¿Escort o fórmula ganadora de los reggaetoneros? ¿Acompañante cotizado o ícono del trap? Bad Bunny está construyendo una carrera atípica, valorizando su nombre a punta promiscuidad musical.
¿Escort o fórmula ganadora de los reggaetoneros? ¿Acompañante cotizado o ícono del trap? ¿Prostituta o la nueva voz de exportación de la música latina? Todos quieren con Bad Bunny. Desde los clásicos y las nuevas caras del reggaetón, pasando por un cantante pop como Enrique Iglesias hasta (dios nos libre) Silvestre Dangond quieren untarse del éxito de uno de los nombres que se convirtió en símbolo del trap latino durante el último año. ¿Qué dice sobre la música comercial la carrera de un artista que se disparó a punta de colaboraciones?
El caso del puertorriqueño es un caso de crecimiento particular. Su nombre aparece en por lo menos 4 de las 100 canciones más sonadas de Spotify en 2017. Todas son colaboraciones: Explicale, con Yandel; Mayores, con Becky G; Vuelve , con Daddy Yankee y Ahora me llama, con la colombiana Carol G. A eso hay que sumarle que en los últimos dos años firmó varios tracks que tuvieron un éxito no menor en radio y en plataformas como YouTube: Si tu novio te deja sola , con J Balvin; Sensualidad , con Balvin y Prince Royce; y una que llevó con éxito al mercado anglo, junto a Farruko y Rvssian , Krippy Kush . Lo llamativo de todo es que, si uno ojea sus cuentas en YouTube o Spotify, no aparecen más de 3 o 4 de sus títulos en solitario. Seguramente se los tiene guardados.
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Con 24 años y una carrera que recién despegó en 2016, Bad Bunny tiene más featurings que apariciones individuales, en un caso de promiscuidad musical que recuerda al de Pitbull. Es prácticamente un requisito para los reggaetoneros que incursionan en el trap o para los artistas pop que quieren llegarle a un público más joven. Por ejemplo, desde hace meses se dice que el neovallenatero Silvestre Dangond grabó una canción con él, y nada más en la última semana, se le sumaron los nombres de juntes Nati Natasha y Enrique Iglesias. Este último parece ser un aviso premonitorio: ya no hay vuelta atrás, Bad Bunny cruzó la frontera, pronto estará del lado del pop. Pero tal parece que no como protagonista, sino como relleno para que los baladistas le pongan a su música el apellido ‘urbano’.
Las formas de crecer en la industria de la música cambiaron hace rato. Sin sacar un EP ni un álbum completo, el nombre de Bad Bunny se valorizó indiscutiblemente en el mundo de habla hispana junto con un fenómeno rotundo y definitivo del 2017, el trap, ese género nacido en las ollas gringas, popularizado por el rapero T.I. y que dedicó sus letras a la crudeza barrial (acá le desmenuzamos mejor una historia del trap : Trap Barranquilla, el triunfo del Ghetto ).
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Con una que otra polémica encima, que paradójicamente les dio más visibilidad, nombres como el de Daddy Yankee, Maluma, Balvin, Arcángel, Karol G, Nicky Jam, Farruko y Ozuna empezaron a verse relacionados con el género. Y todos ellos, casi que como formulario de ingreso al mundo del trap, se encerraron a grabar o remixearon sus canciones con Bad Bunny.
Pero más que su historial de colaboraciones, que de hecho le ha funcionado muy bien para construirse como producto, resulta llamativo que la música latinoamericana esté cayendo en la misma receta: convertir el pop en ese sonsonete al que han tenido como gracia llamar pop urbano. También se volvió costumbre en el mundo del reggaetón exprimir el éxito de una canción sacándole remixes y remixes. Y luego remix al remix del remix. El nuevo fenómeno es llenar las canciones de firmas. Pasó con Bailando de Enrique Iglesias y pasó con Despacito de Luis Fonsi. Bad Bunny está transitando en una delgada línea, entre convertirse en una figura de la música latina o en el escort del pop.