Pensar que las cosas cumplen cuatro décadas, para muchos es comenzar un descenso físico, humano o mental que trae consigo el pensar en la decadencia o en la muerte. La sociedad y el mercadeo se han encargado de darle un valor extremo a la juventud; pero hay ejemplos destacados de cómo la rebeldía encausada permanece y fortifica el ánimo como es el disco debut de The Clash que está de aniversario.
Por: José “Pepe” Plata // @owai
El debut de The Clash , titulado tal como la banda, tiene la virtud de ser un disco rápido, efectivo, directo y testimonial. Lanzado en abril de 1977, mostró hacia dónde iba la propuesta sonora y cómo no iban a ser un simple grupo punk de tres acordes. Cuarenta años de lecciones sonoras tenemos acá, justo en estos convulsionados tiempos.
The Clash venía de aquel momento musical en el que estuvo el punk como acción y reacción. Quienes hablan del punk como una moda creada por Malcolm McLaren y Vivienne Westwood para promocionar la boutique de ropa Sex, bien pueden argumentar diciendo que era una disculpa para vender atuendos para la comunidad bondage inglesa. Pero lejos de eso, bien estaba la inconformidad, la rabia y la furia contenida tras la frustración de la paz y el amor que los hippies buscaron pero que se diluyó con la llegada de las obligaciones impostergables.
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Corría 1977 y el punk había estallado y no se podía parar. Los Sex Pistols eran reconocidos por el escándalo, The Damned por ser los siniestros de la movida, The Ramones por ser los que venían del otro lado del Atlántico: pero con The Clash no había etiqueta certera. Eran los “diferentes” del punk. Los que no se quedaban con los tres acordes y la rabia. Eran los que escuchaban otras cosas como rockabilly, ska, dub, reggae y otras músicas que fueron la base de una propuesta que fue madurando para dejar una huella imborrable.
La banda tenía tan solo un año de haber sido formada y había y creado un impacto total. Las letras críticas de sus canciones habían dejado inquietudes en el público, mas no en la crítica. El periodista Charles Murray, del periódico musical NME que los vio en vivo en agosto de 1976, decía que eran una banda de garaje y que deberían permanecer allí. Esto no fue impedimento para que la compañía discográfica CBS los contratara por cien mil libras esterlinas (alrededor de trescientos cincuenta millones de pesos).
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Frente a este contrato hubo voces que dijeron que el punk había muerto con este fichaje de The Clash. Pero tuvieron que pasar algunos meses para así quedar callados ante este primer disco.
Las grabaciones de este debut se llevaron en febrero de 1977 en los estudios Whitfield de la capital británica. La producción corrió por cuenta de Mickey Foote, quien armó el cuerpo de las catorce canciones que allí vienen. Mientras el 77 transcurría, el punk vivía su auge, pero el disco de The Clash llamó la atención por tener más que lo básico. Curiosamente, el disco no fue lanzado en Estados Unidos sino hasta el año 1979, precisamente porque la compañía aún mantenía un escepticismo ante el fenómeno como The Clash y el punk. Pero se vendieron más de cien mil copias en 18 meses, demostrando que la banda no era ningún juego.
Para compensar la desconfianza, el disco fue lanzado con un siete pulgadas de regalo que traía las canciones: Gates of the west y Groovy Times .
El ejercicio de escuchar sus 35 minutos nos deja la opción de sentir que estamos ante uno de esos discos fundacionales capaces de levantar el ánimo de una banda que emerge, pero también de tener el vigor para levantar a una que desfallece. Su influencia posterior en bandas como 1280 Almas y Hora Local en nuestro país o Los Prisioneros en Chile, es un claro reflejo de cómo son un combustible sonoro sin par.
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