El típico discursito machista ese de que las “viejas están muertas de las ganas de meterle un chino a uno” se lo pueden comer, con salsita de tomate, si les sabe más rico. La nueva “moda” del stealthing , que es de lo más hedionda por cierto, se está esparciendo más rápido que meme de “take tarake take”, dejando claro que los manes son los que están que se mueren de ganas de ser papitos, lo queramos nosotras o no.
Los invito a imaginar: después de un par de wiscachos y superada la ya tradicional conversación introductoria, “¿qué música escuchas? Tienes buenos gustos musicales. ¿En dónde vives? Que bien, vivimos cerca. ¿Tienes pareja? No puedo creer una mujer tan churra esté soltera”, dos adultos escogieron para qué casa pegar y están tendiendo sexo, muy juiciosos, con condón. Hasta ahí todo bien. En medio del ajetreo, sin previo aviso ni conversación al respecto, el susodicho se quita el condón, se viene adentro con cara de absoluta satisfacción y sanseacabó.
Sino le está hirviendo la sangre de la rabia –y/o miedo- por semejante acto tan desconsiderado, de pronto usted sea uno de los honorabilísimos miembros del Club de Stealthing de Colombia –nombre, hasta ahora, ficticio-. Que pendejazos tan deschavetados mentalmente.
El escenario no sucede sólo con manes X, levantados en la mitad de una rumba un tanto pasada de tono, ni son el resultado de los whiskies o cualquiera hubiera sido el trago protagonista de la noche. No, no, los propulsores del stealthing se lo hacen igual a la novia de toda la vida, pasando por la hermana del mejor amigo, hasta a la que acaban de conocer, sin el menor remordimiento ni consideración.
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La culpable del reciente alboroto mediático sobre el tema, que en realidad no es tan nuevo, es Alexandra Brodsky, abogada de la Universidad Yale y miembro del Centro de Derecho Nacional de la Mujer, quien se hartó de oír las historias de amigas y conocidas suyas víctimas del stealthing y decidió escribir un artículo sobre las posibles consecuencias legales que podrían enfrentar los “machitos” a los que los tenía encantados el cuento de quitarse el condón. Los castigos continúan en discusión pero la práctica es claramente abominable.
¿Cómo se justifican estos personajos? Bien simple, según ellos el hombre tiene el “derecho a expandir su semilla” gústele a la implicada o no, se trata de reproducirse y dejar al mundo lleno de miniaturas con tan excelsa calidad de genes. Que panorama tan alentador. ¿Ósea a qué mujer no le encantaría que le metieran un embarazo -y de paso por qué no, una posible venerea- sin pedirle permiso, sobre todo después de que ella muy juiciosita exigió la puesta del condón antes de?
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La vaina no se quedó solo en Estados Unidos, para nada, los pervertidos esos fueron ganando adeptos en el mundo, expandiendo su ideíta de reproducción forzada a quien quisiera escucharla y finalmente le tocó también el turno a Colombia. Uno de los tipejos estos publicó en el foro Nogare.net:
“Siempre trato de dejar mi semilla en toda mujer que frecuento. Lo he hecho desde la secundaria y no pienso dejar de hacerlo, actualmente tengo 5 hijos con 5 mujeres distintas. Por ahora he intentado embarazar a 25 mujeres pero sólo lo he logrado con 5, siempre me ha resultado fascinante hacerlo por primera vez a una chica.”
Lo dicho, el punto es reproducción sin medida y a como dé lugar, gústele a la que le guste y el mayor aliado de esta práctica es, la atrevida ignorancia. No hay sino que leer los comentarios en este video sobre stealthing publicado por el medio mexicano Cultura Colectiva Noticias, me dejó con la boca abierta:
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El señor Orson Duarte, por ejemplo, dijo: “Esto pasa cuando le abren las piernas a cualquiera.” Más triste aún leer a una mujer, como Tatis Do Go, que escribió:“Está mal empleado el término violación. Esto es ser un ojete.”
Pero los mexicanos no son los únicos, en un artículo compartido en la cuenta de la W Radio Colombia sobre el tema, Pablo Andrés comentó:
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Qué es ‘stealthing’, la peligrosa nueva forma de agresión sexual https://t.co/YajMK6I0np pic.twitter.com/xkXH05oVxk
— W Radio Colombia (@WRadioColombia) May 13, 2017
“¿Agresión? Hay que ser selectivo a la hora de elegir con quien dormir ¡coño! Es como comprar pan vencido y quejarse de haberse enfermado.”
Sí, claro, porque seguramente los amantes de practicar stealthing andan por ahí con un letrero en la frente que dice: “Cuidado, tengo la tendencia a quitarme el condón antes de venirme, sin preguntarte ni un carajo”. Típica tenencia de culpar a quienes son víctimas de alguna forma de abuso.
La discusión a nivel mundial se ha centrado en si el stealthing es o no violación, desde el punto de vista legal, y aunque evidentemente tiene que establecerse algún tipo de castigo para esta práctica que de chistosita tiene cero, lo más importante es entender que se trata de una forma de abuso que no solo viola el derecho reproductivo fundamental de tener sexo seguro para evitar comprar cupecakes para el babyshower cuando todavía está viviendo en el cuarto de chiquita en hotel mamá, sino que obliga a la mujer a, por ejemplo, enfrentar la posible opción de abortar –ilegalmente en el caso de Colombia- y deja secuelas emocionales profundas.
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Ojo, no estoy diciendo para nada que los hombres que tantos deseos tienen de ver a sus retoños jugueteando por ahí no tengan todo el derecho a cumplir sus sueños. Pero ni por el carajo tienen derecho a intentar embarazar a una mujer contra su voluntad. Si tantas ganas tienen de demostrar lo “macho” que es, haga la tarea y consígase una chica que esté dispuesta a tener hijos con usted. Me pregunto si los hinchas del stealthing serán tan responsables como padres como los son con sus métodos de optar por su tan anhelada paternidad.