Fotos: Alejandro Gómez
Quién dijo alguna vez que el rock estaba listo para entrar en un ataúd de acero debe estar buscando escondedero. En Colombia, por ejemplo, el género ha despegado, agrupaciones se han despabilado y han sacado la garra por eso, lo único que los mueve y que va más allá de premios o reconocimientos: la música. Por esa razón, el día del rock en el Festival Centro, tenía que ser uno de los duros, de los pesados.
Whites fueron los encargados de inaugurar el día. Camilo Nemoga, Daniel Casas y Julián Pineda son verdaderamente un power trio. Contundentes en su esencia y claros en su mensaje: la libertad y la necesidad de igualdad, que el público y la banda sean uno. Una agrupación a la que hay, si o si, que seguirle la pista.
Al tercer día de festival no le podía faltar el homenaje a una leyenda que dejó este mundo hace poco. Dante fue la agrupación encargada de rendirle un sentido tributo; se lucieron en el escenario – así como se han lucido con cada uno de los videos que lanzan – demostrando el juicio y la pasión que los ha hecho acreedores de seguidores fieles.
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Y para darle la bienvenida a la noche en El Muelle, los sintetizadores de Narcos directamente desde Medellín, estremecieron al público que esperaba por su presentación. Siempre vestidos para la ocasión les brindaron al público un concierto experimental, a lo punkero, a lo rockero, a lo synthpunk. Un performance que hay que volver a ver.
El cierre de este día no podía estar a cargo de una banda que ya hace parte de la identidad subterránea de la capital. Triple X se tomó por los cuernos el auditorio, sacudió las vísceras de los asistentes, dieron cátedras de un punk que sabe a Bogotá e hicieron lo que tenían que hacer: dar cátedra de cómo darle vida a un pogo en un teatro.
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Larga vida al rock