Que en una jornada de un festival con cuatro actos, uno tras otro, los artistas que se suban a la tarima sean más de 30 habla muy bien de los formatos a los que le apuesta el Festival Centro (y eso sin contar con todos los que trabajan desde la sombra). Que en dos de esos shows, el de Los Petit Fellas y el de Los amigos invisibles, se haya llenado por completo el auditorio de la Fundación Gilberto Álzate Avendaño (con un aforo de alrededor de 450 personas), pagando, habla muy bien del público bogotano. Y que un festival relativamente pequeño haya completado diez años, no solo con programaciones robustas en números sino en contenido y forma, habla muy bien del Centro, de la ciudad y de la emergencia de la escena musical criolla, que patalea a pesar de todo lo que pasa alrededor.
Las bandas han hecho la tarea y han sabido utilizar esa plataforma, que se abre cada mes de enero (o febrero) y se posicionó como el primer festival musical del año en la ciudad.
Este domingo, el quinto día del festival, los primeros invitados fueron Plu con pla, nombre que hace referencia a un plato típico de la región de Tumaco, lugar de donde proviene la agrupación. Detrás de una propuesta donde se aparean los ritmos tradicionales del Pacífico sur colombiano con el reggae o el dancehall había también reclamos, manifestados, por ejemplo, en el nombre del sencillo No Mas Velorio, que habla de los estragos de la guerra en la región.
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La cantante paisa de R&B y hip hop, Lianna, fue la segunda en la parrilla. Su voz es bien conocida en el panorama rapper y, de hecho, en el último año lanzó uno de nuestros discos favoritos, Como el agua. En tarima, la acompañaban una dj, dos coristas y un crew de bailarinas. A excepción de uno de los coristas, todas eran mujeres. Prueba del compromiso de Lianna con el fortalecimiento del trabajo de las mujeres en la industria, un discurso que ella misma se encargó de arengar en la tarima.
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El cierre definitivo del festival lo hicieron dos propuestas con enorme poder de atracción. Nombres que, en definitiva, por montaje, producción, recorrido y propuesta en el escenario, son más que merecedores de esa cualidad.
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Los primeros, Los Petit Fellas. Bogotanos, orgullosos líderes del club de la resistencia y músicos comprometidos con construir un show contundente desde la luz hasta el discurso.
Los segundos, viejos conocidos de la música latinoamericana, controladores del groove y, hoy por hoy, casi que por obligación, incitadores de la buena relación entre colombianos y venezolanos: Los amigos invisibles.
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El balance de la décima edición del Festival Centro quedó completo: 33 bandas en tarima y muchos encuentros felices en la zona con más historia de Bogotá.