Como consecuencia del conflicto armado, a Bogotá llegan indígenas de diversas comunidades que se encuentran con un espacio agreste, ajeno y sin opciones. Algunos jóvenes Embera hallaron en la música un camino para lidiar con la ciudad
Por: Jenny Cifuentes // @Jenny_Cifu
Todos los miércoles Quintiliano Nembaregama llega a ensayar a un lugar de fiesta y conciertos en Chapinero. Es músico indígena Embera Chamí, tiene 19 años y lo llaman “Fercho”. Muy pequeño arribó a Bogotá cuando su familia –como muchas de esta comunidad– tuvo que abandonar su tierra por la violencia.
Es autodidacta, interpreta el bajo, la campana y la rasca. Aprendió a tocar solo, en el pagadiario (habitación que se paga por días) en el que vivía, pegándole a un balde con un palo para llevar el ritmo, y como es usual en los niños, sacando tapas de ollas para simular un platillo de batería.
El bajo lo practicaba en una guitarra, oyendo rancheras y música de Alfredo Gutiérrez. Trabaja vendiendo manillas y pomadas en las calles y a diario ensaya con su agrupación Trova Parranda, una de las varias bandas formadas por los jóvenes Embera que ahora pueblan la capital.
Hace más de una década miembros de la comunidad Embera Katío del Chocó y Embera Chamí de Risaralda, por su situación de desplazamiento, se ubicaron en los barrios bogotanos San Bernardo y La Favorita.
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Hoy sus jóvenes, a cientos de kilómetros de su territorio, sin opciones laborales, con dificultad en colegios que no saben cómo enseñarles, señalados por los mayores por la pérdida de su cultura y “occidentalización”, y en condiciones de vivienda realmente difíciles, echan mano de la música agrupados en el colectivo Embera Bacatá que surgió en 2012 como una opción para su reivindicación a través del arte.
Las bandas embera, con integrantes en su mayoría entre los 12 y 22 años interpretan un estilo muy influenciado por la parranda paisa (por las tierras con que colindan sus pueblos y por la llegada de risaraldenses a sus espacios a practicar la minería).
Le cantan en su lengua, algunos en español, más que todo a la fiesta y a las mujeres, en cortes interpretados con guitarra, bajo, charrasca y campana, y tienen canciones que han sido éxitos en su comunidad, como Chamimbida Embera de Trova Parranda. En su territorio la gente se rota los temas en memorias USB que se reproducen en radios; así se van pegando y se vuelven hits.
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