En la noche del 25 de febrero de 2023 ocurrió una reunión de sobrevivientes en Bogotá. De un lado, estaban los integrantes de Def Leppard y Mötley Crüe, bandas que en los años ochenta y noventa probaron las mieles del exceso y los placeres del cuerpo hasta donde fue posible, y del otro, miles de asistentes que creyeron en su manifiesto hedonista y vivieron en consecuencia para darle sentido a la vida. Así intento explicar la nube de nostalgia y alegría genuina que flotaba en el ambiente del Parque Simón Bolívar, donde fue el concierto.
Mientras Def Leppard tocaba conmovedoras baladas heavy que el público cantaba a todo pulmón y Mötley Crüe descargaba un electrizante show estilo cabaret en el que varias mujeres del público, subidas en los hombros de sus acompañantes, exhibían sus senos y saludaban eufóricas, pensaba en que el glam metal es más que mercadotecnia, una etiqueta que le ha puesto un sector de la prensa, la crítica musical y la escena metalera.
Atacado por fusionar el heavy con el pop, por componer estribillos efectistas, por construir singulares indumentarias de ambigüedad andrógina y por sobreexponerse en MTV, el glam metal es una forma de entender el rock y, sobre todo, un arquetipo ideológico y visual que le salvó la existencia a miles de jóvenes que sentían el gatillo en la nuca por la Guerra Fría y las dictaduras militares en América Latina.
La consigna era vivir a fogonazos. Vivir con tanta furia y tanto desborde que no hubiera tiempo para pensar en la muerte. Puede que en esta carrera desmesurada muchos murieran o cargaran con los padecimientos de vivir al límite, pero al menos estos serían elegidos, no propiciados por la violencia estatal ni por la guerra ni por el mercado laboral.
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Para preparar esta reseña, leí varios artículos que afirmaban que el glam metal era un cadáver socavado por el grunge en los noventa. Si bien es cierto que el subgénero no ha recuperado el esplendor que vivió en los ochenta y que su relevo ha sido menor, también lo es que los ecos de aquella explosión hedonista resuenan en el presente.
Más de 30.000 personas colmaron la plaza principal del Parque Simón Bolívar para disfrutar de actuaciones lúcidas (incluyendo la de Kraken, la banda nacional telonera). Más que impecables, lo de Def Leppard y Mötley Crüe fue verdaderamente lúcido. Los británicos ofrecieron, con maestría interpretativa, un momento sublime y nostálgico, mientras que los estadounidenses presentaron una descarga enérgica, no exenta de virtuosismo, con espíritu de sexo, drogas y rock and roll. Ambas agrupaciones supieron parar sus bacanales a tiempo para poder seguir vigentes. Eso quedó demostrado anoche.
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Tal era la expectativa por ver a Def Leppard después de 26 años y a Mötley Crüe por primera vez en Colombia que algunos de los asistentes incluso acamparon en las inmediaciones del parque dos días antes para asegurar un buen puesto. Muchos hombres llevaban con orgullo identitario melenas risadas fijadas con laca, chaquetas con estampados animal print, camisetas escotadas, adornos con lentejuelas y taches, zapatos con altas plataformas y mucho maquillaje, tal como lo aplicaban sus ídolos en tarima, mientras que muchas mujeres portaban prendas de cuero y medias de malla y exponían sus atributos sin rubor.
Desde el punto de vista del glam metal, pasarla bien también significó plantarles cara a los estereotipos de género al usar una imagen típicamente femenina. Si bien estas bandas no agujeraron el machismo desde sus letras y discursos en escena, sí enviaron un poderoso mensaje a sus seguidores: a través del arte puedes liberarte.
El mensaje está vivo, y no solo por la cantidad de asistentes al concierto que usaron esos atuendos populares en los ochenta y por las prendas aterciopeladas y brillantes que sobreviven en los integrantes de estas bandas, sino porque esa tendencia estética ha sido fuente de inspiración de destacados diseñadores como Jean Paul Gaultier y Michael Kors y de estrellas pop como Lady Gaga y Miley Cyrus. Si la Generación Z quiere conocer la historia de la apertura mental que hoy disfruta, debe saber qué es Def Leppard y Mötley Crüe.
Estas agrupaciones hicieron que sus seguidores se sintieran todopoderosos; les hizo pensar que si Joe Elliott o Nikki Sixx pudieron cumplir sus fantasías, es que era posible hacerlo. No quiere decir que ellos pudieran ganar millones de dólares cantándole al amor o convertirse en símbolos sexuales, pero fue vital para otras personas de clase media y clase baja saber que a los veinte años eso era posible. Es esa clase de fantasías que justifican la existencia. Es ese tipo de fantasías que hicieron posible la reunión de sobrevivientes la noche del 25 de febrero de 2023.
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