Si Héctor, el personaje de la película Coco cobrara vida y de la gran pantalla saltara al mundo de los festivales latinos, sin duda iría al Vive Latino. Y no necesariamente por ser un festival que ofrece una fiesta de muertos ni en el que la gente va vestida de calaveras; el Vive Latino más que otra cosa lleva 19 años edificando un altar para la música de habla hispana ó, mejor aún, lo que en México llaman “rock en tu idioma”.
Por @chuckygarcia
Muchos de los más cotizados actos de la música anglo han pasado por sus escenarios, y para la muestra en 2018 lo hicieron Morrisey, Gorillaz , Noel Gallagher (Oasis) o Queens Of The Stone Age; pero todos los actos latinoamericanos programados ni son platos de segunda mesa ni dejan de tener menos espectadores que los otros.
En 2018, por ejemplo, mientras Gorillaz abarrotó por completo el Escenario Indio (el más grande de los cinco simultáneos que tiene montados en el gigantesco autódromo del Distrito Federal donde se realiza); a pocos metros de allí el rapero español Kase O. colapsó el Escenario AT&T y una hora más tarde Cartel de Santa de México hizo lo mismo.
En otros años ha pasado que mientras toca un grupo como Prophets Of Rage en simultáneo se está presentando una banda como Bronco; y a la gente parece seducirla mucho más las músicas populares de las barriadas o los pueblos del México profundo que los actos estelares del rock.
Tiene un espíritu propio este festival, en el cual la gente viene en masa (este año, más de 80 mil por día durante los dos que tuvo de programación) a divertirse, a comer y a beber chela como Dios manda. Y a apoyar a las agrupaciones. Pero no solo con aplausos sino consumiendo el merchandise y la música en formatos físicos como CD’s y vinilos; y participando en otras actividades paralelas a los shows en vivo como firmas de autógrafos o proyecciones de documentales.
Este año, en todo caso, la atracción que posiblemente más expectativas tuvo fue el directo de Gorillaz, junto con la de Morrisey, aunque la de Morrisey fue un gran e insípido tazón de babas tibias. También tocaron los QOTSA, como ya se dijo y que le parten la madre al que sea con el contundente show que tienen montado; pero todas las miradas estaban puestas sobre la banda de Damon Albarn que, dicho sea de paso, está más allá de ser un cartoon musicalizado. No deja de ser cómico que el copiloto de Albarn en esta aventura audiovisual distópica que ya completa 20 años, Jamie Hewlett, considere a Gorillaz como música avanzada para niños y un producto pensado para este sector de la población como bien podría ser un Barney o un Teletubbie. Para bien de todos los interesados, el excantante de Blur, Albarn, sí quiere seguir con la expansión de la marca y presentando a Gorillaz como un performance de música real; y en consecuencia llegó lo que viene siendo esta gira latinoamericana, en la que además del Vive Latino estarán este sábado en el Festival Estéreo Picnic de Bogotá. Las enormes proyecciones en realidad aumentada de los personajes de su universo ya no están, este nuevo show en vivo recae directamente sobre humanos de carne y hueso que en todo caso cubren todo el espacio de la tarima, incluyendo un coro de seis voces). Gran parte del repertorio son las canciones de su último álbum Humanz, y por lo tanto a lo largo del show pisan el escenario una serie de cantantes invitados, dentro de los cuales cabe destacar a Little Simz, una letal rapera inglesa que hace del tema Garage Palace uno de los momentos más álgidos del show. La otra parte claramente son sus hits, como On Melancholy Hill , que bien puede ser no solo uno de los himnos que mejor define a Gorillaz como banda y como sentimiento de una época sino como un gran referente de creación. Las visuales, posiblemente y como pasó en el Vive Latino, no son lo que algunos esperaban; pero cuando una banda en todo caso pone el listón tan alto incluso con la mitad de eso le basta y le sobra para hacer que la gran mayoría quede atrapada entre sus escenas de aviones de guerra cruzando el cielo tras ser impactados y extraños personajes que luchan por sobrevivir al nivel del mar.
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