Los efectos de la violencia en Internet no solo recaen más que todo sobre las mujeres periodistas, sino que impactan también el derecho a la información de sus comunidades.
Por Carmenza Za // @ZaCarmenza
El 1 de diciembre de 2020, Comunicar para la Igualdad (Argentina) y Sentiido (Colombia) hicieron pública su investigación “Ser periodista en Twitter: violencia de género digital en América Latina” , un informe publicado con el apoyo de la Unesco para dar cuenta de la forma específica en la que cobra forma la violencia hacia las mujeres que ejercen como periodistas y que mantienen una voz pública en la red social.
Haciendo uso de minería y análisis de datos analizaron 66 cuentas públicas de periodistas en Twitter: 7 mujeres y 3 varones por país ( Argentina, México, Colombia, Uruguay, Paraguay y Venezuela) salvo en el caso de Nicaragua en el que fueron analizadas cuentas de 3 mujeres y 3 varones. Además, 28 periodistas respondieron una entrevista cuali-cuantitativa realizada en formato virtual.
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La investigación revela que el 65% de las agresiones a periodistas se pueden agrupar en dos categorías: críticas a su trabajo periodístico y, en mayor medida, a sus ideas políticas.
Sin importar si son hombres o mujeres, a los periodistas se les señala de pertenecer a uno u otro bando político y, debido a ello, de no contar con la imparcialidad que le exige su oficio.
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Sin embargo, además de las agresiones por temas políticos o de coyuntura, el trabajo de Comunicar para la Igualdad y Sentiido evidencia que en contra de las periodistas mujeres se utilizan “muchas más expresiones discriminatorias vinculadas al género y agresiones con connotaciones sexuales.”
El 10% de los insultos recibidos por parte de las periodistas ponen en duda su capacidad intelectual. Reciben el 20% más de expresiones sexistas y el 30% de las agresiones están vinculadas a su apariencia física.
Además, existen casos en los que alguna militancia feminista por parte de la periodista (como la defensa de la legalización del aborto) configuran una razón adicional para violentarla.
El informe concluye que lo femenino también es utilizado como estrategia de agresión contra los varones, perpetuando la forma de violencia simbólica que es considerar lo masculino como superior y, con ello, a lo femenino como lo que debe estar subordinado.
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La política sobre el cuerpo de la mujer
El elemento común en los países analizados muestra que, pese a que los ataques reiterados y coordinados en contra de los casos de estudio se originan por algún pronunciamiento de las periodistas en contra de los grupos en el poder de sus países, l a crítica a las posturas políticas de las periodistas rápidamente se ve transformada en raiding (una avalancha de comentarios) o troleo de género.
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En distintos casos, pudo comprobarse que se trataba de ataques coordinados por los grupos políticos a los que las periodistas hacían veeduría o crítica y, de manera preocupante, el informe afirma que “queda claro que varios de los gobiernos de nuestra región, o sectores afines a los mismos, están realizando una importante inversión en la promoción de la violencia en redes sociales con el objetivo de disminuir las voces disidentes y aún a riesgo del debilitamiento de nuestras democracias.”
El caso analizado para Colombia fue el de la periodista Camila Zuluaga , quien durante varias semanas recibió ataques a través de distintos hashtags. Finalmente, la Liga contra el silencio pudo comprobar que fueron gestados en un grupo de WhatsApp llamado “Los Influenciadores” –”integrado por 88 personas cercanas al gobierno nacional, al Centro Democrático o al expresidente Álvaro Uribe”–, administrado por “dos altos funcionarios” del gobierno del presidente Iván Duque.
Una variable a tener en cuenta, sobre todo en momentos de campaña electoral y en los que el cuerpo, la opinión y participación de las mujeres se convierten en asuntos de capital político más que de derechos y dignidad.
Los efectos de esta violencia no solo recaen sobre las mujeres periodistas, sino que impactan también el derecho a la información de sus comunidades, pues la investigación muestra que el 68% de las personas entrevistadas aseguran haber visto afectado su derecho a la libertad de expresión luego de los ataques recibidos y haber reducido, al menos temporalmente, su actividad en Twitter.
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El trolleo logra lo que busca: silenciar la voz de las mujeres periodistas o, al menos, exponerlas a niveles de violencia en los que no está claro quién media, regula, controla o sanciona.
¿Qué hacen los medios para respaldar a sus periodistas?
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El informe revela que, al momento del ataque, el 86% de las/os periodistas no habían recibido entrenamiento digital por parte del medio en el que trabajaban y solo el 25% lo recibió con posteridad. Un panorama que el informe califica como de desprotección.
Lina Cuellar, coordinadora del informe por parte de Sentiido, afirma que esto se debe en parte a la transición que dieron los medios tradicionales a escenarios digitales, sin estar preparados para la mayor exposición que recibirán sus periodistas - pero capitalizando su audiencia en redes sociales-, y que en los casos en los que los medios son nativos digitales puede encontrarse un cambio en esta tendencia.
Junto al informe, Comunicar para la Igualdad y Sentiido entregan una serie de recomendaciones para los Estados, las redes sociales, las periodistas, los medios tradicionales y las organizaciones de la sociedad civil, como parte de entender esta problemática como una responsabilidad conjunta de las y los actores involucrados y no leerlo solo como un ejercicio disciplinante que las mujeres, una vez más, deben resistir y controvertir en soledad.
Garantizar que las periodistas puedan ejercer libremente su oficio y su derecho a opinar sin ser hostigadas y violentadas permanentemente es el mejor reconocimiento que pueden recibir en su día.