaman “maestros” pero en muchos casos no tienen en qué caerse muertos; los que triunfan afuera porque aquí nunca les dieron una oportunidad de verdad y los que encontraron su propia manera de vivir de la música, siendo conocidos o respetados, echando raíces y cantándole a la vida en un país en donde esta no vale ni un Bolívar Fuerte.
Durante dos décadas largas y enteras, con sus días, sus noches y sus respectivas trasnochadas, y no por obligación sino por pasión genuina, el Atlas de Shock como marca, pero también como revista, portal de contenidos, premios y especie de Instituto Colombiano de Bienestar Familiar de la música local; fue Mariangela. O “ María Ángela ”, como aún le dicen algunos que hasta el sol de hoy no entiendo por qué no comprenden que es un nombre de una sola palabra, haciendo justicia además a una mujer, profesional, colega y amiga que es de una sola pieza.
Y no es, en todo caso, una figura que haya necesitado de títulos como “ Primera Dama del rock colombiano ”, “ Miss Colombia de la música ” o “ Manuel Elkin Patarroyo de la vacuna para contrarrestar la apatía por lo emergente ”, pues está visto y con pruebas fehacientes que Primera Dama es cualquier señora a la que le sostienen una sombrilla para que no le de el sol y no vea la realidad de todo un país; “Miss Colombia” solo hay una verdaderamente interesante y es la nueva grabación de Lido Pimienta para el reconocido sello internacional ANTI ; y Patarroyo es un zancudo que ha desangrado al Estado como descubridor de algo que nunca se terminó de inventar o desarrollar.
Rubbini ha sido más como una expedicionaria botánica, si entendemos nuestra música como un enorme ecosistema que tiene tanto de selva como de manglares, nevados o cañones alrededor de los cuales nacen, crecen, se reproducen y mueren diferentes especies de artistas; o incluso me atrevo a pensar en ella como una versión del profesor Gustavo Moncayo pero aplicada a su campo.
Publicidad
Como a ese caminante de la paz que se colgó una cadena en su pecho y durante 46 días viajó a pie desde su pueblo natal en Nariño hasta Bogotá para pedirle al Estado y a la guerrilla un acuerdo para la liberación de su hijo y todos los demás secuestrados; a Mariangela Rubbini también le tocó recorrer más de medio país para apoyar la liberación de la música emergente que en muchas otras capitales, ciudades intermedias y hasta municipios estaba atrapada por la ausencia de promoción en medios o el desinterés de las entidades de cultura de los gobiernos locales y la empresa privada.
Publicidad
Y cuando no, lo hizo en la búsqueda de nuevos talentos y la visibilización de las escenas sonoras más alejadas y menos conocidas, como la de nuestras islas San Andrés y Providencia.
Y que me perdonen ella y todas y todes por resaltar sus cualidades a partir de los logros de un hombre como Moncayo, a quien de todos modos su hazaña humanitaria le costó mil amenazas y en consecuencia el exilio; pero solo quise poner sus logros en las mismas viñetas de una serie de situaciones conocidas por muchos colombianos con tal de darle las justas dimensiones y alcances que tuvieron y han tenido en nuestra música. Comparaciones de las que también hay que anotar que no hacen falta para quienes hemos estado metidos con ella en el mismo río, de pies a cabeza o simplemente en la orilla chapoteando con las patas.
Ese afluente no es otro que ese por el que circula el talento nacional, que muchas veces se seca, que en otras tiene crecientes, que en ocasiones se contamina y en otras deja que las cosas corran diáfanamente. Nadando en este río algunos flotan y otros se ahogan, y si bien es cierto que muchos resisten hasta desembocar en aguas internacionales y de este modo logran saltar de la pecera chica a la gran piscina de la industria global de la música; las aguas parecen tener siempre el mismo curso o en su defecto uno solo, y no se cambia ni con dinamita ni con represas sino con la gente que como ella comparten una visión y no dejan de remar contra la corriente.
En el caso de Mariangela Rubbini, este enfoque tiene como evidencia y constancia expresa una serie de portadas de revista, desde las que ella le dio en Shock a Joe Arroyo, KISS y Rafael Orozco, hasta las que junto con el equipo de trabajo de la revista le otorgaron a Puerto Candelaria, Bomba Estéreo, Monsieur Periné, ChocQuibTown o Wendy Sulca. Mención aparte tienen las de otros artistas como Carlos Vives, J Balvin y Fonseca, y la de una conversación a puerta cerrada entre siete músicos, santos de la devoción de muchos, y el Patas del Centro Democrático, el hoy detenido Álvaro Uribe Vélez.
Publicidad
#LaMúsicaNosUne
Publicidad