Hubo una época en que la unión de dos artistas era un acontecimiento para recordar. Con la llegada de la distribución digital el consumo de la música cambió o evolucionó y ahora las colaboraciones que aparecen semanalmente no tienen tal impacto, son extremadamente efímeras y en algunos casos pasan desapercibidas.
Por Sebastián Peña // @SebasNews
Al final e inicio del milenio la manera de consumir música se resumía en comprar CD, casetes o esperar a que la canción sonara en radio. Estos formatos venían con discos completos que en su mayoría presentaban la visión del artista en 10 tracks. No era muy común ver colaboraciones y, si las había, eran el plato fuerte del álbum, la bomba o la pista que más expectativa generaba. Nadie podrá olvidarse jamás de juntes como el del Joe Arroyo con Diomedes Díaz en Ron pa’ to’ el mundo , Juanes con Nelly Furtado en Fotografía , J Balvin con Rosalía en Brillo y Shakira con Beyoncé en Beautiful Liar; duetos que revolucionaron en su momento, que dieron que hablar por semanas, que impactaban por lo que proponían y, principalmente, porque transmitían cierta magia por la manera en que fueron concebidos. Algunas surgieron desde la admiración, otras por la similitud de sus involucrados, otras por una idea de un productor musical que logró conectar a los artistas y hacerlos reunir en el mismo estudio de grabación, y otras porque la química en el proceso creativo fue gigante o porque tenía detrás un millonario contrato publicitario que hasta lograría el nacimiento de un nuevo subgénero. Por ejemplo, en tiempos en los que el rock y el hip hop eran universos distanciados, apareció Walk This Way de Aerosmith y Run DMC. Luego se empezó a replicar la fórmula y apareció el nu metal.
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La tecnología, internet y la velocidad en la que evolucionan las tendencias de consumo hicieron que la forma en que se emplea el mercadeo en la música tenga cambios día tras día haciendo que, en muchos casos la música sea un producto desechable, de consumo rápido e impacto limitado. Según el ensayo The featuring phenomenon in music: how combining artists of different genres increases a song’s popularity, en la última década las canciones con colaboraciones que hicieron parte del listado Hot 100 de Billboard aumentaron considerablemente con respecto a la década anterior. Ese mismo ensayo propone que, al unirse dos artistas de gran nivel, la canción tiene más oportunidad de meterse en su primera semana al top 10 de popularidad. Y desde acá también hemos notado datos similares. Mensualmente en Shock se reseñan estrenos nacionales de sencillos y la tendencia nos dice que de las 556 que hemos escrito en los últimos 11 meses 370 son colaboraciones, lo que corresponde al 67.3%.
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Usualmente las fusiones eran entre dos artistas, pero este año se ha intensificado la fórmula de muchos participantes en un solo tema haciendo que en algunos casos esa pieza musical no tenga una personalidad definida, pero sí un éxito arrollador, como es el caso de China donde participan Anuel AA, Karol G, Daddy Yankee, Ozuna y J Balvin. Esta fórmula de multicolaboraciones es usada frecuentemente en el reggaetón y le ha funcionado al género, pues la unión de proyectos hace que sus motores de búsqueda en internet aumenten y que sus cifras en plataformas logren números inimaginables. Esto no ha sido más que una estrategia para crear monstruos digitales producto del mercadeo. Pero ¿es suficiente crear titanes con millones de cifras para convertir eso en público real en un concierto? A veces puede llegar a ser una simple ilusión, pues una cosa es oír grabada una alineación de tres, cuatro y hasta cinco artistas, y otra ver a un solo cantante en vivo acompañado fantasmalmente por los demás en pista.
Las prácticas para mercadear la música han hecho que los creadores de temas (productores, compositores e intérpretes) trabajen como máquinas que hacen tracks como si fuera pan de tienda de barrio. En pocas palabras cada semana se estrena música de consumo ligero, que se usa poco y que está diseñada para acumular millonarias cifras (muchas veces infladas/patrocinadas) y se olvida a los pocos días. En los Latin Grammy 2019 Bad Bunny recibió el premio en la categoría Mejor álbum de música urbana por X100pre y en su discurso de aceptación se refirió al tema, “el género del reggaetón se ha convertido en puros views y números, hay que empezar a traer creatividad y cosas genuinas para la gente”.
Hay muchos featurings que surgen en las mesas de las compañías discográficas, decenas de casos en que los intérpretes ni siquiera se conocen en persona y ya tienen proyectos juntos como es el caso de Sebastian Yatra con los Jonas Brothers, Shakira con Prince Royce, Nicky Minaj con Karol G, Kylie Minogue con Aleks Syntek o Rihanna con David Bisbal. Todo eso se ha convertido en un intercambio de archivos que viajan por internet hasta convertirse en temas oficiales. La complejidad para hacer música mutó, sólo se necesita un computador, un programa de producción musical y equipos para capturar audio. Fin.
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Hacer música ahora es mucho más fácil que hace 20 años, es un hecho que nadie puede negar. La tecnología se ha masificado, es mucho más sencillo tener a la mano las herramientas para hacer música y, sobre todo, para difundirla por internet. Ese hecho también ha colaborado con romper las barreras del idioma y seguramente en el futuro se intensificará la mezcla de artistas americanos con asiáticos para hacer más rentable el negocio y mover más cifras. Basta con mirar a las bandas de K-pop ingresando al universo musical del pop latino. Algunos ejemplos son Super Junior con Reik o j-Hope con Becky G .
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Para el hitmaker Tainy, uno de los productores estrella del reggaetón y quien ha sido reconocido con varios Latin Grammy por su trabajo con artistas de toda América, las colaboraciones se están haciendo a una velocidad a la que él mismo quisiera ponerle cierto freno: “a veces no te das cuenta de que alguien estrena nuevas canciones y menos que dos artistas se juntaron”. Para 2019 el productor puertorriqueño lanzó junto con Anuel AA y Ozuna el tema Adicto y nos contó que nunca estuvieron los tres en el mismo estudio de grabación y que cada uno grabó su parte en diferentes lugares del mundo: “el primero en oír el tema fue Anuel. Él se montó a lo que yo venía trabajando y me dijo que Ozuna quedaría perfecto para esta canción. Le escribió por WhatsApp, Ozu aceptó, le enviamos el MP3 y él grabó su parte desde donde estaba”.
Tainy, conocedor de cómo funciona la industria actualmente, revela que el reggaetón se ha empoderado porque no hay limitaciones al momento de soñar con meter alguien en una canción, y que además esto podrá ayudar a romper fronteras físicas e idiomáticas: “ahora es mucho más fácil poder colaborar con artistas en diferentes lugares del mundo porque ellos graban en aviones, en hoteles y envían sus archivos. Eso no se podía hace 10 años y muchos que cantan en inglés están mirando hacia Latinoamérica, el caso de Cardi B o Drake, porque ellos y su equipo saben el potencial de consumo de la región”.
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En algunos casos, como Fonsi y Daddy Yankee con Despacito , se vuelven sucesos que hacen historia. La canción producida por Andrés Torres y Mauricio Rengifo y escrita mayormente por la panameña Erika Ender iba a ser inicialmente un sencillo en solitario, pero, según han explicado, Fonsi y el dúo de productores sintieron que le hacía falta un verseo más rápido y ahí fue que el patrón del perreo Daddy Yankee llegó a su mente. Luego de eso Justin Bieber decidió sumarse a la canción, escribir unos versos en inglés y llevarla a otro nivel gracias al impacto que él tiene en un público que no es el mismo de los boricuas.
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El reggaetón, a pesar del “desplante” que le hizo la Academia, manda la parada comercial y ha puesto algunas las reglas de juego. Por eso es que otros géneros han seguido su ejemplo para masificar su impacto. Una gran cantidad de colaboraciones son hechas con criterio de conseguir nuevos públicos, más no artísticos.
Hoy en día artistas como Juanes o Luis Fonsi, que venían mostrándose como cantautores de pop (y que lograron éxito de esa forma), cambiaron sus maneras de lanzar música para mantenerse vigentes y llegar a públicos que consumen música de una forma diferente a cuando ellos lanzaron sus primeros discos. Decidieron (¿o les tocó?) meterse al juego que propuso la industria, se dejaron llevar y ahora no hay quién los pare.
¿Es posible resistir a esta forma de hacer música y sobrevivir en el circuito comercial? Cantantes que habían construido una carrera solista con escasas o nulas colaboraciones, hoy en día reconquistan los listados a través de los mencionadas featurings. Por ejemplo, Carlos Vives ahora comparte estudio y tarima con Melendi, Sebastián Yatra, Wisin, Shakira y Maluma, cuando en sus primeros discos no hay asomo de una sola colaboración.
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Lo mismo ocurre con Juanes, que después de salir de Ekhymosis lanzó el álbum Fíjate Bien (2000) en el que tampoco hay ninguna colaboración vocal con otro músico. Cosa muy diferente ocurre en su más reciente álbum Más futuro que pasado, que contiene 13 canciones y 6 colaboraciones: Crudo Means Raw, Fuego, Sebastián Yatra, Lalo Ebratt, Christian Nodal y Alessia Cara.
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Lo raro es que no pertenecer a esta tendencia se volvió un acto heroico para algunos. Aún hay artistas que se rehúsan a ser parte del juego. Hace unas semanas el dúo mexicano Camila lanzó su nuevo álbum de estudio Hacia adentro en el que sorpresivamente ningún artista aparece como colaborador. En entrevista les preguntamos por qué no tenían ningún feat y respondieron que “cuando uno hace una colaboración está tratando de robar una cosa que no le pertenece, hemos estado muy coherentes y honestos en ese aspecto, hemos tratado de mostrarle a la gente que Camila es una banda honesta, que hace música porque verdaderamente siente la pasión de decir algo y no por la necesidad de estar en un top ten o en una tendencia o seguir un ritmo”.
Lea también: Camila presenta ‘Hacia Adentro’, un álbum íntimo y sentimental
Otros artistas sostienen que sí analizan con lupa las propuestas que les llegan, no se lo toman a la ligera, lo piensan y al final deciden si aceptar o no un trabajo en conjunto.
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Reykon, el reggaetonero colombiano, dice que la mayoría de las veces una colaboración viene de la mente del productor cuyo oído es empleado para adelantarse a las tendencias. Tainy concuerda con ese punto del paisa y, opina, que en el proceso creativo los productores musicales deben “ver más allá” de lo que está ocurriendo en la actualidad de la industria y que, por eso, se pueden ver fusiones como Balvin con Liam Payne, Dillon Francis con Residente, Anitta con Snoop Dogg o Madonna con Maluma.
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Ya tiene que surgir una fusión muy rara para que en verdad sorprenda y es que son pocas las uniones que nos hacen volar la mente. En 2019 han existido un par como las de Ozzy Osbourne en un track de Post Malone o Caetano Veloso en una canción de Anitta.
¿Dónde quedó el factor sorpresa? ¿Por qué son pocas las fusiones que generan ruido orgánico? ¿Va a parar pronto la maquinaria de colaboraciones y las creaciones hechas por colectivos de productores?
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Internet va cambiando las reglas del juego y seguramente lo que hoy genera sorpresa mañana pasará desapercibido. Esta fórmula de las colaboraciones parece no parar, menos desaparecer, y cada vez va a ser más familiar que dos proyectos que no tienen nada en común se unan logrando que, en algunos casos, el arte pierda un poco su labor y generando que el mercadeo sea el gran campeón.
Todo esto también va logrando la destrucción de géneros, haciendo que las categorías musicales no sean tan radicales y también consiguiendo que el universo musical no sea tan segmentado por idiomas o culturas sonoras rígidas.
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