Mientras muchos andan de vacaciones en la playa o en la piscina que consiguieron para chicanear en Instagram, cientos de abuelitas europeas reservaron para estas fechas su tour erótico con senegaleses jóvenes y de cuerpos atléticos. ¿Qué pasa cuando son las mujeres, especialmente ancianas, las que van a buscar hombres para pagarles por sexo?
Por Andrés Felipe Ramírez Rodríguez
El auge del turismo sexual femenino es una cuestión de la que resulta difícil hablar y al que se le da muchas vueltas. Muchas corrientes feministas estudian la prostitución como una extensión de la violencia patriarcal, niegan que este tipo de turismo conlleve al ejercicio de la prostitución por parte de los hombres y prefieren llamarlo “intercambio”. En otros casos se victimiza a las mujeres como engañadas por conquistadores locales. ¿Pero si el que planea el tour es un europeo blanco de 70 años en busca de jovencitas negras de 18 años cabría también en la categoría de “contrato social sano”, “intercambio” o “turismo de romance”?
Senegal es un país ubicado en el noroccidente africano en el que viven 15 millones de habitantes, bañado por el Atlántico y bendecido, para el turismo, con el calor tropical. Pero también, y a diferencia de la mayoría de casos de turismo sexual de europeos en países en desarrollo, en Senegal buena parte de la clientela son mujeres según indicó el diario español La Vanguardia. Este tipo de viaje se practica con discreción y con gran auge en las paradisíacas playas de la zona de resorts de Saly.
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Como pudo captar un grupo de periodistas del portal español Sin Filtros durante un reportaje en las hermosas playas del país africano, los contactos se producen en las playas, donde los locales entrenan atléticamente en la playa y las europeas les observan para escoger al más apto. Las relaciones comienzan con una simple conversación y a partir de allí progresan en función de la afinidad y el trato. Hay quienes tienen relaciones esporádicas y hay quienes consiguen una amante europea, que normalmente envía remesas de dinero mensuales a su compañero senegalés cuando ya han terminado las vacaciones y están de regreso en Europa.
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Para la internacionalista Inés Orea, periodista del portal El Orden Mundial, este tipo de relaciones entre mujeres heterosexuales con cierto poder adquisitivo que podríamos denominar “occidentales”, y hombres locales que explotan los estereotipos para conquistarlas, es relativamente reciente o, por lo menos, tiene consecuencias que lo son . El viaje como contacto con el otro produce efectos irreversibles sobre la población local y se alteran las redes preexistentes. Todo ello unido al concepto de turismo sexual como una forma de viajar en la que se suma una conducta de libertad sexual con un abismo en la renta entre el recién llegado y los locales.
El hecho de que las mujeres tengan el rol de consumidoras de prostitución supone un giro en los estudios de género que identifican la prostitución como una cara más de la opresión patriarcal y abren todo un panorama para la investigación teniendo en cuenta que existen diferencias en la forma de pagar por sexo, en las resistencias con respecto a cómo se llama, o incluso a entenderlo realmente como “intercambio” o “romance fluido”.
Sin embargo valdría la pena explorar dentro de este nuevo panorama el fuerte componente racial unido a una idealización de lo considerado hipermasculino desde una posición privilegiada en lo económico. Hace unas décadas el turismo sexual se identificaba con hombres heterosexuales que viajaban y tenían relaciones con prostitutas y, en menor medida, prostitutos. Hoy ese perfil quizá siga siendo el mayoritario, pero emergen otros que remueven los conceptos preestablecidos desde el género e incluso la orientación sexual. El hecho de que muchos hombres obtengan sus principales ingresos entablando relaciones sexuales y sentimentales con mujeres extranjeras tiene consecuencias en cómo se perciben ellos mismos y en cómo son percibidos en su entorno social.
Para Inés Orea, con frecuencia, cuando las mujeres viajan con el objetivo de vivir una aventura con un local, el intercambio no se hace explícito, lo que hace que frecuentemente se denomine “turismo de romance” y existan recelos con respecto a la idea de calificarlo como prostitución. No puede ignorarse el hecho de que analizar estas relaciones no puede conllevar una generalización. No todos los encuentros son iguales ni tienen las mismas características; en muchos casos, la ausencia de roles establecidos o el desconocimiento llevan a situaciones ambiguas en las que los objetivos de ambas partes no están bien definidos.
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Con estos nuevos perfiles de turista sexual más allá de ya clásico hombre heterosexual occidental, se abren nuevos debates y principalmente renace una pregunta crucial a la hora de trabajar el tema: ¿qué es exactamente la prostitución? Así mismo, queda preguntarse cuáles son sus fronteras (que cada vez se hacen más difusas sobre todo en la era digital) y cómo se configuran las relaciones de poder en encuentros atravesados por fuertes componentes de género, clase social y variación cultural. Países como Senegal o Kenia, donde el turismo sexual se hace más explícito, son testigos de la pérdida de romanticismo y se cuestiona el quién instrumentaliza a quién.
Frente a las importantes desigualdades económicas existentes, el debate sobre la libertad de elección en estos encuentros pareciera perder consistencia y, como se evidencia en el reportaje de Sin Filtros, al parecer muchos hombres se sienten víctimas de la situación tanto por la instrumentalización de sus cuerpos como por las repercusiones sociales en su entorno. Estos encuentros son un verdadero experimento social que pone sobre la mesa una serie de interrogantes claves. ¿Obran las mujeres igual que los hombres una vez alcanzada la misma posición en cuanto a poder y recursos? ¿Cómo repercute este turismo en relación con las mujeres locales? ¿Implica el turismo sexual entre países ricos y pobres siempre, de alguna manera, prostitución?
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Nos encontramos ante un fenómeno en auge que pone en cuestión muchos conceptos preestablecidos y obliga a replantear los marcos con los que estudiamos la realidad. Esta termina chocando con el guion prescrito del turismo de paquetes y nos muestra la fluidez y lo impredecible de lo glocal .