Después de un detallado estudio de campo en Instagram (que nos dejó el dedo gordo luxado de tanto deslizar el feed hacia abajo) desarrollamos una tipología básica para que identifique a los personajes que habitan esta red, rica en fotos de paisajes, mensajes motivacionales y selfies, muchas selfies. (Vea también: Instagram va directo a acabar con YouTube)
Ilustraciones: @raeioul
Poeta de la selfie
¿Tiene que ver algo la poesía con una foto mostrando los calzones o mirando al horizonte como posando para un cartel de político? No, pero no importa: este perfil, en el fondo, se siente mal con el narcisismo de Internet, por lo que sus millones de post no son (guiño, guiño) fotos para exhibirse a sí mismos. Son para llamar la atención y compartir sugestivas reflexiones. Algunos, más minimalistas, encuentran títulos con frases cortas abundantes en gerundios del tipo: ‘sanando heridas’ o 'luchando por un mejor mañana'.
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Predicadores coelhistas
De los mismos creadores del incapable hashtag #felizlunes, los coelhistas aprovechan Instagram para postear cualquier cosa, un retrato, un café (preferiblemente de Starbucks) o una foto del despertador, para compartir frases motivacionales. #vamoscontoda #acomermeelmundo. Estudiosos del mundo digital afirman que lo utilizan como mecanismo para autoconvencerse de sus posibilidades e ignorar el entorno hostil que habitan en la vida real.
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Con síndrome de Harry Potter
¿Qué es un lugar mágico? ¿Hogwarts? Este tipo de personaje puede estar en el río Atrato o en un templo romano y encontrarle un atributo mágico al lugar que visita. Para ellos, cada fotografía de un paseo es el recuerdo de un lugar mágico (o de un momento, desde luego, también mágico).
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Diferentes teorías, aún no comprobadas (y tal vez tampoco escritas), apuntan a que el atributo mágico de los lugares es directamente proporcional con la lejanía del entorno habitual de quien postea.
Predicador fit
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Uno de los síntomas más dicientes del mundo moderno es que, entre más dependemos de estar quietos e inmóviles frente al computador o el celular, más tenemos que compensar sobrecargándonos en el gimnasio o en actividades como el running. Para estos habitantes de Instagram los likes funcionan como las pulsaciones y las calorías. Ya que la red es el templo de la belleza y la autocuraduría, el instagrammer fit no solo se conforma con compartir sus ejercicios, o las distancias recorridas en una carrera, también ofrece consejos para comer y no engordar.
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Turista humanitario
Este tipo de perfil se alimenta digitalmente de compartir las causas sociales en las que participa. Usualmente se le encuentra usando el wifi de las facultades de humanidades. Lo puede identificar por sus fotos clavando un clavo el año en el que estuvo haciendo amigos en la Fundación Techo, o por la cantidad de fotos con niños de lugares apartados y animales (pero adoptados, obvio).
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Robot influencer
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Esta emergente subespecie de habitante de Instagram goza de números abultados de seguidores, pero no siempre se corresponden con sus grupos sociales en la vida real. Muy frecuentemente se reconocen a sí mismos como influenciadores digitales o figuras públicas, así su gracia sea tan dudosa como el motivo de la popularidad de las Kardashian. Estudios recientes indican que el hábitat digital de este usuario está plagada de bots, aquellos perfiles virtuales falsos, creados con fotos robadas y que, de vez en cuando, apoyan masivamente a uno que otro candidato político.
Yo filtrado
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Si alguna vez conoció a alguien cuya imagen en Instagram no se corresponde con su imagen en la vida real no se alarme. En Instagram, como buen lugar para exponer una imagen deseable de sí mismo, los filtros actúan como corrector de estilo facial (y hasta corporal, si primero pasan por Photoshop). Al fin y al cabo, la imagen deseable de uno mismo casi nunca es la de uno mismo, sino la de otro.
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