Luego de asistir a numerosas fiestas electrónicas en el país, un grupo de jóvenes identificó un mismo problema en todas: los espacios para las mujeres eran mínimos. Así nació el colectivo Pez Alado . Luisa Fernanda Uribe, hace parte de él y nos contó cuáles son las dificultades de la escena y cómo están intentando hacer de esta un lugar más feminista.
Por Silvia Juliana Suárez // @silviajulianaa
¿Cuáles son los obstáculos con los que se encuentran las mujeres en la escena electrónica?
En esta escena no solo hay un desconocimiento del papel de las mujeres en toda la historia de este tipo de música, sino que encima hay una exclusión deliberada. Es decir, a las mujeres se les excluye de los espacios de la fiesta porque llama más un DJ hombre porque tiene una trayectoria más fuerte.
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Este es un tipo de música que paradójicamente empezó visibilizando mujeres, cuerpos feminizados, comunidad LGBT, y a lo largo de los años se ha consolidado como un espacio super masculino.
También hay inconvenientes en la misma producción de los eventos. En estas fiestas, por el consumo de drogas y que son fiestas de 12 horas hay mucha violencia contra las asistentes, hay acoso. Es normal ver en una fiesta que cuando una chica se esta sintiendo incómoda no tiene a quien recurrir, porque a los tipos del staff no les importa, no tienen una perspectiva amable por decir lo mínimo. Los lugares tampoco tienen cuidado por lo menos en la simple organización de los espacios, la ubicación de los baños, las salidas de emergencia, dónde esta la gente de logística.
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No hay intención de reconocer que las mujeres estamos en una situación de vulnerabilidad en medio de esos espacios de entretenimiento y digamos intentar solucionarlos.
¿Cómo ha trabajado Pez Alado para mejorar los espacios para mujeres en la escena electrónica?
Nosotras tenemos una iniciativa que se llama el Radar Feminista, que se trata de escribir sobre los espacios de fiesta a los que vamos y donde podemos identificar este tipo de problemas.
La primera experiencia del Radar fue en Medellín, donde nos llevamos la grata sorpresa de que el bar donde era la fiesta, por lo menos, ha intentado solucionar el tema. Las manillas con las que uno entraba decían que se debía respetar a las mujeres en la pista de baile, había mujeres dentro del staff que varias veces nos preguntaron a mis amigas y a mi cómo estábamos. También pudimos hablar con DJs y socios del bar que recibieron muy bien lo que estábamos haciendo.
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¿Recuerdas alguna anécdota o algún momento en el que hayas visto que la situación no fue tan buena como esa en Medellín?
Yo estaba con unos amigos en una fiesta y vi que una chica estaba sola y estaba como a punto de caerse. Le preguntamos si quería agua y ella dijo que no, obvio desconfiada de que unos desconocidos le hablaran. Entonces pedimos ayuda a la gente del staff del evento. La primera vez se acercó un tipo y le preguntó si estaba bien, ella le dijo que sí y él se fue. Pero nosotros veíamos que ella seguía mal y además estaba sola, le dijimos a la gente de staff y lo que hicieron fue cuatro hombres intentar sacarla a la fuerza porque ella estaba como cayéndose, ella no se dejó. Lo que vimos después fue que ella como que se recompuso y salió sola.
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Ese momento a mí me hizo pensar mucho en cómo no hay una garantía de absolutamente nada, porque en esos eventos ni siquiera hay una alianza con empresas de transporte. No digo que los organizadores del evento se tengan que hacer responsables de entregarla en la puerta de su casa, pero sí pudieron haber tenido un acercamiento completamente diferente a esa situación. Ese momento me pareció grave.
Acá en Bogotá no hay ayudas reales hacia las mujeres en las fiestas. En general, siento que es como una ridiculización cuando una mujer está preocupada y se acerca a alguien de logística. Siempre se asume que es que la mujer está borracha o que consumió alguna droga o que está haciendo show. Eso para mí es una constante.
¿Por qué crees que es importante politizar la fiesta?
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Porque la fiesta nunca ha sido solo fiesta. En particular la música electrónica en muchos contextos ha tenido una fuerza muy grande, ya que ha tenido espacios en los que las comunidades excluidas han podido reunirse y crear agendas políticas por fuera de lo que se conoce como política institucional. Eso es muy importante retomarlo y hacerlo mucho más fuerte desde la política colombiana.
La apuesta de Pez Alado, más que desde la perspectiva de DJs y productoras es una apuesta desde el público, para que nosotras como asistentes tengamos también una voz en los espacios nocturnos. Nosotras no somos sujetos pasivos que no ven lo que está pasando, no ven las dinámicas que se reproducen y no quieren transformarla.
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Por eso es importante para nosotras politizar la fiesta. Aquí hay una trayectoria bien fuerte en movimientos sociales y en movimientos con enfoque de género, que queremos rescatar. La fiesta no puede ser ir a darse en la cabeza 12 horas y que no importe nada más.
También debe bajársele a la elitización de estos espacios en este país, que claramente son de clase media alta y podrían tener una propuesta diferente.
¿Crees que quienes hacen parte de la escena electrónica podrían estar de acuerdo con ustedes?
Esta no es la posición de Pez Alado, sino la mía. Yo creo que la gente es muy poco receptiva a este tipo de cosas, porque es lo que suele suceder con las apuestas feministas en cualquier tipo de público: que esto es ganas de joder y ya.
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Pero al mismo tiempo creo que hay muchas mujeres asistentes a estos espacios que sí se han dado cuenta que esto es algo que está pasando y que si lo hablamos las cosas van a cambiar. Hay gente que asume que como solo hay una mujer en todo el cartel significa que las mujeres no tienen talento para producir este tipo de música. Eso no es así.
Sí hay mucho interés de sectores de la fiesta, pero hay otros que son muy reticentes porque esto revela estructuras desiguales y machistas sobre las que se ha construido la escena electrónica en el país. Obviamente hay gente a la que no le conviene que se hable de eso.
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