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#MeToo y la lección que nos deja Hollywood en la lucha contra el acoso sexual

¿Usted ya identificó a su Weinstein más cercano? No tomar partido ya dejó de ser opción.

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Foto: Getty

Pese a lo importante que resulta visibilizar que el abuso y acoso sexual hacen parte de la cotidianidad de las mujeres, lo urgente es acabar con las condiciones que han permitido la existencia de tantos agresores. Quitarle el agua al pez. Esa es, probablemente, la mayor lección que nos está dando Hollywood.

Por: Za Carmenza // @ZaCarmenza

Hace un par de días el New York Times publicó un extenso reportaje que señaló a Harvey Weinstein como responsable de múltiples casos de abuso y acoso sexual contra actrices (entre las que se incluyen Angelina Jolie, Ashley Judd y Gwyneth Paltrow) que iniciaban su carrera en la industria cinematográfica. Quien fuera uno de los productores más importantes de Hollywood durante años, ha quedado inmerso en la que podría ser la mayor denuncia de este tipo en toda la industria cinematográfica.

Weinstein es confundador de Miramax y Weinstein Studios, productoras de películas como Shakespeare in Love (1998), The King's Speech (2010), The Artist (2011) Cinema Paradiso (1998), The aviator (2004) o grandes hits de Quentin Tarantino como Reservoir Dogs (1992), Pulp Fiction (1994), Kill Bill (2003), Inglourious Basterds (2009), entre muchas otras. 


El escándalo generado ha conseguido que personajes como Barack y Michelle Obama, así como Hilary Clinton, repudien las actuaciones de Weinstein y se solidaricen con las víctimas. Y es que Weinstein no está alejado de la esfera política gringa pues, durante años, hizo importantes donaciones a los candidatos del Partido Demócrata.

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Varios de los colegas de Weinstein y de las denunciantes han decidido pronunciarse con un contundente rechazo, señalando además que se trataba de un secreto a voces y que para nadie eran desconocidas las recurrentes prácticas abusadoras del productor estadounidense; otros, sin embargo, han afirmado desconocer por completo la situación y estar sorprendidos por el escándalo que ahora se desata pero que dataría de la década del 90.


Asia Argento, Lucia Evans y Rose McGowan (quién había preferido mantenerse en el anonimato), lo acusan de violación; otras tantas como Cara Delevingne, Gwyneth Paltrow, Angelina Jolie, Léa Seydoux, Mira Sorvino, Rosana Arquette, Emma de Caunes y Judith Godréche afirman haber sido acosadas por Weinstein. El número de víctimas llega a 29 y amenaza con aumentar.

Con el escándalo, Hollywood ha retirado su respaldo a Weinstein; fue expulsado de su propia compañía, su esposa Georgina Chapman anunció el divorcio y amigos cercanos como Matt Damon y Ben Affleck han condenado públicamente al productor. Desde el Festival de Cannes, Pierre Lescure y Thierry Frémaux, presidente y delegado general, también repudiaron el hecho. El sindicato de productores de Hollywood ya inició el proceso para expulsarlo.

El silencio de Harvey Weinstein solo se vio interrumpido con el anuncio de que viajaría a Arizona para tratar lo que llamó su “adiccioń al sexo”.

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Pasa en las películas, pasa en la vida real.


No es difícil imaginar lo que narran las víctimas: eran acosadas/abusadas por una de las vacas sagradas de la industria a la que ellas, muchas con tan solo 20 años, aspiraban pertenecer. Aún queriendo denunciar, la posibilidad de ganar cualquier caso era más bien nula.
Hizo falta una avalancha de testimonios, uno tras otro, para que se rompiera el silencio y quedara en evidencia lo que todo el mundo ya sabía: el acoso sexual es una práctica recurrente en la industria hollywoodense. 

Como el caso de Weinstein, otros habían salido a la luz previamente, sin que tuvieran mayor impacto en  la opinión pública o en los estrados (Woody Allen, Roman Polanski, Bill Cosby fueron señalados de violencia sexual una y otra vez). Ahora, Björk, motivada por  el repudio que ha generado la actuación de Weinstein, denunció haber sido víctima de una violencia similar, por parte del director danés Lars von Trier. 

Como  bola de nieve, las denuncias y casos amenazan con aumentar; no son nuevas, siempre han existido, estaban totalmente normalizadas y justificadas pero, ¿por qué nadie lo dijo antes? La respuesta a dicha pregunta está más cerca de lo que parece.  Esta semana en las redes sociales  miles de mujeres usaron las etiquetas #MeToo y #YoTambién para evidenciar que el acoso y abuso sexual es algo que todas hemos vivido por lo menos en una ocasión y que se reproduce sistemáticamente por el lugar inferior de poder que se le ha asignado históricamente a la mujer. Las agresiones suelen venir de profesores, jefes, familiares mayores o desconocidos convencidos de que tienen alguna potestad sobre el cuerpo y vida de la mujer.

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La campaña, motivada por la actriz Alyssa Milano, amiga cercana de  Georgina Chapman  (esposa de Weinstein) y de Rose McGowan (víctima de violación por parte del productor)  deja en evidencia que el escándalo que envuelve a Hollywood no tiene que ver con la “adicción al sexo”  de un personaje, sino con una cultura que justifica al victimario y abandona a la víctima. Ningún agresor podría serlo si no tuviera un medio que lo permitiera.

Y, pese a lo importante que resulta visibilizar que el abuso y acoso sexual hacen parte de la cotidianidad de las mujeres, lo urgente es acabar con las condiciones que han permitido la existencia de tantos agresores. Quitarle el agua al pez. Esa es, probablemente, la mayor lección que nos está dando Hollywood: todo parece indicar que Weinstein se ha quedado sin matrimonio, sin empresa y sin prestigio, sin contar con los costos legales que le represente cada una de las denuncias. Su caso debe servir como ejemplo para que, en ningún lugar del mundo, la historia se repita.

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Ninguna agresión se debe permitir, ningún agresor debería quedar impune. La sanción social a abusadores y violadores es la primera forma de castigo cuando la jurisprudencia continúa siendo escasa; resulta necesario, entonces, más que mostrar que existen muchas víctimas (en 24 horas, cientos de miles de testimonios se compartieron con la etiqueta #MeToo) individualizar a los victimarios, hacerlos públicos, alertar a las mujeres que tienen a su alrededor y no permitir que sigan causando daños irreparables una y otra vez.

¿Usted ya identificó a su Weinstein más cercano? No tomar partido ya dejó de ser opción.

 

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