Frente a horrores como el despojo de tierras, la privatización del agua o el trabajo mal pago es natural sentirse hastiado. Pero probablemente hay pocas representaciones tan generosas y reflexivas alrededor de ese sentimiento como el más reciente álbum de La Muchacha Isabel: Canciones Crudas . Un compendio de sentidos cantos a los ríos, los amigos y al territorio.
Por Fabián Páez López @Davidchaka
Estrenado a principios de 2020, un mes antes de que iniciara el confinamiento global por culpa del coronavirus, Canciones Crudas expone en ocho cortes sobrecogedores el dolor de la vida urbana. El disco, que en principio sería una sesión en vivo para el sello In-Correcto, fue grabado en una toma y ultimado por el productor Santiago Navas. Un registro redondo que , por formato y texto es, en efecto, crudo: de verbo pícaro, puro y reflexivo, hecho a punta de guitarra y emoción; con comentarios sinceros desde la rabia que provoca vivir en un ambiente donde sale caro hasta morirse; pero también desde la gratitud por la familia y los amigos. Son canciones, como las llama Isabel, de “dolor tierno”.
Aunque Isabel Ocampo nació y se crió en Manizales, se reconoce como observadora y legataria de las músicas campesinas y la canción protesta. “He aprendido de la palabra, escuchando mucha música, a gente como Edson Velandia o Violeta Parra”, cuenta. De hecho, es heredera de un matriarcado migrante que tiene bien rastreado desde que su abuela, Nelly Ballesteros, se desplazó en mula sola con sus hijas desde Salamina a Abejorral y, más tarde, a Manizales.
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Isabel, que estudiaba Artes Plásticas en la Universidad de Caldas, sacrificó su título por una carrera que, a punta de paciencia y autogestión, ha despegado con fuerza. Ahora vive entre Bogotá y Manizales y, sin duda, es una de las caras más visibles de la nueva ola de cantautores locales.
“Hay una movida un poco más abierta para nosotros los cantautores. Antes estaban ligados a movimientos o partidos políticos muy claros, pero se han abierto a hablar de otras cosas más cotidianas, más sueltas. Ser cantautor es tener un contexto más íntimo, que siente uno que hay mucho para hablar. Es muy diferente a crear con una banda. Es una escena que promete ciertas cosas, aunque yo apenas estoy abriendo camino. Tengo mucha tela para cortar”.
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Durante la temporada de confinamiento, La Muchacha distribuyó Canciones Crudas en un paquete virtual que incluía un prólogo escrito por ella, un cancionero e ilustraciones que acompañaba cada tema, hechas por la artista bogotana Alejandra Rojas. Ahora está preparando nuevo material, con una mira más oscurecida y rabiosa en el que echará mano del rap que creció escuchando por la influencia de su hermano.
Esto es Canciones Crudas , canción por canción, según La Muchacha:
Que me devuelvan la tierra
A esta canción no le hice melodía nunca en la guitarra. Es una canción percusiva. La hice pensando en los desplazamientos. Me parece un poco loco hablar desde mi lugar sabiendo que yo tengo una casa y que nunca he sufrido desplazamiento, pero para mí es muy difícil ser ajena a las situaciones de los otros. La canción es un esbozo de lo que yo siento cuando sacan a alguien de su territorio, de donde nació. Ahí empiezo a experimentar con la idea. La manera de escribir es medio coplera. Trato de conectar, cada que termina un verso de la canción, la otra estrofa, como tratando de jugar con la estructura.
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El favorcito
Nunca le había escrito oficialmente a lo que hago, a mi oficio. Pero tuve un par de experiencias en Manizales que fueron la tapa. Dije, marica, tengo que sacar algo para que la gente entienda que esto es un trabajo y todas las situaciones que lo hacen pasar a uno cuando se demoran en los pagos o cuando saben que uno es independiente y piden muchos papeleos. Para la gente que pretende que trabajes en unas condiciones precarias como si no se tratara de algo con ellos. Esa canción me salió muy rápido porque tenía toda la experiencia propia de las fatalidades.
Agüela
Es una canción muy especial para mí porque la escribí pensando en la mamá de mi madre, la abuela Nelly, en su historia. Yo le pregunté a mi mamá qué había pasado con la abuela, de su niñez, de dónde venía. Ella me cuenta que nació en Abejorral, Antioquia. Era ella con sus hermanas y mi abuela solas. Mi abuela no tuvo apellido paterno. Estaban solas con mi bisabuela y se vinieron hasta Salamina en mula. Estuvieron dos o tres años allá y luego llegaron a Manizales. Pensando en ese tramo, en ese camino, escribí esa canción. La escribí en el cuatro, no en la guitarra. Se la mostré de primero a mi mamá y fue como para homenajear la memoria de la mujer de mi familia. Ese trajín generacional.
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La Muchacha: El manifiesto de la canción protesta latinoamericana
La cara
La cara la hice pensando en cuando me muera. Es una especie de testamento. Hace rato estuve en el funeral de una amiga y cuando escribí la canción pensaba mucho en eso porque cuando yo entré a la funeraria la primera oficina que encontré fue la financiera. Uno llega con todo su dolor y lo primero que se encuentra es el lugar donde se paga, donde todo se cobra. He pensado en las discusiones familiares donde se habla del cementerio, de qué tan caro es. Me parece ridículo gastar tanta plata en esa vuelta. La canción la hice pensando en que morirse no debería ser tan caro. Es cara la vida, cara la muerte.
Los ríos
Fue una canción que nació cuando me enteré del asunto de hidroituango en Antioquia. Fue una canción hecha con mucha rabia, con mucho desespero de no poder hacer nada. Es una advertencia o un llamado de atención para la gente que tiene poder en la comunidad de Ituango, de Caucasia…Esta canción ha sido muy especial porque en el Festival de la tigra conocí a Isabel Zuleta, que está a cargo del Movimiento Ríos Vivos. Le mostré la canción y me llevaron a Caucasia a estar con la gente y compartir la canción. Fue un producto creativo que narra unas circunstancias que generan una responsabilidad y comprometen a la comunidad con lo que está pasando.
Coplita de la lluvia
Es una canción que hice en una tarde que estaba lloviendo, mientras estaba en mi cuarto. Después de escuchar mucho a la Violeta Parra me salió esta canción tratando de hacer una coplita. Es una canción de recogimiento, de pensar un poco en los dolores de uno.
Chicles
En Manizales hubo un tiempo en el que espacio público se puso agresivo con los vendedores ambulantes que venden en la carrera 23, que es uno de los corredores donde toda la gente va a comprar, comer helados, etc. La canción nació de todas las experiencias que uno veía en las redes de la Policía cometiendo abusos increíbles. Después salió una frase del alcalde diciendo que era “antiestético” que hubiera vendedores en la calle. Y yo eso no lo aguanto. A mí se me da muy fácil hablar con las personas y yo hablaba mucho con los vendedores ambulantes, que lo cuidan a veces a uno o que me siempre cumplen un buen servicio en la calle. Esta canción es para esa gente. Por eso tomé los cantos de la calle como coro: el “chicle, chicle, cigarrillo, Bom bom bum”. Me pasó algo muy lindo cuando fui a cantar a Santuario en Risaralda. Me invitaron a cantar a la plaza, que es un espacio donde está todo el mundo y empecé a cantar la canción y había una señora con el carrito de dulces al frente de la tarima muy feliz, se identificó mucho con la canción. Fue un momento de magia.
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Ranchera mariguanera
Desde hace rato estaba pensando hacer un tema para mis parceras y parceros. Hubo unos amigos que me ayudaron con una colecta porque me iba a ir para México. Recolectamos como 300.000 no más y no pude viajar. Pensé en cómo agradecer y devolverles algo, no solo a ellos, sino a todos los parceros con los que he tenido la oportunidad de compartir un porro, que han estado durante mi proceso o mi vida. Pensé en una ranchera alabando un poco la idea de que lleguen, que podamos charlar. Es una oda al ocio y al porrito que nos ha hecho juntarnos.