Un curioso mutismo rodea la memoria sobre los primeros colombianos en grabar un disco de rap. Ahora que el género permeó varias generaciones, capas sociales y se incorporó a los circuitos mainstream (muchas veces) bajo la difusa y conveniente etiqueta de lo “urbano” revisamos su origen menos conocido. La historia arranca en Buenaventura. Los protagonistas: un extinto quinteto conocido como Los generales R y R.
Por Fabián Páez López // @davidchaka
*Artículo g anador del Premio de periodismo cultural para las artes 2019 - Categoría voces profesionales de IDARTES
Al movimiento hip hop se le asignó en los últimos años un lugar destacado en la cultura pop. El rap figura hoy como su expresión más certera y extendida; como uno de los acontecimientos más grandes de la música moderna. Desde la meca del género, Nueva York, hasta las urbes del tercer mundo, los jóvenes se apropiaron de él hasta el punto que las barreras que lo ubicaban como una música afincada en los guetos parecen haberse desdibujado. Pero en ese trayecto hacia los focos del mainstream, operado por lógicas industriales, hay que escarbar profundo para encontrar a los nombres que levantaron ese fuerte.
En Colombia, hasta hace muy poco, se empezó a documentar con orgullo el fenómeno. En parte por su lucha e impacto en el mercado norteamericano (que hoy suma no solo música sino también un buen número de películas, documentales y series, etc.), en parte por la pasión despertada en los barrios marginales del mundo. Por eso hoy, a diferencia de otros tiempos, hay instituciones pioneras que son merecidamente veneradas en Bogotá, como La Etnnia, Gotas de rap , Golpes o Raza Gangster; Rulaz Plazko, RH Klandestino o Alcolirykoz en Medellín; Asilo 38, Cali Rap Cartel o Código Rap en Cali. Su emergencia fue luchada, sufrida y resistida, no obstante hoy, aunque sus reportes de ingresos en el país siguen siendo bajos en todos los frentes, según la Encuesta de Consumo Cultural del DANE (2010-2016), el género representa el 21% de la distribución de escuchas por habitante en Bogotá, siendo la capital la ciudad que más consume hip hop. El abordaje, la mayoría de veces, se ha hecho desde y gracias al centro.
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Otra es la historia lejos de los grandes centros urbanos. Aunque el movimiento hip hop se ha juntado e intercambiado conocimiento desde mediados de los 90, poco se ha escrito, por ejemplo, de los repertorios inéditos de Sound Street de Turbaco (primer grupo de Walter Hernández, hoy vocalista de Systema Solar) o de Bester Boys en Barranquilla. Y, por razones que tienen que ver más con la violencia y la modernidad fragmentada del país, mucho menos se ha dicho de los primeros raperos de Buenaventura en prensar un disco , cuando grabar era un sueño más lejano y complejo que migrar a Estados Unidos.
Contrario a lo que afirman la mayoría de publicaciones , que ubican a El ataque del metano , publicado por La Etnnia en 1995, como el primer disco de rap, fue cuatro años antes en Buenaventura, un distrito portuario con una población 90% negra, que se engendró ese monstruo que hoy no para de reproducirse, mutar, nutrirse y sacar a la luz la marginalización: el rap colombiano.
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En Colombia, a finales de los 80, ya muchos parches habían incorporado el break dance y tenían el rap en la cabeza. Pero el extinto quinteto Los Generales Rap y Reggae dio el primer batazo, aunque su impulso fue violentado con los años.
Rapture : desde las orillas de Nueva York a Buenaventura
Blondie - Rapture
Para un pionero neoyorkino como dj Grandmasterflash codearse con el mainstream significaba, metafórica y literalmente, cruzar un puente: cualquiera de los que conectan a Brooklyn y Manhattan. Por la época en la que el rap todavía emergía como género, a principios de los 80, la "Gran manzana" veía cómo, a expensas del crecimiento económico concentrado en Manhattan, ardía la vida en los barrios periféricos. Eran zonas principalmente pobladas por negros hijos de trabajadores migrantes. Brooklyn, Harlem y el Bronx condensaron ese espeso hervidero de desintegración social, delito y revueltas, pero también de fiesta, experimentación artística y furia que originaron el hip hop.
Nueva York era (y todavía es) uno de los focos de la industria cultural norteamericana. No solo su opulenta arquitectura, financiada y ungida con el nombre de tipos asquerosamente ricos, fue levantada por las manos de los trabajadores (en su mayoría negros) habitantes de las zonas lejanas al bienestar, también la industria cultural que hoy reina en el mundo fue edificada por sus músicas.
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Hip Hop al Parque 2018: un encuentro con la historia A pesar de la desigualdad, la cercanía con el centro permitió que, en uno de esos vedados cruces hacia Manhattan, Grandmaster Flash, habitante del Bronx, se hiciera espacio como dj en las fiestas de los jóvenes blancos acomodados de la ciudad. Sembró la semilla del rap en el mainstream. En parte por la cercanía geográfica, en parte por los atributos narcóticos de su música, el mercado norteamericano conoció y adoptó tempranamente al rap.
Para 1980 ya había sonado con un éxito no menor Rapper’s Delight de Sugarhill Gang, pero fue Blondie, en ese entonces una de las agrupaciones más relevantes de Estados Unidos, quien puso al rap en el mapa. Lo hizo cuando Debbie Harry cantó estas líneas después de escuchar a Grandmaster: “Fab Five Freddie told me everybody's high/ DJ's spinnin' are savin' my mind/Flash is fast, Flash is cool...”.
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La canción, titulada Rapture e incluida en el álbum Autoamerican (1980), se convirtió en el primer videoclip de rap en aparecer en MTV, además de ser disco de oro y número uno en los listados de escucha. Fab Five Freddie, uno de los pioneros del hip hop y miembro del grupo de grafiti Fabulous Five, y Grandmasterflash, eran los aludidos en ese fragmento de tema.
Para los 80 se robusteció disparadamente el listado de raperos neoyorkinos y se firmaron decenas de álbumes ineludibles como los de Run-D.M.C., Whodini, Kurtis Blow, Eric B. & Rakim, Salt-N-Pepa, LL Cool J o los Fat Boys; todos ellos habitantes del Bronx, Brooklyn, Harlem o Queens. También se extendió a la costa californiana, propiciando la aparición del legendario N.W.A, pioneros del gangsta rap e instigadores de una de las más prosperas oleadas del rap norteamericano. Naturalmente, no tardó mucho en hacer eco fuera de las fronteras gringas.
Los Nandez ft. G Cardona – La historia del rap
La geografía de la propagación del hip hop en Colombia no varió mucho con respecto a lo que pasó en Nueva York. La estética hip hopper y la beligerancia verbal del rap encajaron con facilidad en las zonas periféricas. Pero su apropiación tuvo dilataciones y vías de acceso más complejas. En Bogotá, por ejemplo, cuenta Dj Fresh, b-boy y dj de rap pionero, que alrededor del 83 se armaron los primeros crews de break dance. Pero fue solo hasta 1988, con la aparición de varios títulos de rap en el catálogo de las casetas de la calle 19, que él empezó a pinchar discos.
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Sebastián Rodríguez, otro bogotano investigador del hip hop y cazador de reliquias de rap bogotano, agrega que la creciente oleada de breakers en la capital se dio por el impacto de películas como Beat Street (1984), Electric Boogaloo (1984) o Flashdance (1983), mientras que, a los puertos, los discos arribaron en masa más temprano, específicamente a través de Buenaventura y Turbo. Las primeras grabaciones de Run D.M.C, en el 83-84, tocaron tierra colombiana por esa misma época y ya circulaban entre los jóvenes, abriendo campo a la formación de los primeros grupos de break dance en zona portuaria. El flujo de la música seguía siendo, sin embargo, subrepticio y escaso. Grabar canciones tampoco había sido una opción hasta que, en el 89, después de un viaje a Panamá de Raúl Rodriguez (Rauliman) “se grabaron los primeros cuatro temas de rap colombiano, de Los Generales R y R: El malo , Me viro me varo, Perfecto Sonido y The Party” .
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En el 91, el mismo año que los caleños de Código Rap grabaron y prensaron un sencillo con dos temas, Cali is the Place y Fuera de fila, Los Generales viajaron a Medellín y grabaron su primer álbum, bajo el sello Colmusica S.A.
El rap y el break dance gringo, que en las grandes ciudades como Bogotá, Cali o Medellín atraían por la familiaridad entre guetos y la novedad estética, en Buenaventura significaban también una particular añoranza: embarcarse hacia Estados Unidos como polizón , irse para el norte, el norteñismo.
Polizontería: prólogo del rap colombiano
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Polizones. Flaco Flow y Melanina
Los primeros capítulos del rap colombiano estuvieron marcados, indudablemente, por el norteñismo: el sueño de viajar al norte. Durante los años previos al cierre de Puertos de Colombia, en 1991, la cifra de polizones era de más de 500 por año, según datos publicados por el periódico El Tiempo. Y aunque cada vez es más difícil, la práctica se mantiene. Desde 1995 hasta el 2003 se descubrieron 1.732 polizones intentando escabullirse en los barcos que atracaban en Buenaventura.
El procedimiento suele ser riguroso y calcado. Los polizones se ubican en Turbo o Buenaventura, buscan trabajo en los puertos o pagan para que los vigilantes de los barcos ignoren su presencia hasta que se encubren entre los contenedores. Zarpan con agua y panela como equipaje vital. Muchos llegan y nunca vuelven; muchos son descubiertos al tocar tierra; otros ni siquiera llegan con vida. Rauliman, último miembro vigente en la música de la alineación original de Los Generales, cuenta, era uno de ellos.
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“Cuando estaba chamaco fui para donde mi abuela al Chocó, a trabajar en un aserrío. Granizaba madera, tablas, recanteaba. Así me fui volviendo un hombre responsable. Después, vuelvo a Buenaventura y me pongo a trabajar en Puertos de Colombia; en el muelle, con mi papá. Él era embarcador de mercancía. A mí me tocaba separar la mercancía, meterle sellos de seguridad, archivar, embalar o vigilar. Ese era mi trabajo. Pero el sueño siempre era irme de polizonte para cualquier país en uno de esos barcos. Uno siempre miraba los Estados Unidos para irse de polizón y allá trabajaba en lo que fuera: vender droga, o lo que sea. Es una aventura. Acá tenemos una cultura de que, cuando vamos creciendo, de adolescentes, salimos a buscar el futuro. También le decimos ir a la guerra; significa rebuscarse. El objetivo es venir con plata para estar bien y ayudar a la familia”.
En el afán por buscar norte, con menos de 18 años, Rauliman terminó viajando a Panamá, empujado por el dólar y por la presencia de un primo suyo, el Propio Way. “Me embarqué con un amigo que se dedicaba a contrabandear. Fui en la búsqueda como contrabandista y allá empecé a rebuscármela en la calle y a conocer. Yo andaba con gente que estaba en negocios, les hacía los mandados y ganaba plata”.
De la mano del Propio Way, Rauliman conoció la briosa y ascendente movida musical panameña. El reggae extendía sus formas desde Jamaica y en Panamá fue acogido y traducido a un nuevo lenguaje por tipos como Renato, Nando Boom y Chicho Man. “Andaba con Propio Way por la city de Panamá. Allá ya había un proyecto de varios artistas llamado Los Generales. En ese proyecto participé yo con un tema. Juntos sacamos un 45 titulado La picazón , donde aparecen el Propio Way, Maelo (un compañero panameño) y yo. Ahí hacía los coros y los acompañaba en concierto. Fue por eso que quise ser cantante. Allá andaba de aprendiz, pero cuando decido venirme para Colombia me traje al Propio Way y organizamos la agrupación Los Generales R y R".
El nacimiento de Los Generales R y R
La primera formación de Los Generales R y R tuvo que reacomodarse prematuramente. Junto con Propio Way, Rauliman y su hermano, Chiki Bryant, en la canción El malo (1989), figuraron dos nombres que se embarcaron como polizones luego de grabar el tema en casetes y cintas metálicas: Yanderson (que viajó a Europa) y Jorlan (a Estados Unidos). En su remplazo aparecieron Johnny Yeng y uno de los raperos más versátiles y protagónicos de Los Generales R y R, Johnky Barry. Con esa nueva alineación completaron sus primeras grabaciones y viajaron a Medellín a grabar el disco que les significaría un relativo reconocimiento nacional. Algo que nunca se había visto para un artista del género en el país.
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En The Party, uno de los temas anticipados de Los Generales R y R, que finalmente no fue incluido en el LP, ya se habían puesto sobre la mesa las cartas del proyecto. Además de fiestero, era rap contestatario y local. Las influencias quedaron registradas: los Fatboys o Eazy E de N.W.A eran nombrados; introducían el rap como un nuevo estilo y le imprimieron un carácter testimonial fiel a los orígenes; se aliaban con lo social y atacaban las mafias y la droga (por entonces fenómenos sociales incipientes en el puerto). También citaban la cuna: Brooklyn y New York. Todo engranaba. El rapeo bilingüe de Johnky Barry, la novedad, la cercanía con el norte y la drogadicción como un problema generacional.
Según cuenta Rauliman, para mediados de los 80, las emisoras no sonaban mucho reggae o rap, pero ya había penetrado en Colombia, desde Panamá, Nando Boom y Renato; desde África, Alpha Blondie; desde Jamaica, Bob Marley; y desde Nueva York Run DMC, Salt N Pepa o los Fatboys. Los jóvenes del puerto mixearon esos referentes culturales, en cierta forma, ignorando lo que pasaba internamente: para ellos era importante aprender inglés, vestirse como los raperos. Quienes iban al norte y volvían, cargados con ropa de marca o discos, eran los que se imponían como referentes estéticos.
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“Cada que desembarcaba un norteño corríamos a escuchar los temas y las pistas que traían en la cara B de los discos. Con esas primeras grabaciones nosotros nos presentamos y revolucionamos localmente. Muchas canciones nunca salieron porque no se grabaron. Hay una que no aparece todavía, pero está grabada: Chica loca , ese era el hit del momento. No habíamos pensado grabar nada más, pero cuando presentamos el proyecto, el sello disquero nos dijo que quería un contrato y escogieron ocho canciones para que salieran en el LP. Desde ahí continuamos como una agrupación profesional”.
La primera portada era una alusión las clásicas escaleras de los edificios en Brooklyn y contenía muchos de los referentes estéticos de la época. La ropa, los colores, los peinados. Las letras, sin embargo, adaptaban la fiesta y el espíritu de denuncia a su entorno.
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Después de la grabación de ese primer LP, bajo la dirección de Milton Riascos, Los Generales R y R se mudaron a Cali y empezaron a acumular cancha en diferentes tarimas. Cuenta Rauliman que alcanzaron a compartir tarima con Carlos Vives, Millie Vanilli y Proyecto Uno. Pero el culmen de popularidad lo alcanzaron después de 1993, cuando lanzaron su segundo álbum, Tremendo Cup . Un vinilo con ocho canciones, rapeos más refinados y un mensaje más certero y anclado al entorno social, sobre todo en el tema de apertura, Hambre y desempleo: una lectura de la miseria, la desigualdad y la falta de oportunidades; también describieron, entre líneas, cómo funcionaba el norteñismo y la cultura del polizonteo.
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Aunque para el 93 la alineación era la misma, apareció un actor determinante para su historia. Se trataba de Freddy Williams, quien asumió el papel de manager luego de que Rauliman, buscando asesoría para lanzar un grupo paralelo que tenía, La nueva generación colombo, le presentara a Los Generales en Cali. " Con Freddy Williams hicimos el segundo LP y desde ese momento él maneja y se apropia de Los Generales. Eso nos tiró a lo internacional. Empezamos tener más éxito, a sonar más en emisoras de Cali para allá. Fuimos ganadores de varios Festibuga. Fuimos a muchos lugares. Fue un tiempo con mucho éxito. Fuimos los primeros en el género rap y reggae, los que comenzaron con este género acá en Colombia”, cuenta.
El declive de los Generales R y R
Si bien en ese entonces la época más cruda de la violencia no había golpeado con toda su fuerza a Buenaventura, la migración y las canciones de la banda eran un indicador de la escases de oportunidades. “En Buenaventura estaba todo bien. Los jóvenes aspiraban salir a buscar un futuro mejor, pero era poca la violencia. Había maleantes o cosas pequeñas, pero estaba todo tranquilo. La gente vivía de pura bacanería. Nosotros caminábamos de un barrio a otro tarde en la noche y no nos pasaba nada. Estaba sano, tranquilo. La cultura de nosotros siempre era viajar y venir bien. Teníamos una paz regional muy buena, pero del 95 para acá empieza a cambiar todo”, cuenta Rauliman.
Al tiempo que se agudizaba la disputa territorial entre grupos armados para controlar el puerto como corredor de droga, Los Generales R y R se desintegraban poco a poco. Después de grabar Tremendo cup, Johnky Barry, figura clave de la agrupación, fue asesinado. Se dice que fue baleado mientras estaba en un billar en Buenaventura. Las versiones apuntan a que un mafioso ordenó su muerte por, presuntamente, tener un amorío "prohibido".
El remplazante de Johnky fue un caleño, cuyo regreso resultaría determinante para la movida del reggae en Colombia, Bongoman. que había abandonado el país por el norteñismo reinante, pero no por las vías del polizonteo.
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“Yo estaba en Holanda y me contactó Rauliman como en el 93. En Cali ya había tenido mi banda, se llamaba Alta Tensión. Éramos un trío de beatbox. Con ellos nos ganamos un concurso de Todelar e hicimos una grabación en el 90. El productor fue Tiziano, uno que se parecía a Sandro; también participó Julio Cortés, pianista del grupo Niche. Pero eso se perdió, no lo lanzaron y ahí todos perdieron el ánimo. Formé luego un grupo que se llamaba La etnia rasta. Se cantaba mucha protesta y por eso el grupo no tuvo salida, nadie le grababa a uno si cantaba sobre racismo y socialismo …Los Generales, que ya habían grabado, iban a la ciclovía [lugar de reunión de los primeros raperos caleños] y nos distinguían…La gente de mi combo, los de estrato uno y dos tirando a cero, tenían la tendencia de irse como sea. A mí un primo que vino de Europa me presentó una chica, nos casamos en Suiza y nos fuimos a vivir a Holanda. En esas fue que me llamó Rauliman”.
Con el ingreso de Bongoman, convertido al rastafarismo en Europa, el estilo de Los Generales R y R pasó a ser más cercano al de las producciones jamaicanas. Paralelamente también creó la primera agrupación de reggae roots de Colombia, The Messengers.
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No obstante, la estabilidad no volvió nunca a la banda. Cuenta Rauliman que después de una época en la que no querían hacer música, Freddy Williams los llamó de nuevo para hacer parte de Los Generales. “Grabamos un LP, pero allí fue la vaina: ellos hacían los contratos y la negociación sin contar con nosotros. Tres integrantes ya no queríamos estar porque ellos hacían su negociación y a nosotros nos pagaban por concierto. Decidimos retirarnos Johny Yeng, Chiki Briant y yo, pero como había fechas pagas, deciden buscar unos remplazos para tapar ese hueco y continuar. Aparecieron unos nuevos Generales, que no se llamaban generales R Y R, sino solo Generales. El propio Way sigue porque lo obligan, junto a Bongoman y otros jóvenes”.
Johny Yeng y Chiki Briant, como pasó con los primeros integrantes, se embarcaron y viajaron fuera del país. Los Generales continuaron unos años y se subieron a la ola del merengue hip hop. Pero en el 96 Freddy Williams, convertido entonces en el músculo económico de la banda, fue asesinado. Cuenta Bongoman que cayó en la época post proceso 8000, cuando el desmantelamiento del Cartel de Cali empezó a cobrar víctimas en la ciudad.
Tras la desintegración, Bongoman se mudó a Bogotá a estudiar música, fundó las Panteras Negras y reclutó a una camada de músicos bogotanos entre los que se encontraban Tostao de Choc Quib Town; Pablo y Antombo, de Profetas, entre otros. Propio Way, miembro fundador, para ese entonces, se había alineado con Bongoman en el rastafarismo. Pero la caída después de la fama lo llevó a una situación liminal. Dicen que enloqueció, que se fue a Jamaica y delira con ser la reencarnación de Haile Selassie; otros que murió. Lo cierto es que hace más de 19 años no saben de él.
Rauliman, el último General
Rauliman es el último de los Generales originales en retomar la música, pero pasó mucho tiempo para que volviera al ruedo. Se radicó en Buenaventura e hizo cursos de fabricación en fibra; de acabados y diseño de apartamentos; de dibujos en vidrio; de cerrajería; de fabricación de tuercas, ventanas y balcones; de soldadura y de actuación. Finalmente, tras debutar como actor, volvió a grabar canciones.
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“Participé en una película que empezamos a hacer, pero no se terminó porque ocurrió una catástrofe. Al director de la película lo secuestraron y se detuvo la grabación. La película se llamaba Golpe de candela, del director Rodolfo Flores. Era un proyecto que el hijo de él había comenzado desde Canadá, pero apareció muerto en Bogotá y el papá decidió continuar. También aparecí en un cortometraje documental. Se llamaba Construyendo un sueño. Se trataba sobre lo que uno anhelaba acá en Buenaventura. La trama era que nosotros queríamos irnos a Estados Unidos a ver si lográbamos nuestro sueño. Era sobre cómo uno se iba de polizonte; sobre cómo uno sueña desde los barrios, con sus amigos, qué anhela, cómo se va, cómo busca la manera de entrar al muelle y cómo trata de camuflarse. Al final, pues nos agarran. Según el corto que hicimos éramos dos: un flaco y un gordo. Logramos ir, pero el gordo se atoró y en el afán yo fui descubierto. Las cosas que pasan. Entonces por eso fracasó nuestro sueño. Y ahí aparecí yo, actuando. Creo que fue uno de los primeros cortometrajes que se hicieron acá en Buenaventura”.
Rauliman produjo la música de Golpe de candela . Sus canciones circularon localmente y volvió a hacer conciertos. También se vinculó como director a una iniciativa para sacar a los jóvenes talentos de la violencia. De ahí, en 2007, publicaron una canción que tuvo una popularidad local no menor en la zona: El viche , con Alexin y a Talentini. Este último siguió acompañándolo en algunas de las canciones que ha lanzado desde entonces. Pero la Buenaventura de hoy, sumida en la pobreza, es mucho más agreste para hacer música. "Ahora todo el mundo que quiere estar en grupos y hacer plata así los maten o caigan presos. Pero la gente prefiere eso a ser cantante, porque a veces invierten y no sacan nada. El artista no ve una opción de salir adelante. Lo ve como una pérdida de tiempo o como un sueño que nunca mejora. Igual pasa con los deportistas, no trascienden. Como no ven que mejora su situación, se echan atrás, a pasos malos. Yo conozco muchos jóvenes con un talento muy efectivo en el baile, en la música, pero cuando les pintan vueltas para andar de malos se van por ahí, porque no hay otro camino".
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¿Por qué no hay memoria de Los Generales R y R?
La música de Los Generales R y R seguiría enterrada de no ser porque, en 2018, paralelamente, Colmusica relanzó sus canciones en streaming y Sebastián Rodriguez, investigador bogotano, digitalizó sus vinilos y subió los primeros dos álbumes de la banda, además de cuatro sencillos, a YouTube. Pero hay razones más complejas que explican porque, incluso siendo los pioneros de lo que hoy es un fenómeno global al que (mal) llaman género urbano, aparecieron tardíamente en el mapa sonoro del país.
En la configuración moderna de los estados occidentales, Buenaventura viene siendo, como anota el filósofo Peter Sloterdijk, una zona de “esperanza cero”. La desigualdad, la pobreza y la falta de recursos, para quienes habitan en los centros urbanos privilegiados, se ha sustraído de cualquier asomo de escándalo. Los puentes entre una ciudad con los problemas de Buenaventura y los centros de poder están rotos. Hay una distancia que no solo es geográfica. En ese panorama el norteñismo representa el triunfo de una economía basada en centros y periferias invisibilizadas. Por eso las pretensiones occidentales de legitimidad global se exportaron y proyectaron con especial éxito en los puertos del tercer mundo.
A través de los barcos que iban y venían de Buenaventura se palpó el globalitarismo de forma notoria; es decir, el desbalance entre el relativamente fácil acceso a los bienes culturales noratlánticos y el reconocimiento de unas condiciones de producción (salarios, mercados, acceso a tecnología, etc.) distantes a las que se vivían en el puerto.
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Paradójicamente, los sueños noratlánticos de los futuros posibles como benéficos y necesarios atracaron en estas tierras con las formas de lucha incluídas. En Buenaventura eso se tradujo en las narraciones de los ‘norteños’ que volvían (ya sea por convicción o porque los deportaban) con plata para construirse una casa; los que conocieron y repartieron, como si se tratase de una leyenda, la existencia de las grandes autopistas y edificios que se levantaban con imponencia; los que volvían cargados con ropa de marca, con nuevas percepciones estéticas y, desde luego, con cajas de discos de rap. A Los Generales los separó la violencia y la pobreza y los enterró una industria a la que le incomoda que los músicos hablen de ello.
La Etnnia: hip hop, religión y testamento en su disco “5-27 Internacional"