La previa de la octava edición del Jamming Festival estuvo rodeada de suspenso. A tres días de su realización, la sociedad de autores y compositores (Sayco) emitió un comunicado anunciando que el evento debía ser suspendido porque no se había acordado con la organización el pago de los derechos de autor correspondientes. Finalmente, a la hora de la hora, el problema se solucionó. El festival se hizo y, aunque llovió en la mañana, al Hotel Paraíso Estudios en Ricaurte, Cundinamarca, llegaron unas 20.000 personas.
Por Fabián Páez López // @Davidchaka - Fotos: Katherin Fresneda
Esa tumultuosa marea que, en su gran mayoría, viajó tres horas desde Bogotá; tuvo que empacar chingue, carpa, bloqueador solar y municiones para soportar la jornada continua más extensas y extenuante del mapa festivalero colombiano. Fueron 21 horas seguidas de festival a una temperatura que alcanzó los 36°C. Un paseo con sufrimiento que no importó mucho después de ver a tipos como Chronixx, Method Man y Redman, Molotov o Cypres Hill en vivo.
La buena racha del Jamming
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El Jamming lo volvió a hacer. Hace un año, cuando el festival se hizo en el municipio de Chía, asistieron unas 20.000 personas. Ahora, sin importar que esta edición implicara un paseo a tierra caliente, el público cumplió y la cifra fue la misma.
Este se ha consolidado durante estos ocho años como uno de los públicos más fieles en el espectro de los festivales privados. Un hecho notable, sobre todo, porque el Jamming se sostiene a punta de la venta de boletería; también porque no lo rodea ese carnaval de activaciones de marca (y sus respectivos patrocinios, por supuesto) que ocupen ese lugar de “la experiencia” que tanto se ofrece en los eventos masivos hoy en día. Por esas mismas razones, tampoco pasa que el evento se llena de invitados que van por más obra y gracia de la mercadotecnia que por ver a su artista preferido. Es un público fiel y enterado.
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(Vea también: ¿Por qué las quejas al Jamming Festival?)
La producción, el sonido, el cumplimiento en los horarios también fueron destacables. El cartel era el más robusto y variado en la historia del Jamming. En el escenario principal, tocaron 17 agrupaciones. Todas provenientes de otras latitudes. En un pequeño escenario paralelo, puesto en una montaña frente a la réplica de un castillo, hubo además seis shows en formato soundsystem; una selección de músicos panameños y el resto una selección de dj y mc colombianos.
De los invitados principales, Julian Marley, Chronixx, Method Man y Redman, Natiruts y Third World concretaron en el Jamming Festival su primera visita a Colombia.
Si bien este es un festival de reggae, con los años han tenido que anotar nuevos nombres, nuevos géneros y nuevas sonoridades en el cartel. La bandera de este año fue la del rock latino. Molotov y Café Tacvba complementaron un line up estrictamente de ska, reggae y hip hop. Un match afrolatino más que pertinente.
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¿Vale la pena empaquetar 17 bandas en una jornada continua de 21 horas?
Una temperatura de 36°C humedecida por la lluvia mañanera y el tumultuoso tránsito de gente. Tres horas de viaje desde Bogotá. Una pequeña piscina. Filas enormes para comprar líquido. Gente enrojecida durmiendo bajo el sol a las 4 de la tarde.
Los festivales son nuestro espacio de socialización preferido, nuestro sitio de fiesta predilecto, pero puede que estemos exagerando.
En esta edición del Jamming, la segunda banda en presentarse era una leyenda viva del ska, los abuelos del reggae; un nombre al que, en gran medida, se le debe que todos hubiésemos estado allí reunidos: Skatalites. Los que llegaron a verlos, que fueron muchos, eran, probablemente los que estaban durmiendo bajo el sol a las 4 de la tarde, perdiéndose a otra banda para mantenerse en pie hasta el final.
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Esa lógica festivalera de extender el número de invitados como si fuera la lista del mercado no es una patente del Jamming. Y está bien querer programar un cartel robusto, con material para todos los gustos, pero en un evento con un horizonte musical tan de nicho como el Jamming, poner bandas en tal cantidad, en una sola tarima, a decir verdad, no le suma mucho al público, que a última hora debe sufrir y sudar en exceso para aguantar al final de la jornada.
¿Sigue sin renovarse el reggae?
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De un cartel principal de 17 bandas, cinco venían por primera vez a Colombia: Julian Marley, Chronixx, Method Man y Redman, Natiruts y Third World. Esa lista incluyó a un hijo de Bob Marley; a Chronixx que es uno de los tipos que, junto a Protoje, revitalizaron el reggae roots en el mundo y a unas leyendas del hip hop, protagonistas de la película How High y (uno de ellos) miembro de la Wu Tang Clan. De ahí en adelante, todos fueron actos conocidos en Colombia.
Cypress Hill, Dread Mar I, Gondwana, Todos tus Muertos, Alborosie, Inner Circle, Panteón Rococó y el mismísimo Protoje ya habían pasado por el Jamming. Algunos más de una vez. Todos son bien recibidos, pero vale la pena preguntarse ¿hasta cuándo durará la gasolina de una escena que se renueva con tanta lentitud?
¿Por qué no hay mujeres ni bandas locales?
Si bien hay varias propuestas pedaleando contra la corriente en el país, el reggae local está palidecido. Si bien en el escenario alterno sonaron algunos nombres colombianos, fueron soundsystems que están dando la cara. Pero no se ve cerca una escena con formatos novedosos o que sea consistente a la hora de sacar y gestionar su música.
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(Vea también: ¿Dónde está y para dónde va el reggae en Colombia?)
A excepción del incómodo momento en que se subió una mujer borracha durante la presentación de Molotov, no hubo ninguna artista mujer en el escenario (de hecho, solo hubo una invitada). Queda por preguntarse por qué se ha mantenido tan masculino el mundo del reggae y del hip hop. Más que una pregunta para el Jamming, es una pregunta para la escena.
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