El pasado 7 de mayo los clubes de Berlín cambiaron su clasificación legal. Este giro de 180 grados opera como un blindaje para los más de 300 espacios para la música en vivo de la ciudad. ¿Qué deberíamos aprender en Colombia? Hablamos con gestores de Berlín y Bogotá.
Por José 'Pepe' Plata | @owai
Los clubes berlineses de música en vivo cambiaron de la categoría de entretenimiento y ahora se encuentran en la de cultura, según la determinación de uso del espacio en la legislación local.
Es un cambio no menor, pues, anteriormente, formaban parte de la clasificación en la que se encontraban los prostíbulos , casinos y casas de juego.
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Este triunfo de los clubes es el resultado de un trabajo arduo de discusión y unión a través de la organización Club Commission. Lutz Leichsering, uno de sus líderes, nos resume el proceso así:
Ya que las ciudades están cambiando rápidamente y los alquileres cada vez se encarecen más, se generaron muchas discusiones de cómo podríamos no sacrificar nuestra comunidad y dejar que los espacios culturales fueran transformados en centros comerciales o apartamentos de lujo. El proceso comenzó hacia el 2015 cuando fundamos la organización LiveKomm. Debido al cambio de la legislación en las construcciones, tuvimos que pasar a discutir en el Bundestag al senado de Berlín.
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Fueron meses de reuniones y de exposiciones acerca de la realidad de los clubes como espacios en los que primaba la expresión cultural sobre el uso comercial. Pero no es solo esto.
Antes de la pandemia, Alemania recibía más de 39 millones de visitantes al año, según datos de la Organización Mundial del Turismo.
Muchos de esos turistas se desplazaban a la ciudad con el solo deseo de disfrutar de dos o tres días de fiesta o música en vivo.
En los ya casi lejanos tiempos del Love Parade, se calcula que la ciudad recibía más de un millón de visitantes que copaban toda su capacidad hotelera por tres días , inclusive haciendo que la gente durmiera en parques o praderas cercanas.
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Se estima que los visitantes le dejan (o dejaban) anualmente a la ciudad la no despreciable suma de 1.8 billones de euros por gastos relacionados al turismo y ocio .
Así, el concepto "poor but sexy" (pobre pero sexy) tiene una vida activa en los espacios nocturnos que existen y que desde marzo de 2020 han estado en suspenso tras la pandemia.
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Más que un club, una familia
Los espacios para la música en vivo tienen dinámicas propias. Además de generadores de empleo son generadores de comunidad en el sentido más sólido del término (no como se suele utilizar para hablar de redes sociales, equiparando a la comunidad con los seguidores/consumidores).
Alrededor de los clubes hay contacto, se practican rituales y se reafirman creencias.
Estas dinámicas que dan sentido a la vida, como dice Erika Siekstely del club berlinés Panke, "permitieron que Panke, se convirtiera en un espacio donde, además del club, hay un café y una galería. Y lo que se creó fue una familia. Yo me mudé a Alemania desde Lituania y pude hacer esto aquí".
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Difícilmente otra ciudad ha desarrollado una cultura de club que ha alcanzado ya tres generaciones y que hace parte del legado propio de un lugar como la capital alemana.
¿Qué ganan con su nuevo estatus los clubes de Berlín?
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Este nuevo estatus les permite a estos sitios, primero, tener una tasa menor de impuesto de renta.
Segundo, los blinda frente a fenómenos como la gentrificación: un fenómeno que acecha en el periodo pandémico, pues bien son las constructoras con grandes capitales quienes aprovechan para comprar espacios que quedaron sin producir .
Y, tercero, facilita las condiciones para poder montar espacios nuevos en diferentes lugares de la ciudad.
Marcel Weber, del también club berlinés Schwuz, es uno de los personajes que reconoce la importancia de estos espacios: “Lo que sucede en los clubes de Berlín y escenarios de la música en vivo es cultural desde el principio. Pueden verse subculturas, música, performance y arte.”
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Para una ciudad con aproximadamente 3'700.000 habitantes, los clubes electrónicos y escenarios para música en vivo han sido una fuente de reunión que ha estado presente como un motor creativo y de reunión por varias décadas.
La tradición musical de Berlín
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En los tiempos de los "locos años 20" del siglo veinte, por ejemplo, los clubes de jazz fueron fundamentales para aceptar la diferencia y divergencia; se fundaron como refugio creativo en una ciudad que buscaba ser diferente de París y Londres.
Tras los años aciagos de la segunda guerra mundial y la posguerra, Berlín comprendió cómo los locales para la música en vivo y las discotecas se convertían en lugares de una autonomía y un privilegio único: el de conservar la independencia cultural y garantizar el privilegio del anonimato . Tanto así que David Bowie vivió en aquel Berlín dividido de los setenta y Nick Cave lo recorrió con emoción en los ochenta.
Después, con la caída del muro en noviembre de 1989, la ciudad empezó a vivir un florecimiento particular. Edificios y bodegas abandonados fueron tomados como espacios para fiestas y lugares de conciertos. Además, la incipiente cultura electrónica tomó a Berlín como su meca.
Un lugar sin código de vestimenta y donde el VIP no es necesario. Un lugar donde no se habla de venues , sino de espacios, clubes o bares sin darle alguna categoría rimbombante o un adorno innecesario proveniente de la industria anglo.
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Antes de la pandemia, la ciudad misma había celebrado la herencia de su cultura electrónica a través de la exposición No photos on the dancefloor . Una muestra de fotografías, testimonios y recuerdos desde 1989 hasta 2019 de clubes, eventos, volantes y más detalles alrededor.
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La muestra en fue tan exitosa que reunía personas haciendo fila por entrar. Las mismas que se forman en para entrar a lugares como Berghain, Panorama Bar, Tresor, Golden Gate, Club der Visionare , entre otros.
En Alemania, pocos días después del cierre de los clubes por la pandemia, se anunciaron medidas de apoyo para estos espacios. La ciudad cambió su aspecto y su ánimo.
Hoy, más de un año después, Berlín palpita lentamente para estallar pronto. Esta medida ya tiene vigencia, se anuncian eventos de testeo hacia el otoño y se calcula que para el año 2022, los grandes eventos vuelven a la ciudad.
¿Qué podemos aprender en Colombia?
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Justo en el momento en el que la ciudad de Bogotá anuncia la reapertura de su economía sin restricciones como toques de queda o pico y cédula, las discotecas, eventos deportivos masivos y conciertos no pueden regresar a la normalidad. O por lo menos no con sus aforos habituales.
Justo en el momento en el que el país habla del pico de la pandemia y de la ocupación de las UCIs, del Paro Nacional, de los bloqueos en las vías del país, de la visita de Luisito Comunica, de la reactivación de la pequeña y mediana empresa y de la primera línea, no hay un futuro claro para la reactivación de estos espacios, o las empresas asociadas a él.
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Muchos bares con programación de música en vivo, focos de las movidas más efervescentes de la capital, tuvieron que cerrar sus puertas.
Si bien hoy en el país hay convocatorias que fomentan la circulación de las artes dramáticas como el programa Salas concertadas, los escenarios para la música en vivo en la ciudad se conciben, únicamente, como establecimientos comerciales. No hay reconocimiento alguno de su valor social.
Jorge Palacio, músico y productor de Nuclear Digital Transistor e integrante del proyecto Kaputt (espacios nocturnos ubicados en la Avenida Caracas con calle 74 en Bogotá), dice a propósito:
Es importante que Berlín haya hecho esto. Es un reconocimiento a fenómenos del underground que han moldeado las historias de las ciudades. Nosotros llevamos catorce meses cerrados y no hemos recibido ayuda alguna. Al contrario, los clubes y bares han sido vistos como culpables de muchos de los males de la pandemia. No existe ningún problema en montar en avión, abrir los cines, llenar los Transmilenios y los buses con cientos de personas. Pero sí hay un problema enorme con dejar que la gente se divierta. El espaldarazo de las autoridades ha sido fuerte. Somos un gremio que no ha recibido ningún tipo de apoyo o ayuda. Es algo muy ingrato; somos parte de este paisaje urbano, de esta cultura, somos los gestores de muchas ideas y movimientos. Siento que las ciudades también se construyen alrededor de los clubes y dejarlos a la deriva no fue justo.
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En cualquier caso, hay un punto de partida que no está tan claro: la capacidad de asociación. Algunos sectores agrícolas, productivos, industriales y creativos han estado unidos por décadas en gremios o cámaras. En cambio, la unión gremial de clubes o discotecas no ha madurado.
Cada espacio tiene sus necesidades o su camino para recorrer. Si se piensa en lo que conlleva mantener un espacio en aspectos administrativos, operativos y curatoriales, hay frentes importantes.
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Camilo Rebeiz, que a través de su empresa Audionexos ha sido proveedor de equipos, montaje y logística para múltiples eventos, apunta a que hay una gran diferencia entre Alemania y Colombia: “En Alemania la música tiene una connotación social".
Además, agrega que con una posible reapertura habrá un hambre y afán de eventos y los proveedores empezarán una lucha para ver quién es contratado al ofrecer el menor precio . En otros tiempos, faltaban empresas para la cantidad de eventos.
Otro personaje con experiencia, como Gerardo Pachón, que ha sido dj y gestor de espacios como Cinema, Lov y Octava, habla de un posible retorno a la normalidad que tomará más de tres años .
Como alguien que ha vivido de la noche y le ha ofrecido a ella selecciones musicales y gestión, Pachón reconoce la importancia de la medida de Berlín: “Debería ser ejemplo en todo el mundo. Los clubes son un aporte a la cultura.”
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Pero si Berlín, da el ejemplo, el mundo entero, ¿lo tomará? Si Bogotá u otras ciudades colombianas lo replican, ¿estaríamos ante una reconsideración de lo que se puede hacer para fortalecer a la cultura?
Solo la unión, el tiempo y la música lo dirán.