"Incluso durante la delicada complicación de salud que padeció desde 2015, Elkin Ramírez trabajó incansablemente para sus seguidores, y no por el típico cliché de que “los fans lo son todo” o por miedo a que dejaran de ir a sus recitales y se interesaran en otros grupos, sino porque entendía que era la única forma de seguir construyendo una audiencia"
Por: @chuckygarcia
Un día envié un Twitter que decía que una señora había puesto la canción “Vestido de cristal” y que se le habían visto los calzones. Y el primero en retuitear semejante bobada fue Elkin Ramírez, a quien no conocí precisamente por su humor; de las veces que hablamos en persona o por teléfono no recuerdo algún momento de hilaridad o una risotada y no porque fuera un amargado, más que nada la imagen que me quedó fue la de un tipo serio y con los pies bien puestos sobre el piso, amable en el trato y que llamaba a las cosas por su nombre.
En 2014 y a propósito de la edición especial de los 20 años de Rock al Parque, hablé con él en dos oportunidades y más que nada para extenderle la invitación que el Instituto Distrital de las Artes, Idartes, quería hacerle a él y a su banda Kraken para que hicieran parte de la programación, más aún cuando su aporte a toda la escena del rock y la música nacional jamás se han puesto en entredicho y otras bandas colombianas con iguales credenciales ya habían confirmado (como I.R.A., Aterciopelados y Pestilencia). En tono pausado, Elkin Ramírez me dijo que agradecía el gesto y que por favor le dijera a Idartes que esta vez no le era posible aceptar la invitación porque dicha participación podía perjudicar, en el buen sentido de la palabra, a los organizadores de los conciertos filarmónicos que la banda iba a anunciar pronto.
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En 2015, y a propósito de una nueva edición, volví a hablar con él para contarle que la invitación de Rock al Parque seguía en pie, y que si esta vez no se cruzaba con los planes de otros empresarios o promotores en el país que por favor lo considerara. De nuevo, agradeció que insistiéramos, pero expresó que efectivamente no solo estaban armando una serie de presentaciones sino que también le parecía prudente que su “cupo” fuera entregado a otra banda nacional, ya que Kraken ya había estado lo suficiente en el festival. La última vez en 2005, junto a la Orquesta Filarmónica de Bogotá y bajo un palo de agua que no logró dispersar a los asistentes sino que por el contrario los reivindicó en su causa: la de ser fanáticos de una agrupación que desde su primer álbum, hace exactamente 30 años atrás, tuvo un mensaje de unidad por encima de uno de división; y uno de libertad por encima de cualquier cadena, incluida la de la industria de la música.
Los primeros discos de Kraken salieron con dos de los sellos colombianos más grandes, Codiscos y Sonolux, pero luego la banda fue tomando el camino de la independencia y de la autogestión, y en ese cambio de dirección Elkin Ramírez no solo mantuvo un ritmo de trabajo inquebrantable sino un “tono” que lo hizo respetable como profesional (como cantante ya lo era). Y ese “tono” era a su vez la suma de varios factores, como el respeto por el trabajo propio y de los demás involucrados en el sector de la música, el entendimiento y aceptación de lo que significa ser una “figura pública” en un país en donde el rock de todos modos no es cultura de masas; y hacerse responsable de lo que las letras de sus temas crearon en cada una de las personas que iban a sus shows o compraban los discos de su banda.
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Incluso durante la delicada complicación de salud que padeció desde 2015, Elkin Ramírez trabajó incansablemente para sus seguidores, y no por el típico cliché de que “los fans lo son todo” o por miedo a que dejaran de ir a sus recitales y se interesaran en otros grupos, sino porque entendía que era la única forma de seguir construyendo una audiencia –y un territorio para la reflexión– más allá de las modas y los timonazos del negocio de la música en la era de lo digital y las redes sociales.
No era un tipo dispuesto a pasar por alto, en todo caso, los exabruptos de los que él mismo fue testigo como colombiano, y no olvido que en una rueda de prensa en el marco de la edición que celebró los diez años de Rock al Parque habló sin tapujos de los vergonzosos costos de la guerra frente a los irrisibles presupuestos para la educación, así como del papel de algunas multinacionales extranjeras que habían pagado las balas que se disparaban en el país contra sindicalistas y ambientalistas y mientras todos estaban mirando para otro lado o tomando gaseosa light.
Para todos aquellos que no tuvieron la oportunidad de oírlo hablar quedan todos los discos que grabó y publicó con Kraken, en los cuales –principalmente los primeros–siempre hubo además un clamor por la unidad nacional y latinoamericana, entendidas desde luego como la posibilidad de hacer parte de un bloque común en el que cada individuo hace su propia vida, decide por su propia cuenta y no se echa para atrás ante ningún tipo de abuso del poder.