Pese a la constante censura del metal en el país el último mes, llegó Knotfest para llenar este importante vacío. Un carnaval del metal , dos escenarios, trece bandas y quince mil almas sedientas del metal más oscuro y puro que hay sobre la faz de la tierra. Esto es lo bueno y lo malo que dejó la primera edición del festival en el país.
Por Nick Martínez // @NickXtatic | Fotografías por Natalia Pedraza Bravo // @PedrazaBravo
Sobran las razones de peso para hablar de una Bogotá metalera , eso no es ningún secreto. Miles de personas se congregaron para darle vida al mítico género, algunas de estas caminaron durante kilómetros para poder presenciar todo el arsenal de un carnaval que ya ha estado en México, Japón y, por supuesto, Estados Unidos.
Primero entremos en contexto
“¿El festival de Slipknot sin Slipknot?”, la frase más cliché de la noche cuya respuesta ya la ha dado la misma banda: “si el festival es bueno, no necesita de Slipknot para sobrevivir”. Y sí, así fue y muy seguramente así seguirá siendo. La tarde empezó a calentar motores con Kilcrops, High Rate Extinction y Pitbull. Con la llegada de Masacre al escenario principal, el Knot Stage, todo explotó gracias a que la banda presentó un setlist más oscuro, potente y contestatario, nada comparado a lo que se vivió en Rock al Parque de este año, definitivamente los papás de los pollitos metaleros. El escenario secundario, el Maggot Stage, llenó de metal sus amplificadores con la llegada de Cuentos de los hermanos Grind, Revocation, Goatwhore, Underthreat y Iron Reagan para cerrar la noche allí.
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El plato fuerte inició con Arch Enemy, de las pocas bandas que quedan hoy en día con una voz femenina capaz de poner a vibrar al ritmo de la batería, guitarras, bajo y voz gutural al mismo diablo si fuese necesario, pero fue con Kreator que el mismo demonio presenció en primera fila el poder de Kreator y sus más de 30 años de carrera, los alemanes invocaron tanto poder que el piso no para de retumbar al ritmo de sus canciones. Pero aún faltaba algo, faltaban los grandes y sobre todo, faltaba la llegada del mismo dios del metal: Rob Halford.
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ARCH ENEMY
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KREATOR
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Empecemos con la banda más magistral del carnaval: Helloween. ¡Qué poder! Ya los habíamos visto exactamente hace un año y su regreso no decepcionó a nadie. Tres guitarras, dos voces, un bajo y una batería invocaron todo el poder del Speed Metal de esquina a esquina, no por nada están a punto de cumplir 40 años de carrera.
Helloween: “Are you Metal?” Knotfest Colombia: “¡Heavy Metal!”
Para este momento la noche ya estaba en su más alto momento, era el momento de invocar al dios del metal y compañía. Era justo y necesario. Judas Priest llegó para cerrar el carnaval, una hora y treinta minutos del metal más puro. El mismo demonio le tuvo que pedir permiso a la banda para poder presenciar su poder. Es increíble que aún podamos escuchar a Halford en vivo y que aún pueda hacer todo lo que hace en el escenario: desde el cambio de vestuario hasta manejar su clásica moto para dar inicio a uno de los clásicos de Judas Priest: “Hell Bent for Leather”.
Lo bueno:
Es muy importante que se haya logrado culminar Knotfest en el país a pesar de la constante censura hacía el género. Ya lo vimos con la desafortunada percusión a la banda sueca Marduk y ahora con la c ensura a la banda española Ángeles del Infierno en Ibagué . ¿Por qué es importante? Porque a pesar de varios intentos por cancelarlo, se demostró que se puede convivir en paz, sin “quemar personas e invocar al diablo” como algunos fanáticos afirmaban fechas antes del carnaval en redes sociales.
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Los espacios de convivencia estuvieron agradables, aunque se quedaron cortas por la cantidad de personas. El museo pudo haber sido más interesante y el servicio a un vaso de cerveza no tan largo, un promedio de 30 minutos por fila es mucho tiempo.
HELLOWEEN
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JUDAS PRIEST
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Lo malo:
Varios factores logísticos: está bien que el concepto sea un carnaval oscuro, pero la falta de luz en el lugar hacía bastante difícil la llegada a los diferentes espacios propuestos para la convivencia. Ya de entrada, y como era de esperarse, gran parte del público llegaba tan ebrio que se caía antes de entrar al festival y ya adentro, como muertos en vida, caían uno a uno todos de negro y sin luz, hacía el paso un poco caótico al final de la noche.
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Como siempre, aún le cuesta a Colombia tener un espacio adecuado para la llegada y salida a eventos públicos de alto calibre. Ya no se trata de la frase cliché de “se va aprendiendo poco a poco de estos obstáculos”, se trata de exigir un lugar que sea capaz de cubrir las necesidades de miles de personas. Tomarse las calles porque no hay espacios para poder salir en orden no es nada seguro y mucho menos agradable.
¿Qué nos queda de esta primera versión?
Una agridulce experiencia. Las bandas clave de esta primera edición ya habían pisado el país en anteriores ocasiones y se agradece con el alma que hayan regresado con tan buen material, pero ¿dónde están aquellas que nunca han llegado al país y que ya han sido parte del Knotfest en años previos? Bandas como Avenged Sevenfold, Atreyu e incluso A Perfect Circle. Ya es hora de que lleguen, ¿no? De 1 a 10, la llegada de este carnaval en el país se lleva un 7.7. Una buena experiencia, pero es un festival que no propone mucho más allá de su estética, el gran plus se lo llevan las trece bandas que impregnaron de Heavy Metal las esquinas del festival, sin ellas, solo sería un festival más.
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