En un mismo año, Leonardo DiCaprio y Bruce Willis murieron en dos de las más grandes películas de la historia del cine mundial. No era suficiente con que Jack no quisiera soltar a Rose cuando se hundió el Titanic, hizo falta también que Bruce Willis se despidiera de su hija en un monitor antes de activar una bomba para salvar a toda la humanidad (en Armageddon). De la mano de estas escenas que nos hicieron llorar a moco tendido, llegaron de paso dos grandes canciones que clasificaron a los listados de amor y los enamorados se dedican. Aerosmith se hizo “I Don´t Want To Miss a Thing” y Celine Dion salió con “My Heart Will Go On”. Ambas se convirtieron en dos clásicos de la música, y en dos infaltables en la banda sonora de la historia de las dos últimas décadas. Así comenzó el 98 para mí. Tenía solamente 11 años y Hollywood decidió matarme a dos de mis grandes amores en pantalla pero se reivindicó entregandome dos temazos que cantaría por el resto de mi vida a grito herido. Una compensación apenas justa ante el trauma de la pérdida.
1998 fue un año en el que el pop se tomó el mundo de la mano de los Backstreet Boys, ‘NSync, Britney y Christina. Y las Spice Girls se daban el lujo de aparecer en una película tremendamente mala (yo igual fui de las que fue feliz a verla, me canté todas las canciones y me sentí una de ellas, de las Spice). Fue un año en el que las chicas como yo, queríamos usar plataformas y ombligueras. Bueno, aunque yo debo confesar que solamente llegué hasta las plataformas, las ombligueras y mi barriga pre-adolescente no iban de la mano.
Si usted quiere saber de dónde viene la fiebre de muchas mujeres de mi generación por tener gato y/o perro en nuestras casas, en realidad es muy sencillo de entender: todo se lo debemos al Tamagotchi. En el 98 este aparatico, creado en Japón dos años antes, llegó al país para revolucionar nuestra vida tecnológica. En esa época no había celulares a la mano, ni chats, y mucho menos redes sociales. La popularidad no se medía a través de likes. Era mucho más sencillo pero también más traumático. Salía un huevito, uno lo cuidaba y de ahí nacía un morraquito. Si salía el pato, suicidio social. Había que resetear el aparato y volver al ciclo de alimentación y juegos con el amigo digital que nos habían dado. Por supuesto a los gatos hoy en día no se les resetea, pero fíjese usted en la importancia de tener una mascota para medir la aceptación de la sociedad.
"Las chicas como yo, queríamos usar plataformas y ombligueras. Yo solamente llegué hasta las plataformas, las ombligueras y mi barriga pre-adolescente no iban de la mano".
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Era la época en la que la guerrilla volaba puentes y secuestraba masivamente, pero todavía nos quedaba algo de esperanza en el deporte. Colombia llegaba a Francia para soñar con coronar una Copa Mundo. Al final, no pasó nada. Leider Calimenio Preciado fue el encargado de anotar el único gol de la Selección en ese Mundial. Vimos como Mondragón lloraba cuando fuimos eliminados y como Beckham lo abrazaba para consolarlo. Y fue así como el sueño de que hiciéramos algo digno de ser aplaudido en el fútbol estuvo parado durante tres copas más. Shakira le cantaba a los ladrones, tocó el tema del aborto y se refirió también a lo inevitable del amor. Como muy bien dice René de Calle 13: era la época en la que la barranquillera estaba gordita y era roquerita.
Mientras tanto, en Estados Unidos el señor Bill Clinton nos dio la mejor clase de cómo decir una mentira a la cara y sin titubear con la frase: “Yo no tuve relaciones sexuales con esa mujer”, refiriéndose a su encuentro íntimo con Monica Lewinski. Ese fue y seguirá siendo el gran escándalo sexual de la Casa Blanca. A mis escasos 11 años, y gracias a este suceso, yo aprendí:
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1. Cómo negar la infidelidad fríamente.
2. Cómo se puede ensuciar un vestido azul.
3. Cómo una practicante toma ventaja de su juventud.
4. Cómo no se lava el vestido azul.
5. Cómo un vestido azul manchado te lleva a la fama mundial.
En el 98 di mi primer beso, tuve mi primer novio, estaba en sexto grado y era una niña gordita que usaba gafas. Apenas estaba entrando a la adolescencia y no sabía lo que se me venía pierna arriba. Fue un año de buena música, de buenas coreografías y también de muchas lágrimas, por donde lo quiera mirar.