Hace casi 20 años hubo fuego cruzado, campesinos decapitados y niños hacinados en el exilio en una de las esquinas de América, la cuenca del Rio Cacarica. Cientos de personas fueron desplazadas y ahora retornaron a su tierra, que sigue viviendo bajo la amenaza paramilitar de las “Autodefensas gaitanistas”. Ellos se hacen escuchar a punta de Hip Hop y vallenato. ( Conozca acá más historias)
Por Fabián Páez López @Davidchaka - Fotos: Fox Ph.
En febrero de 1997, en la cuenca del río Cacarica (municipio de Riosucio, Chocó), tres mil quinientas personas fueron desplazadas como consecuencia de una acción coordinada entre paramilitares y Ejército. Los paramilitares decapitaron a mucha gente, entre ellos al campesino Marino López Mena, jugaron fútbol con su cabeza y arrojaron su cuerpo desmembrado al río. La complicidad entre estado y paras era innegable, y la Corte Interamericana ratificó que hubo colaboración entre integrantes de la fuerza pública, que ejecutaron la ‘Operación Génesis’, y las unidades paramilitares, que llevaron a cabo la ‘Operación Cacarica’.
Las victimas de estas operaciones fueron más de 370, incluidos 234 niños que permanecieron hacinadas en condiciones infrahumanas durante cerca de cuatro años.
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Con menos ruido que antes, el paramilitarismo sigue ocupando la zona. Pero hoy la mayoría de los que fueron desplazados regresaron a sus tierras. Hubo diferentes generaciones de músicos que, con sonidos multiformes, decidieron contar sobre lo ocurrido. A punta de vallenato y hip hop se armaron viejos y jóvenes desplazados para volver a Cacarica . Ahora le cantan a los nuevos vecinos que los quieren sacar: los paramilitares y las multinacionales.
Renacientes: "Nosotros dejamos de hacer canciones sobre la guerra cuando veamos que haya cambio"
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Los Renacientes se conocieron después de haber sido desplazados. Son las caras jóvenes de los gritos de resistencia en el Chocó. A veces son ocho o a veces menos. Es en realidad un proyecto apócrifo, sin nombres, pero con un mensaje muy claro. Amin y Janis son los que hoy están al frente del proyecto. Tienen 29 y 25 años respectivamente. Vinieron desde Cacarica a Bogotá para grabar su primera canción en el álbum Voces de Paz , impulsado por la comisión de Justicia y Paz.
“Este proceso es muy autónomo. Lo coges y lo dejas cuando quieras. Otros lo pueden seguir, pero el todo es que no se pierda la métrica. Ahora estamos nosotros dos al frente”, cuenta Amin.
Y añade Janis: “Para nosotros los jóvenes, que somos bastante impulsivos, con el rap podemos expresar muchas palabras más fuertes. Quizá mejor que con una chirimía o un alabao. U otros ritmos ancestrales que no van con las palabras tan duras que uno lleva por dentro”.
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En este momento, y después de haber pasado por la peor parte del conflicto, han podido vivir con una calma relativa. Además de rapear, Janis trabaja sembrando arroz y ayudando en la casa. Y Amin, por su parte, estudia agronomía.
“Por el momento eso ha sido como una bendición. No nos han llegado a pasar problemas con la tierra. Uno de los logros más importantes que nosotros tuvimos después de ser desplazados en el 97 fue haber regresado nuestro territorio, porque parte del desplazamiento se dio porque querían ese territorio para ocuparlo en megaproyectos que quieren las multinacionales. En parte de Urabá, las bananeras ya no dan, esas tierras están muy cansadas. Como nosotros estamos en toda la frontera, en el bajón del Darién, por donde piensan construir la transversal de las Américas, todavía quieren sacarnos. Eso se sigue manteniendo y está muy avanzado”.
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Y como esta historia reciente que todavía pone tensa su permanencia en una tierra preciada como una mina, han contado más extensamente lo que les pasa en otras latitudes. A punta de liricas intensas, fueron invitados por amnistía internacional a girar por Europa con sus canciones.
“Hemos hecho muchos encuentros nacionales e internacionales, dándole a conocer el mundo entero lo que pasa, visibilizado todo, desde la parte fronteriza hasta la frontera con Panamá. Para que vayan otras personas y conozcan la realidad en carne propia. Puede que tú me escuches y ni me creas. Yo te puedo contar mucho la historia pero siempre quedarás como en duda. En cambio, si tú ves con tus propios ojos vas a ver todos los atropellos. El rap nuestro es para visibilizarlo todo hacia a diferentes personas en diferentes partes del país. Nosotros en Europa preguntábamos que qué conocían de Colombia y la gente decía que narcotráfico y guerrilla, pero acá pasan cosas mucho más feas que la guerrilla y el narcotráfico”.
Por supuesto, aunque ya no hay fuego cruzado entre un bando y otro, el conflicto sigue porque de lado a lado le tienen puesto el ojo a la tierra.
“El proceso de paz ha sido fundamental porque en nuestro sector había combates abiertos, pero como desde junio del año pasado no se escuchan. Ya la gente anda más tranquila. Ahora el temor es por las invasiones paramilitares. En la cuenca del Cacarica ya están. “Nosotros dejamos de hacer canciones sobre la guerra cuando veamos que haya cambio. Nos gustaría hacer otro tipo de música, pero todavía no es ese tiempo. O hacer el mismo rap pero con otro texto más dedicado al entorno, más rumbero. O quizás con un flow diferente, que la gente pueda gozarse. Un poco de reggae con chirimía podría ser. El rap se escucha muy bonito con eso”. “Eso sí, los otros ritmos llegan más que el rap porque es muy llamativo, te llega al cuerpo. Tú puedes escuchar un bombo o una marimba y te pone alegre. Eso te cambia. Una cumbia, una chirimía o un currulao va en tu sangre, en tu cuerpo, depende de ti mismo. El ritmo que tú le metas te va a llegar directamente”.
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