La etiqueta de “genio” en la industria de la música es tan deseada como envidiada y criticada. Entender cómo y a quiénes se les pone esa etiqueta es, sin embargo, casi tan difícil como definir el concepto de genialidad. Pero hay algo que es claro: no aplica de la misma forma para hombres y mujeres.
En el siglo XVIII Kant fue uno de los primeros en teorizar sobre la genialidad en el arte. Según él, el genio era una categoría aplicable a quien tuviera la capacidad de producir algo original y valioso sin seguir reglas o métodos preestablecidos.
Es decir, el genio artístico era una combinación de talento innato y habilidad técnica .
El escritor de ‘El Gran Gatsby’, F. Scott Fitzgerald, definió al “genio” como aquel capaz de ver el mundo de una manera única y expresarlo a través del arte .
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Sin embargo, el concepto del genio creador surgió en el Renacimiento con Da Vinci, Miguel Ángel y Rafael.
Estas definiciones, sin embargo, fueron creadas por hombres y para hombres. Los distanciaba y los definía en un mundo en el que las mujeres sólo existían como extensión de ellos.
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En 1929 Virginia Wolf escribió ‘Una habitación propia’, un ensayo en el que argumenta que las mujeres han sido excluidas sistemáticamente del mundo literario y otros espacios creativos. En el texto utiliza la metáfora de la “habitación propia” para hablar de la importancia de la independencia financiera y la privacidad para alcanzar la genialidad en la escritura.
Es decir, propuso darle una vuelta a los roles de género de la época.
Incluso Wolf sabía que la genialidad de las mujeres no sólo sería recibida de manera diferente por los hombres, sino que necesitaba de condiciones diferenciales para gestarse.
La genialidad como licencia
Que la idea del genio se haya desarrollado en un contexto en el que los hombres acapararon la producción artística e intelectual ha tenido implicaciones en la autopercepción de los artistas hasta hoy.
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La visión masculina de la genialidad es también una licencia que se dan, y se les da, para la excentricidad sin límites. Porque, claro, coartarla sería limitar su creatividad y, por ende, las obras que nos pueden entregar.
¿Pero qué pasa cuando esa forma de ver el mundo, que choca con las normas sociales, proviene de una mujer?
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Las normas sociales cumplen un papel fundamental para el ser humano: regulan el comportamiento, establecen roles, facilitan la interacción, previenen conflictos y actúan como un mecanismo de control social .
Quedémonos en esto último por un momento.
Las normas sancionan el comportamiento “inapropiado”. Sin embargo, las licencias de la genialidad nunca han cobijado a las mujeres.
Si transgredimos al crear, somos inapropiadas; si ellos lo hacen, son incomprendidos.
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Durante lo sesenta y los setenta se popularizó la práctica de destrozar instrumentos en los conciertos de rock. Fue la época que nos dio numerosas fotos de Pete Townshend, guitarrista principal de The Who, rompiendo su guitarra contra el escenario, o un Kurt Cobain y un Jimi Hendrix que de vez en cuando destrozaban sus instrumentos o se rasgaban las vestiduras en nombre de la emoción.
Cuando esa reacción visceral, o una acción impredecible, viene de una mujer la respuesta es otra. Nos metieron en una caja de supuestos deseables para hacernos menos incómodas, menos ruidosas, más fáciles de ver.
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Parece un mal chiste cuando los hombres dicen que las mujeres somos de "mal genio", porque sí. Se nos relegó a una genialidad cuya connotación negativa nos terminó quitando la capacidad de ser reconocidas como genias.
En ‘El segundo sexo’, Simone de Beauvoir dice que la sociedad patriarcial ha perpetuado la idea de que la genialidad es una cualidad exclusivamente masculina , dejando a las mujeres excluidas de esta categoría.
Si bien en el Renacimiento esta genialidad estaba ligada a una intervención divina ahora ellos creen que son, per sé, esa intervención divina en la tierra. Kanye West, por ejemplo, lo ha dicho en varias entrevistas y en su canción I Am God. Literalmente, se cree Dios .
Sus arrebatos megalómanos han sido atribuidos, también, a una trastorno mental. Pero las categorías psiquiátricas no han sido tan benevolentes con las mujeres.
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Desde que nació el concepto de la “histeria”, quedamos encasilladas.
La histeria nació como un término médico para hablar de “síntomas” o “trastornos” que se creía que estaban relacionados con el útero. ( hystera significa útero en griego antiguo).
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Durante la Edad Media y el Renacimiento se comenzaron a desarrollar prácticas médicas para “tratar la histeria” pero nunca para tratar al genio loco.
Si bien en Internet cada vez se habla más de las enfermedades mentales y de las neurodivergencias (muchas veces ligadas a los comportamientos erráticos del “genio”) para las mujeres la primera opción siempre es la misma: la histeria.
Porque es más fácil la patologización de emociones normales y la deslegitimación de la experiencia femenina, que reconocer nuestra agencia al crear.
Sólo hace falta buscar en la sección de noticias a cuántas mujeres han llamado “genias” en la música a lo largo de la historia del arte y comparar números.
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Mientras Kanye es un genio incomprendido, todos piden que a Britney Spears le presten atención psiquiátrica con urgencia.
Y aquí la cuestión no es que uno la necesite y el otro no. Es que ese acercamiento es justamente lo que llevó a que a la princesa del pop la sobremedicaran cuando joven y le dejaran secuelas que son evidentes hoy.
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En el 2007 ocurrió el mediático “mental breakdown de Britney”. En febrero perdió la custodia de sus hijos, lo que la llevó a tener una crisis depresiva y ansiosa muy fuerte y en abril su padre decidió pedir su tutela temporal. Ya sabemos cómo terminó eso.
La respuesta mundial a una crisis de salud mental de una de las personas que más estaba innovando en el mundo del pop de esa década fue la hostigación, la estigmatización y la humillación mediática.
Mientras tanto, ese mismo año Kanye West interrumpió el discurso de aceptación de Taylor Swift en los MTV Video Music Awards y nadie hizo nada, Eminem entró a rehabilitación otra vez y se retiró temporalmente de la música, Pete Doherty, de The Libertines, entró y salió de rehabilitación constantemente y tuvo problemas legales pero ellos pasaron ese “bache” y continuaron siendo los genios musicales de la década de los 2000.
A Britney, a Amy Winehouse y a muchas otras las redujeron a mujeres problemáticas. Esa reducción les costó la vida.
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La locura y la genialidad han caminado de la mano por siglos. Sin embargo, mientras en los hombres significa una sensibilidad excepcional, una manera impresionante de ver el mundo, justificada incluso por las adicciones, en las mujeres estos conceptos dejan de tomarse la mano para encasillarnos en sólo uno.
Porque en nombre de la genialidad se permiten los discursos violentos , los abusos, el acoso, pero en nombre de la histeria no se permite nada.
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Además de la idea del genio creador, acá también analizamos un concepto que comparte la misma raíz, los géneros, en el artículo ¿Qué pasa con los géneros?
También hemos hablado a fondo del caso Britney Spears. Pero quizá lo más relevante que deben saber es esto: Britney Spears ya es libre: la tutela terminó tras 13 años.
Ahora, si les interesa la megalomanía de Kanye West, deben leer esto: Preguntas filosóficas a propósito del libro de filosofía de Kanye West