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Festival Cordillera Shock 2022

Festival Cordillera 2022: apuntes finales sobre un festival que nació grande

Asistimos al nacimiento de un festival pensado con unas fronteras claras, pero con ritmos inagotables. Estas son las reflexiones finales del equipo Shock.

Aterciopelados Festival Cordillera 2022
Andrea Echeverri de Aterciopelados en el Festival Cordillera 2022.
// Foto por Alejandro Gómez para Shock

Nació un festival en Bogotá. Y nació grande y con semblante para crecer: según sus organizadores, alrededor de 60.000 personas asistieron durante el fin de semana del 24 y 25 de septiembre al parque Simón Bolívar para la primera edición de Cordillera .

Vimos a 44 artistas distribuidos en 4 tarimas durante dos días. Solo 14 eran colombianos .

Los escenarios, nombrados como las montañas de los Andes (Aconcagua, Cotopaxi, Cocuy y Bosque electrónico), anunciaban el camino de la curaduría del cartel. Fue una celebración de los ritmos nacidos y encumbrados en Latinoamérica y el Caribe durante las últimas cuatro décadas .

Después del agite del fin de semana festivalero, y de caminar entre tarima y tarima, solo leímos en redes y en los medios generalistas buenos comentarios. Los segundos, por lo general, recargados de adjetivos positivos y de la popular afirmación: “el público vibró".

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Pero más allá del cliché descriptivo, ese agradable no se qué al que le llaman vibración, en un año llenísimo de oferta de conciertos, la acogida del Festival Cordillera nos habla de un espacio que se alzó con fuerza para un público que quedó huérfano después de la cancelación del Jamming , que consume nostalgia con regularidad y que enuncia su identidad desde nuestra lengua, el español.

En esta Cordillera la música se canta y se corea como en el estadio: a grito herido, abrazados y saltando, con emoción y aguante. Porque si hay algo que describe a nuestro continente es ese concepto de las barras bravas: el aguante.

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Acá los apuntes finales del equipo de Shock para esta primera edición de Cordillera. Al parecer, la primera de muchas más.

Fabián Páez López

Ya lo anticipé en la introducción de este artículo, pero vale la pena masticarlo mejor. Cordillera tiene proyección no solo porque supo ocupar un hueco del mercado, sino porque construyó una marca con una coherencia conceptual que atraviesa la música. Algo importantísimo en el hoy competido hipermercado de las experiencias pagas. El folclor, el rap, el rock, el reggae, el dub y la electrónica atraviesan tanto nuestro continente como los Andes. Suena contradictorio hablar así de un festival, pero sin duda este es, en apariencia, discurso y sonido, una alternativa al destello de una cultura pop festivalera que abrumó a muchos. Comentarios aparte: gracias por tanta música a Kase. O, que al parecer se retira por un tiempo; y pensando en el futuro, ya que vimos a The Wailers y a Mad Professor, que se venga más música afrocaribeña, que tiene mucho que mostrar y pocas tarimas.

Paula Ricciulli

Si bien la nostalgia del rock latino de los 90 fue un componente clave en Cordillera, otros estilos fueron determinantes: los formatos en vivo de N. Hardem, Kase.O o la Etnnia demostraron su potencia en vivo. Igualmente, el escenario electrónico reunió propuestas variadas y representativas de los nuevos sonidos latinos. Una apuesta que logró atraer públicos intergeneracionales y esperamos que se mantenga.

Hay que destacar el compromiso del festival por ser un espacio con el menor impacto ambiental posible. Iniciativas como el mínimo vital de agua, materiales reciclables y siembra de árboles dan cuenta de una nueva mentalidad para este tipo de eventos, que merece su reconocimiento y debería ser referente.

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Carolina Benítez Mendoza

¿Sería mucho pedir más mujeres en el cartel? Para ser un festival de música latinoamericana, con tantas artistas maravillosas que hacen música en español, se quedaron cortos. Mon Laferte, Julieta Venegas y Aterciopelados dieron un show increíble con mensajes poderosos, pero aún se siente la ausencia de artistas femeninas.

Que Molotov haya puesto el #Niunamenos en la pantalla de fondo mientras cantaba sugerencias masturbatorias para mujeres con herramientas de ferretería resume muy bien cómo se siente el mensaje de igualdad en un espacio que no es igual.

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Sebastián Peña

Gracias a las campañas de reciclaje, el personal de servicios y la buena cantidad de canecas, el parque estuvo limpio a comparación de otros eventos donde no existe conciencia sobre los residuos.

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La diversidad de géneros musicales latinoamericanos fue maravillosa, pero faltó mucha representación femenina y, sobre todo, LGBTIQ+ que son parte fundamental de la música del continente.

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A diferencia de la programación en las tres tarimas principales, en las que tocaba estar muy pegados todos con todos, el Bosque Electrónico ofreció un espacio cómodo en el que se podía bailar libremente y parchar entre árboles iluminados de colores. La oferta de Dj en el escenario se complementó con un montaje digno, elegante y con un sonido de alta calidad.

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Valentina Alfonso

Los clásicos siguen pagando. La música en español nos llama a disfrutar y cantar canciones que marcaron algún momento de nuestras vidas. Muchos podemos estar de acuerdo con que la repulsión desmedida y sin sentido hacia algunos artistas, o la autoridad moral de decretar qué música es la que se "debe escuchar", ya está mandada a recoger. O, por lo menos, debería.

El Cordillera demostró lo que puede lograr un cartel que le da a la gente espacio para sentirse nostálgico sin importar cuántas veces se haya visto a los artistas, porque en realidad ¿cuántas veces son demasiadas veces para verlos?

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Santiago Cembrano

La música es universal y va más allá de los idiomas; ni siquiera necesita palabras para impactar, esto no es un club de lectura ni un recital de poesía, sino un momento en el que tus vellos se erizan y tu cuello se tuerce con el acorde preciso. Pero lo repito después de dos días del Festival Cordillera , de de escuchar a artistas de México, Colombia, Venezuela, Cuba, España y Argentina: hay rincones del corazón musical de los que solo tiene la llave la música que habla nuestro idioma.

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