Del infalible héroe que nació en los años 30, se enfrentó a los nazis y defendió la justicia (lo que ahora Bush y Trump llamarían “el mundo libre”) parece no quedar mucho. El Superman del siglo XXI es un ser confundido, preocupado y con algunos problemas personales.
Por: Sergio Ramirez @Sergiorami Foto: Getty
Los tiempos han cambiado y el héroe de la capa también. Cuando el Hombre de Acero apareció por primera vez, a comienzos de los años 30, el personaje era para muchos estadounidenses un símbolo, no sólo de patriotismo (que los colores no son gratis) y heroísmo, sino también de hombría. Los creadores del personaje, Joe Shuster y Jerry Siegel, se propusieron que fuera “como Sansón, Hércules y todos los hombres fuertes de los que habíamos oído hablar, reunidos en uno solo”.
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En plena recesión económica, “un período de miedo y confusión”, como se afirma al inicio de la primera película de Superman, y con la Segunda Guerra Mundial a la vuelta de la esquina (Alemania andaba por esos días invadiendo Austria), no era mala idea que los más pequeños pensaran que su país contaba con un súper hombre que podía acabar con cualquiera (incluso les dio uno que otro golpe a los nazis). En aquel entonces Superman encarnaba todo lo que un hombre debería ser. Un personaje bondadoso, humilde, atento, con una fuerza descomunal, bello y hasta ingenuo. Sin embargo, en esta época, cuando las guerras en las que se mete Estados Unidos no son tan unánimemente aceptadas y cuando los hombres rudos que resuelven todo a golpes están siendo desplazados del gusto popular (especialmente del femenino) por unos especímenes más “sensibles”, preocupados por su apariencia y conectados “con su lado femenino”, la imagen clásica de Superman no parece ser la más adecuada.
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A mediados de los 60 el reconocido Stan Lee fue, quizás, el primero en incluir en sus historias personajes menos infalibles y con preocupaciones más humanas. Comenzaron a aparecer heroínas y héroes negros, hispanos y hasta homosexuales. De allí salieron personajes como El hombre araña o los X- Men, que sufren crisis personales, se hacen preguntas sobre sí mismos y la sociedad que les tocó en suerte e incluso, a veces, se sienten tan incómodos con su papel de salvadores como el protagonista de Los Increíbles . Incluso algunos llegan a “pasarse al lado oscuro” (por algunos capítulos, claro).
Sin embargo, durante muchos años Superman no tuvo ese tipo de problemas. El Hombre de Acero, parecía realmente de metal, era rudo e infalible, aunque murió en un histórico número en 1993, para demostrar que no era tan invencible (después lo resucitaron). Durante la Segunda Guerra Superman formó parte de la propaganda interna de los Estados Unidos. Sin embargo, en los 60, la imagen de prepotencia del personaje era tal, que fue tema de sesudos análisis sociológicos (sobre todo, de “intelectuales de izquierda”), que lo declararon una avanzada del capitalismo y del imperialismo yanqui. El escritor, editor y profesor, Danny Fingeroth, quien durante años fue el encargado de escribir los textos de El hombre araña, es el autor de un libro titulado Superman en el diván: Lo que los superhéroes realmente nos dicen sobre nuestra sociedad y sobre nosotros mismos . Según Fingeroth, para los fanáticos de la primera época el héroe debía poseer “todas las cualidades que uno quisiera ver en su presidente y en su padre, tiene que ser al mismo tiempo fuerte y sensible”. En aquella época, el hombre de la capa se convirtió en el reflejo de los anhelos de una sociedad que necesitaba alguien que les diera seguridad.
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Este tipo de personajes han evolucionado con los años para tratar de reflejar la sociedad en que se inscriben en cada época, y en esta, particularmente, los súper héroes chapados a la antigua no parecen tener mucha acogida; los valores cambian, la bondad excesiva comienza a ser sospechosa (“ese tipo parece tonto”), al igual que ese afán de estar protegiendo a las mujeres, en una actitud que para los cánones actuales se presenta francamente prepotente y machista, además de individualista y egoísta. ¿Por qué piensa que es el único que puede salvar al mundo? Además, cuando la principal preocupación de los estadounidenses es un tipo con una bomba ¿qué puede hacer Superman? ¿Ir por todas partes con su visión de rayos X tratando de identificar al terrorista? Cuando los que mandan en el mundo no son lo que aparecen físicamente más fuertes, sino los más astutos, aquello que hizo de Superman un representante de los ideales de la sociedad comienza a resquebrajarse: nadie quiere alguien que le diga qué hacer y cómo hacerlo, o que vaya por ahí volando tratando de resolverle sus problemas sin que lo llamen.