¿Alguien quiere pensar en los niños?
Por: Camilo García @hyperconectado / Foto: Camila Diaz.
Somos unos cerdos. No sabemos celebrar. Cualquier hecho que incluya una pequeña victoria en nuestra larga cadena de fracasos, termina en una locura colectiva sin control. No lo digo yo. Solo basta mirar las imágenes de la celebración de la victoria de Colombia ante Grecia en Cali (ver imágenes) . Gente loca intentando voltear carros que pasaban por una calle. Descontrol, caos, desobediencia. Hacemos todo lo posible para crear recuerdos amargos.
Y no solo es Cali. Bogotá: nueve muertos. Probablemente más de 6.000 seres humanos ocasionaron algo así como 3.000 riñas en toda la ciudad. 15 heridos.
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La conmemoración y el festejo de una victoria nacional se convierte, luego del pitazo final, en una calle repleta con olor a orines y gente echando espuma y/o Maizena. Ciudadanos con panzas pocholeras que solo celebrarán la oportunidad de consumir cualquier trago y salir a las calles a tocar la cola de alguna aficionada.
Un recorderis: En el feliz, pero al mismo tiempo septiembre negro de 1993, el saldo de nuestra visita al mundial fue la bobada de 76 muertos y 912 heridos.
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Somos un país donde es normal la muerte a cuchillo de un hincha. Hemos tenido que observar como conmemoran, con un féretro en pleno estadio, el asesinato de un aficionado “porque murió en su ley”.
Peleas en Transmilenio, gente inocente muerta por defender a su hijo, riñas barriales, lugares a donde no se puede asistir por cuestiones del fútbol. Tenemos que recordar la muerte de un gran futbolista, el secuestro de un árbitro, el fin de un campeonato por la violencia.
En los estadios y celebraciones salen a flote todas nuestras falencias de amor en la casa y terminamos explotando con un júbilo gris y sucio.
Es normal y apenas coherente que las autoridades tomen las decisiones adecuadas para evitar que nos matemos por un gol. O algo peor: que un hincha alicorado muera víctima de su propio vómito.
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Por eso celebro las medidas de los alcaldes. Es lo mínimo que pueden hacer al entender la cultura de celebración que hemos construido. Lamento que los dueños de carros no puedan llenar los trancones de la ciudad con sus vehículos, pero al menos, su preciado bien, estará seguro ya que ningún loco victorioso tomará la decisión de seguir el ejemplo de los Simpson y quemar cualquier cosa alrededor.
Si tuviera un hijo no me gustaría que recordara la celebración de una posible victoria ante Costa de Marfil con una cantidad de gente descontrolada. El fútbol no es nada de lo que hemos hecho. El balompié es de los niños que juegan mete gol tapa y centres. Que creen que Falcao, Cuadrado y Yepes son verdaderos héroes con una camiseta amarilla, azul y rojo y no una turbamulta apasionada y encendida por los instintos humanos más básicos.
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Podrán decirme ñoño, vejete, anti-fiesta, de 200 años, o lo que sea. Pero, en caso de que ganemos ante el complicado equipo de Drogba, celebraré con mi mamá, papá, hermanas y el primo pequeño que todos tenemos. Solo quiero dejarle un buen recuerdo de un momento que recordará toda la vida y del que hablará por los siglos de los siglos. Amén.