No importa si fue bueno o malo. No importa si sonó raro, si hubo errores técnicos. No importa si no estuvo lleno. No importa si el final se sintió improvisado y accidentado. El show de la venezolana Arca en el Festival Estéreo Picnic 2024 fue histórico, único y el más importante de esta edición del evento, y pasarán muchos años para que se vuelva a ver algo así en esta franquicia musical.
Dicho esto, también hay que aclarar que tenemos una malsana costumbre en ese hábito de comparar y rankear cosas, como si todo fuera una carrera en la que solo importa quién (y cómo) llega en el primer lugar.
Ahora, con la existencia de plataformas que nos permiten medir y cuantificar cualquier disfrute que tengamos (libros, cine, comer, montar bicicleta, ir al gimnasio), estamos aún más obsesionados con escoger ganadores y perdedores, y calificar nuestras experiencias entre 1 y 5 estrellas.
Piensen en un caso reciente, los Óscar , en los que la conversación estaba centrada en determinar cuál película era mejor entre obras tan disímiles como Oppenheimer, Poor Things , Anatomía de una caída o Barbie.
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Eso puede funcionar para el gusto personal, en el que uno puede hacer escalafones imaginarios o caprichosos, pero intentar crear una regla general que diga qué es mejor que otro es inútil.
Si se hiciera una encuesta sobre el mejor show de un evento como el FEP 2024 la delantera se la llevarían los eventos de asistencia masiva, lo cual no hablaría necesariamente del mejor, sino del más popular.
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¿Cómo comparar propuestas tan diferentes y de distinto alcance como Limp Bizkit y Laura Pérez? ¿Sa!koro y Greta Van Fleet? ¿Four Tet y Grupo Frontera?
Sin embargo, lo de Arca merece capítulo aparte tan solo por su existencia y presencia en un espacio masivo como este, a donde trajo las preguntas e ideas más vanguardistas sobre la identidad de género, mutaciones, escape de lo binario; la libertad absoluta.
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Arca, una mujer trans que es cantante, productora, performer y huracán creativo, ha creado una congruencia entre su vida y su obra. Por eso, al asistir al concierto de quien experimenta con su cuerpo la continua transformación, no se puede esperar un recital lineal, predecible y que se ejecute en serie.
En alguna ocasión Arca dijo a la revista Paper que “hacerse preguntas es más importante que estar en donde hay una única y verdadera respuesta. La fe sin duda realmente no es fe, sino dogma. Ahí es donde un modo de pensamiento no binario se hace realmente fértil.”
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Por eso, tenía sentido que su concierto en el Estéreo Picnic tuviera toques de desprolijidad, de errores, de bloopers (en algún punto Arca pasó a unas tornamesas que tenía dispuestas en el escenario y se golpeó con sus propios audífonos): es decir, que el glitch (un error o imprevisto en términos informáticos) fuera el concepto que definiera su show.
Las últimas dos décadas han marcado el boom de los conciertos en Colombia, lo que nos ha permitido atestiguar actos de primer nivel en todos los géneros, nacionales e internacionales, y por eso ya se puede hacer una lista lugares comunes: colaboraciones sorpresa, covers, versiones extendidas de los éxitos de la banda, actos demagógicos como ponerse la camiseta de la Selección Colombia, cerrar o abrir con la canción más eufórica, etc.
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Arca no acudió a ninguna de esas convenciones. Se apoderó sola del escenario, sin banda de respaldo, para centrar toda la atención en sí misma y su música mutante.
Lo de Arca no era solo cantar sobre las pistas, sino mostrar todas las posibilidades de expansión del sonido; retorcer sus propias creaciones, experimentar, hacer sonidos con objetos no convencionales como una caneca de metal o una lámina de teja de zinc.
Detrás suyo, una pantalla replicaba las mismas ideas con visuales plagadas de glitch, y que en un pasaje proyectaron las imágenes que Arca capturaba con una cámara que sostenía en sus manos. Un juego multimedial que, paradójicamente, combinó ternura y crueldad, fragilidad y violencia, dolor y sanación.
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En medio de un evento que reúne tendencias masivas es refrescante ver una propuesta que se plantea otras formas. Arca se desligó de la perfección para incomodar a través de la experimentación, para salirse de la etiqueta, y para entregar un show que difícilmente (pero ojalá) se le compare en los años por venir.