Por: @chuckygarcia
En una carta abierta y publicada en su página web, la disquera con más historia de Colombia le respondió a quienes han revelado, cuestionado o puesto sobre la mesa y para conocimiento de todos las decisiones que esta compañía discográfica ha tomado en relación a sus legendarios estudios de grabación (que fueron vendidos junto con el resto de su sede en Medellín a la marca de ropa Leonisa); y la conservación de su catálogo musical. Un catálogo de más de 80 años que por definición le pertenece a una empresa privada como Fuentes; pero que al mismo tiempo hace parte del patrimonio musical del país, así no esté escrito ni estipulado en algún lado.
No hace falta que lo esté para entender que no se puede manejar como una tienda de barrio; y lo digo con todo el respeto que se merecen este tipo de negocios casi siempre familiares.
Discos Fuentes abre su carta con un “DISCOS FUENTES ¡VIVE!”, en altas y entre signos de admiración; y luego enfatiza: “No se siente bien cuando a uno lo entierran vivo y titulares como ‘El último suspiro’, publicado por la revista Arcadia el pasado 19 de mayo de 2015 no sólo lo hacen, además lo adornan con tremendo epitafio. No es el único, es el más reciente que conocemos”.
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Fuentes y quien firma la carta, se refieren al texto publicado por Arcadia bajo dicho título, y en el cual básicamente se hace un repaso de lo que ya había publicado El Tiempo a finales del año pasado (“Un recorrido por la historia de los éxitos y fracasos de la primera casa discográfica del país”) y nosotros en Shock.co en marzo de este año (“ Discos Fuentes, de sello mítico a bodega de calzones ”). En resumen, que en menos de un año “desparecerá uno de los más importantes patrimonios culturales colombianos, sin que haya mucho por hacer” (lo dice Arcadia en su editorial).
En tono irónico y más que irónico infantil, pues en principio lo que está en juego no son roscones ni brazos de reina ni salchichones sino algo tan serio como el quehacer musical de un siglo de una nación de casi 50 millones de personas; Discos Fuentes nos comunica en su carta que “Sólo deseamos aclararles a todos estos buenos y preocupados ciudadanos que su enfoque está equivocado. Discos Fuentes se construyó como marca por su tendencia innovadora y en cada momento que redirigió sus objetivos no faltaron sus detractores. (…) No faltaron los detractores cuando vendió sus prensas de vinilo o los que se rasgaron las vestiduras porque se ingresó a la era del CD. Si se le hubiera hecho caso a sus airadas posiciones, el sonido estéreo en el país se hubiera demorado un poco más en implementarse o los videoclips de artistas nacionales no se hubieran democratizado, sólo muy pocos hubieran tenido acceso a expresar su talento con estos recursos. En fin, los ejemplos son muchos”.
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Al respecto, no existe mucha información sobre la forma en que se desmontaron las prensas de vinilo de Discos Fuentes, y mucho menos sobre quiénes fueron los que se opusieron a que esto pasara; pero vale la pena traer a cuento algunos textos tomados directamente del libro “Colombia Musical. Una historia… Una empresa”, publicado por Discos Fuentes en 1996 y que personalmente conservo como una reliquia y bajo llave, no vaya a ser que a los señores que ahora manejan la empresa les de por quitármelo y “digitalizarlo”, que es como al parecer ahora resuelven todo.
En dicho libro se lee que el fundador del sello, Antonio Fuentes, “Grababa en acetatos y los despachaba hacia Argentina, donde le hacían los discos. Luego empezó a prensarlos en Estados Unidos”, hasta que finalmente en 1945, tras dos años de arduas investigaciones técnicas, logró su cometido de prensar en el país el primer disco de música colombiana. Según el libro, hacia 1950 (cuatro años antes de radicarse definitivamente en Medellín), Antonio Fuentes no solo tenía una prensa de vinilos sino un estudio de grabación en el barrio Manga de Cartagena; y a partir de su traslado a la capital paisa comenzó en firme el prensaje de discos, en una vieja casona del barrio Colón y “con una caldera, pocas prensas, y más bien estrechos”.
Ahora que los vinilos han regresado de la tumba (aunque es claro que nunca murieron), y que están batiendo un récord de ventas como nunca pasó en 20 años; valdría la pena preguntarse si esos a quienes en su carta Discos Fuentes llama “detractores” a la final no son más que “visionarios”, como bien lo fue el mismo Antonio Fuentes.
Si la compañía le hubiera hecho caso a quienes en su momento se “rasgaron las vestiduras”, hoy sería una ficha más que importante en este segmento del mercado al alza, y más que una ficha clave estaría al frente de la fabricación de vinilos en Colombia y en Latinoamérica; el primero un país en donde hoy no existe ni una sola fábrica de vinilos; y el segundo un continente en donde además de que tampoco quedan fábricas de vinilos los grandes sellos están mandando a reeditar los catálogos de sus principales bandas en este formato (Sony Music lo está haciendo con Soda Stereo, por ejemplo).
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“Es cierto que Discos Fuentes vendió su edificio y que en el 2016 estará estrenando una nueva sede. Pero nada de esto representa el real patrimonio que la compañía ha construido con tanto esfuerzo desde 1934”, finaliza la carta abierta de Discos Fuentes, y “Muy al contrario de quienes nos imponen fecha de muerte, estamos felices porque muy pronto estrenaremos sede y socios con estudios de grabación que aportarán tecnología de última generación. Nuestro catálogo revive gracias a su conservación en servidores propios, con respaldo en la nube y su difusión en medios digitales. Hoy sus alcances ya no son tan locales”.
Y efectivamente no lo son. Como tampoco lo es creer que “conservar” es digitalizar un catálogo de música antes solo disponible en vinilos o en discos compactos (un formato que Discos Fuentes implementó en 1987); y luego subirlos a la “nube” para que la gente (incluso la que vive caída del zarzo) la descargue a sus computadores por una módica suma.
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Conservar va más allá de eso, y frente a eso la compañía debería contarnos en otra carta abierta (y también dirigida a todos los “buenos y preocupados ciudadanos”) a dónde han ido a parar (o irán a parar) las cintas originales de todo su catálogo (con tanto cambio y tantas cajas de calzones próximas a entrar a su edificio); o si en vez de seguir vendiendo mp3’s como quien vende chicles en un bus hay planes mucho más dignos para reeditar los discos de sus artistas más geniales y vendedores, ahora que como ya se dijo el mercado del vinilo está disparado y las principales fábricas del mundo están trabajando a marcha forzada para poder cumplir con los pedidos de los sellos mainstream e independientes.