Nuestra reina del amor, del despecho y de las canciones que algún día soñamos con dedicar, saca álbum después de siete años. Shakira, la misma que escribió Día de Enero, Antología e Inevitable , tituló ese álbum ‘Las mujeres ya no lloran’.
Aquí somos creyentes de que cada una vive la tusa como quiere, pero decir que las figuras pop no influyen en cómo musicalizamos al menos los días en los que tenemos el corazón roto sería mentirnos.
Shakira le escribió este álbum a Piqué y cogió la fórmula que le funcionó en el BZRP Session y la convirtió en disco. Bien, si queremos escribirle 100 canciones a nuestros ex pues lo hacemos .
¿Cuál es el problema entonces?
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Que la tristeza y la productividad se consideren excluyentes.
Yo crecí como la adolescente que fingía que nada le importaba cuando en el bus lloraba escuchando ‘Pienso en ti’ recordando al peladito o peladita que no me paraba bolas. También crecí siendo la única mujer en una familia de hombres. Toda emoción era limitada por frases como “por eso no me caen bien las niñas, lloran mucho”.
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Recuerdo escuchar los primeros discos de Shakira y pensar “yo nunca podría ser así de vulnerable”, alimentando la idea de que la sensibilidad, la ternura, la emoción eran sinónimos de fragilidad .
Las diferentes corrientes del feminismo llevan peleando por años por esclarecer que el movimiento no busca que las mujeres seamos iguales a los hombres, que no se trata de llegar a ser como ellos porque los hombres no son una meta que añoremos alcanzar.
Durante años, la sociedad se ha esforzado en fiscalizar nuestros sentires y las formas de expresarlos. El patriarcado y el capitalismo, que al final tienen como consecuencia la alienación de nuestras emociones, han reproducido la idea de que la emoción nos hace débiles.
Sarah Amed, teórica feminista australiana, explica en su texto ‘La política cultural de las emociones’ (2004) que estas se utilizan por diferentes estructuras dentro de la sociedad para regular los cuerpos y las relaciones sociales. Las emociones son a menudo usadas para legitimar o deslegitimar ciertas formas de comportamiento.
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El punto acá es que la forma en la que expresamos nuestras emociones no sólo influye sobre los estados internos.
Las figuras pop marcan el ritmo de consumo, pero también van marcando el ritmo de cómo se gestan las emociones . Estemos de acuerdo o no, así parezca una afirmación exagerada, es un hecho.
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Actuamos por imitación y nuestras emociones no están exentas de eso. Uno de los ejemplos más claros de eso es el hippismo de la década de los 60 y 70: figuras como Jimi Hendrix, John Lennon y Joni Mitchell personificaron el deseo del amor libre, la revolución sexual y el rechazo al materialismo que se vivió en la época.
Artistas como Taylor Swift y Olivia Rodrigo priorizan la tristeza y la rabia en sus canciones. Son emociones que, además de ser completamente naturales, han sido históricamente motores de creación de obras artísticas de todo tipo.
Negarnos la capacidad de sentir tristeza bajo el discurso del empoderamiento, como el de Shakira, sólo sirve para meternos, nosotras mismas, nuevamente en esa cajita en la que nos metieron los hombres cuando intentaron convencernos que la emoción y la razón son conceptos excluyentes .
La filósofa mexicana Rocío Castillo explica que la razón patriarcal ha construido una dicotomía que separa la razón de las emociones , asociando la primera a lo masculino y la segunda a lo femenino. Una dicotomía que ha sido utilizada para subordinar a las mujeres y negar su capacidad intelectual.
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Uno de los (muchos) problemas del “empoderamiento”, además de ser una palabra maluquísima, está en que lo que se considera empoderante es imitar el modelo masculino; es decir, desprendernos de lo que se ha considerado algo exclusivamente de mujeres: la sensibilidad y la emoción, entendida como algo irracional y carente de razón.
Poner en extremos opuestos monetizar la tusa y llorar es caer en el modelo masculino que niega a la emoción por “absurda” e “improductiva”. Ganar plata cuando se tiene el corazón roto no le cae mal a nadie, pero la emoción (incluída la tristeza) hace parte de la experiencia de vivir.
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Como una mujer que intentó por años ocultar su sensibilidad por crecer bajo el ideal masculino, extraño las letras desgarradoras de Shakira, las que me hacen sentir entusada sin estarlo.
A los hombres que llegaron hasta acá: a ustedes también les han negado por mucho tiempo la capacidad de abrazar su sensibilidad. Lloren con sus amigos, canten abrazados, que en este mundo, que cada vez pierde más el sentido, la ternura es lo único que nos queda.
A Shak: ojalá vuelvas a escribir canciones con el corazón, o con el bolsillo, pero mientras te permites llorar.
Igual te amo.