AvenRec está en su mejor momento. En 2020, a sus 35 años, el beatmaker de Medellín sacó la miniserie de S.A.L.T , dirigida por Pablo Gallo, que construyó un universo visual y narrativo para su disco de 2018; publicó La Tierra Huek , un disco con Al2 El Aldeano que puso a rapear al cubano como no lo hacía hace una década; lanzó Characters , un disco con TeoCream que funciona como una exploración lírica y sonora de distintos personajes; y puso cinco pistas para Audio Descriptivo de Luis7Lunes, el disco del año del rap en español . En 2021 viene Verdor de N. Hardem, que contará con cinco beats suyos bellísimos. Este artículo existe, en parte, para que una racha así no pase desapercibida: qué titán, Aven.
Por Santiago Cembrano @scembrano
Desde su casa en las montañas de San Pedro de los Milagros, una hora al norte de Medellín, AvenRec consolidó un estilo nostálgico, con amplio espacio para la introspección entre samples que acongojan.
Su estilo es propio y, a la vez, está alineado con la vanguardia del rap contemporáneo. En la carrera, sus beats toman ventajas a través del menos es más: solo necesita un loop bien cortado de una canción romántica latinoamericana para generar un banger a concretar por el rapero de turno . Uno no sabe si llorar o hacer mala cara cuando sus pistas suenan.
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Rodeado de perros e imágenes de 2Pac , sentado en su estudio, Aven recuerda cómo han avanzado los últimos años, y su carrera. Es una tarde de un jueves de enero de 2021, y él está relajado mientras responde. Pero llegar hasta este momento dorado no ha sido rápido.
Como productor y rapero, hizo parte del grupo Da Distrikt , junto con D.J.H ., Crudo Means Raw y El Cura . En 2014 publicó El Compilado , que agrupó a talentos de la vieja guardia del sur de Medellín como Caña Brava, Alias Ramírez y Ultrajala. Rec Machine Da Mixtape (2016) fue un mixtape con Mano Armada (Cuba) Rapper School (Perú) y artistas de Medellín como Kiño o Mary Hellen. Y en 2018 llegó S.A.L.T, una metáfora de los beats como platos de comida que cristalizó el cuidado y amor con el que se acerca a la música.
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Antes de que la grabadora se encienda, suenan beats que tiene guardados: son bombas. El buen 2020 que tuvo solo lo motiva para que el 2021 sea mejor. Viene Verdor , de Hardem, en el que además de poner varios beats participó en la mezcla.
Está trabajando con D’Jazzo en su nuevo disco, y con él y TeoCream en el proyecto de Children of the Star. Sacará un disco con samples de sus canciones de salsa favoritas: Harissa . Habla de todo esto con entusiasmo y una sonrisa en el rostro. En su casa de San Pedro se concentra en el rap, y el rap le devuelve una cosecha generosa. Pero mejor sigan leyendo para que sea él el que narre.
Muchos de tus beats tienen una carga nostálgica fuerte, creo que es algo que caracteriza tu música y tu lenguaje hoy. ¿Cómo sientes tú esa emocionalidad? ¿Qué historia se esconde en tus pistas? ¿Cuál sentimiento te guía para hacerlas?
Sí, hay una nostalgia impregnada en mi música. Mi cucho escuchaba mucho Nino Bravo y Sandro; sobre todo Sandro. Ponía esa música y, estuviera con sus tragos encima o no, lloraba. Nos veníamos pa’ acá pa’ la finca y en la fonda ponía los vinilos y lloraba. Era muy melómano y declamaba poesía también. Lloraba y cantaba y me decía que escuchara música de verdad, que eso sí era música.
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Yo escuchaba en esa época a La Etnnia y El Ataque del Metano . Y mi papá era como “Marica, ¿vos qué estás escuchando ahí?”. Entonces a mí me tocaba verlo llorar. Yo le decía “¿Vos por qué llorás cada que ponés a Sandro?”. Y él me decía “¿Usted no escucha esa letra, güevón?”. Recalcaba mucho eso. Yo le decía “No, parce, quitá esa música, ‘ome. Pongamos otra cosita”. Me la mamaba un rato, pero vos sabés que uno de joven, con la ridiculez y la época del moco cree que se las sabe todas. No le paraba bolas.
Después de que él murió, empecé a apreciar esa música. Esa nostalgia es porque no la valoré cuando estuvo vivo, sino cuando ya estaba muerto y me acordaba de que era él el que la ponía. Eso me hizo hacer más énfasis en samplear esas cosas latinas tan brutales y nostálgicas. Vos escuchás la música de Sandro y él llora en los tracks, son lamentos.
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Yo tuve esos vinilos ahí un montón de rato, pero estábamos enfocados en samplear lo que sampleaban en la USA; eran mis inicios y estaba referenciado por todo ese rap chimba que nos gustaba y nos sigue gustando. Queremos llegar a esos niveles, pero nos habíamos olvidado de las raíces de nosotros. Ya pillamos que Roc Marciano, 38 Spesh o V Don samplean temas que suenan a lo latino, aunque pueden ser italianos. Inclusive Juju (de Beatnuts) sampleó a Sandro para Big Pun, y no sabíamos. Qué chimba volver a las raíces y a esa música que escuchaba el cucho.
Esa nostalgia que impregna esos beats es la tristeza que tengo por allá dentro de lo del viejo. Uno nunca termina de superar esas pérdidas fuertes familiares que uno tiene. Se superan externamente, pero internamente siguen ahí con ese chucito. Con el álbum de Luis, me dicen eso de Séptimo Round : que es desgarrador. A la gente le gusta escucharlo cuando está triste. Cuando estoy haciendo los beats y hay música que llega así, uno hasta lagrimea; y si tengo polas encima, peor. Bacano que la gente pille y sienta eso. Lo del viejo está todavía pullando.
¿Y esa música y esa emoción han sido columnas que han estructurado tu música recientemente?
Siempre tuve la música ahí, pero no sabía cómo samplearla. Cuando yo estaba aprendiendo, buscaba el pianito solo de jazz pa’ meterle boom bap noventero. No sabía que acá había música que daba para loops. Eso es loopearlo, subirle el pitch, hacer la maraña y ya. No hay que hacerles casi ni chimba, es el drumless. Pero no sabía. Yo tenía esa música, incluso escuché canciones de Sandro mil veces y llegué a samplearlas solo hasta hace poquito, ¿sí o qué? Así pasa con un montón de artistas que tenía en vinilo o que me pone mi tío cuando viene aquí, porque él se pone a camellar con La Voz de Colombia.
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Hoy yo siento que cada vez que una canción lleva un beat de AvenRec, se sabe que va a ser un gran beat. Pero eso implicó un desarrollo de tu habilidad, aprender a samplear al nivel que lo haces hoy. ¿Cómo sientes ese proceso y ese desarrollo?
De pronto la gente que no hace música se pregunta “Uy, marica, ¿estos manes cómo harán?”. Y al final es algo muy sencillo, güevón, como en el fútbol: la puta práctica. Es lo que hace al maestro. Es la fórmula que todo el mundo conoce. Es de darle y de darle y de darle. Yo tengo el mismo fucking piano de siempre y un MIDI. Es más bien un tema de esfuerzo, tiempo y dedicación: sentarse, escuchar el tema de principio a fin y tener la paciencia de pillar si el tema tiene algún pedacito para cortar; y no solamente en los intros y en el final, sino en la mitad. La experiencia también permite saber qué loop funciona. Vos sabés: lo parto aquí, aquí y aquí, le monto esto y lo otro. Es tiempo: aprendes a usar los programas y a darle.
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Cuando estaba cachorro y me gustaba el rap, yo no sabía qué era un beat. Pensaba que Biggie y 2Pac eran músicos. Uno veía a las bandas decembrinas acá y pensaba que esa era la música, no entendía cómo se hacía de otra forma. Ignorancia Sofisticada fue uno de los primeros que me enseñó: “No, marica, es que hay beatmakers”. Yo en esa época veía la música súper lejos. Los músicos eran Michael Jackson o Bob Marley, que era enormes después de muertos. Uno verse haciendo lo que hacían ellos lo veía imposible o muy lejano.
Antes de la entrevista hablábamos de productores como Alchemist, Pete Rock o Roc Marciano, que son veteranos que en el 2020 también sacaron grandes proyectos y no han dejado de perfeccionar y mejorar su sonido. ¿Cómo te sientes tú, que ya tienes varios años de experiencia en esto, en este momento de tu carrera?
Súper bien, contento. Así lo que nos está sucediendo sea local y todavía no muy internacional, creo que estamos en un momento muy chimba en el rap. Nunca lo hicimos por dinero, ni por fama: eso está claro entre nosotros. Pero se siente chimba que, así no sea un concierto masivo de 10.000 sino de 500, como el de Sison en diciembre, nos valoren. Ver manes maduros, no solo culicagados, gritando, sudando, levantando la mano y apoyando a los parceros que uno produce me parece una chimba, brutal. Nunca habían valorado mi camello así.
No quiero hablar de vieja ni nueva escuela, pero sí de edades. Yo empecé con artistas distintos de los que camellan conmigo hoy, que son más jóvenes y vienen con algo más fresco y, para mí, muchísimo más serio. No Rules, Lucho, Hardem, Lianna. Me siento muy en el momento. Yo tenía beats muy buenos antes que nadie los cogía y estaban empolvándose, y estos artistas los han valorado. Eso ha dado frutos. Me parece una chimba, me siento re bien. Falta bastante, pero vamos demostrando que hay música chimba y seria. Seguiré colaborando con todos estos manes, vienen vainas muy chimbas.
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¿Cómo crees que ha cambiado el ambiente de creación para ti desde que te viniste a vivir en San Pedro? Los que graban acá resaltan la energía especial que se siente acá a la hora de hacer música.
Esto era una casa vieja de campesinos, y mi papá la cogió y le puso la energía. La inició él y la terminamos mi hermano y yo. Esa energía quedó ahí y es bacana, la gente la nota. Y se sentía desde antes del estudio. Es el retiro, el verde. Pero verde hay en mucho lado, es la energía. Yo estoy acostumbrado a sentirla desde pequeño, me crie por acá, todos los fines de semana viniendo. Lo veo en la reacción de la gente cuando entra y ve el lago. Cuando me iba a traer el estudio, yo ya tenía una idea mas o menos de “Si yo tengo el estudio allá, va a ser una chimba. Porque sé que la gente lo va a valorar bastante”.
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Lo único jodido es la distancia. Al principio me asustó mucho, pensé que me iba a cerrar muchas puertas. Yo presenté a No Rules con Ignorancia Sofisticada, y ellos montaban historias allá en el estudio todos los días y yo me aburría como un niño chiquito. “Jueputa, yo quiero estar allá con estas gonorreas y esos hijueputas beats sonando. Jueputa, mis parceros. Yo tenía el estudio ahí al lado, ahí estuviera yo también”. Llegué a deprimirme un roce por eso, me frustró un poquito al principio, me asustó.
Pero fue como todo cambio, que al principio es azarante y duro. No hay cambio que encaje sin producir esas sensaciones. Y ya luego entra la costumbre. La gente empezó a caer y a cogerle el ritmo. El que no ha tenido transporte se las busca para subir en transporte público y yo los recojo en la entrada de la carretera. Al final estamos cerca de Medallo. Ya es una chimba. Todo el mundo me dice “Marica, no veo la hora de llegarte por allá”. Los que hacemos música lo sabemos. La meditación para mí acá ha sido muy chimba. Y lo veo en la cara de los demás cuando coronamos camellos y temas acá.
De cierta forma acá la prioridad se vuelve necesariamente la música, ¿no? No está el caos de la ciudad.
Yo me vine para acá por eso. Allá había mucho desconcentre, mucho ruido; no solo de decibeles sino interior. Mi estudio estaba en pleno Provenza. Necesitaba un espacio solo. Eso influye mucho en el color de la música. Acá estar acompañado es un parche, pero entre semana estoy solo todos los días con el silencio y el frío desde las 5 P.M. La nostalgia de mi música también la ha dado el lugar. No me siento triste, pero sí me siento solo, porque estoy solo. Estoy con mis perros y ya. Yo disfruto la soledad, pero en el interior te sentís solo ¿Quién no quiere compañía? La soledad influye cuando estás haciendo el diggin’. En Medallo estás en modo fiesta, ruido, bulla. Eso influye en el color de la música.
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Cuéntame del nuevo proyecto en el que estás trabajando, Harissa .
Yo siempre he sido muy aficionado a la salsa. Me la inculcó el brother, mi hermano. Yo siempre en el carro escucho Latina Estéreo. Siempre estoy shazameando temas y como “Uy, marica, qué chimba samplear esto”; un piano o cualquier cosita que esté por ahí suelta. Cuando empecé a tratar de samplear, se me hacía muy difícil, pero era por la poca experiencia que tenía. Y siempre quise hacer un álbum o un tributo a los temas chimbas de salsa que me gustan y me mueven las fibras, los que me acuerdan a cuando mi hermano me los ponía en el carro de pelado.
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No caletear los samples, sino que quede claro que es un tema de Héctor que me gusta, pero que hice lo mío. Como lo que El Arkeólogo hace con los temas decembrinos: no lo caletea, sino lo resalta. Ese es el trabajo del sampleo, convertir un tema de porro en rap, o de salsa en rap. Aunque no sea en el mismo pitch, si vos sos salsero y conocés el tema, lo identificarás de una: “Uy, este marica sampleó esto”. No es como a veces que uno no quiere que se sepa, y luego preguntan por Instagram y uno como “No, güevón, este marica pa’ qué me pregunta por el sample”. Son conchudos. “Investigue usted, marica. Yo me demoré un rato”. Pero esta vez quiero que sepan.
Empecé a cogerle el sabor a samplear salsa; a hacerlo así tuviera percusión, por ejemplo. Porque samplear El Ratón es muy fácil, ahí está el piano solo, ya mucha gente lo ha hecho. Tenía el reto de samplear Payaso de Raphy Leavitt o Café de Eddie Palmieri. Ahí le cogí el sabor un roce a poderlo meter con percusión, vientos y toda la vuelta. En Medellín la salsa se conoce. En mi generación conozco a muchos pelados a los que les gusta la salsa. Sé que van a reconocer de una los temas a los primeros cinco segundos. Quiero que sea muy musical. Que haya instrumentos junto a los samples.
Se llamará Harissa porque ese es el nombre de una salsa africana que allá le ponen a un montón de chimbadas, es la base de la cocina de ellos. Yo le quería poner nombre de alguna salsa, pero no quería ponerle Showy , Chipotle o un nombre genérico (risas). Me puse a pillar con mi hermano, y esta le pegó una chimba. La salsa viene de África, es un ritmo muy africano.