La nueva oleada de manifestaciones y protestas callejeras ha dejado material para opiniones de todo tipo. En tiempos de fake news y turbulencia social, el arte local explora los límites de la creatividad y de la crítica social para hacer una radiografía de lo que pasa en el país.
Por Víctor Solano Urrutia
No paramos. Desde que empezaron las grandes movilizaciones del 2019, con la crisis estudiantil y el posterior Paro Nacional, hemos experimentado una seguidilla de protestas y manifestaciones que han abarcado una amplia paleta de colores y causas. Y aunque la pandemia redujo significativamente las demostraciones públicas al punto de hacernos considerar la virtualidad como opción, hoy en día recobra el sentido abierto y propio de la calle como altoparlante de justicia y dignidad.
Para muchos ya no hay cómo aguantar. Con la oleada de masacres de agosto y los casos de abuso policial, junto con los reclamos todavía no escuchados de #MatrículaCero en universidades públicas y de #RentaBásica para los hogares más necesitados, apareció una nueva escalada de protestas en las calles del país, a veces apelando a acciones radicales.
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No son solo estudiantes, líderes sociales o profesores quienes se han visto interpelados. Sectores amplios como periodistas, influencers y artistas entraron en encrucijada con los famosos perfilamientos de redes sociales. Por eso buena parte del mundo del arte que antes no tenía “opiniones políticas” se involucró, a la fuerza, en las causas y manifestaciones a través de lo que mejor sabe hacer: crear mundos posibles, construir escapatorias a la “normalidad” y metaforizar la vida y sus irónicas desventuras.
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Llamados a la (re)acción
Se ha dicho mucho sobre la violencia, si se justifica o no en algunos casos. Aunque hay quienes opinan que no vale la pena dar ese debate, lo cierto es que la cosa es mucho más compleja. Los artistas y colectivos que se han involucrado en las recientes movilizaciones han demostrado que hace mucho quedó obsoleta esa visión romántica y pasiva del Arte (así, con mayúsculas); los llamados a la acción y reacción social ahora acuden al lienzo, al muro o al Illustrator. Ejemplos de este involucramiento se pueden encontrar desde siempre. Pedro Lemebel y las “yeguas del apocalipsis” en plena dictadura chilena, o las pintas de Plaza de Mayo y el rock en Argentina, dejan su legado en los jóvenes artistas que entremezclan la memoria con las viejas y nuevas coyunturas del momento para crear presentes y futuros combativos.
Exploramos algunas de las más recientes creaciones de colectivos y artistas a los que no les ha temblado la voz (ni el pulso) para hablar de este caótico conflicto.
Ríos de sangre, muros que hablan
Se le ha llamado “primavera chilena” al despertar popular masivo que desde octubre del 2019 vivió ese país en prácticamente todas sus ciudades. Millones de ciudadanos de todas las edades se tomaron las calles durante meses para denunciar los abusos de la fuerza pública y del gobierno de Piñera. Con murales, guitarras, trompetas, escudos de lata personalizados, danzas y performances, pasó a la historia como una de las protestas más creativas y coloridas. Interesantes creaciones hicieron de las calles un mapa abierto dispuesto a la intervención y la modificación. Algo así como un museo itinerante o una galería pública y sin puertas, que invita a reconstruir la memoria resistiendo a los atropellos y a adueñarse de los espacios que son de todos y todas.
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El proyecto Antes del Olvido tomó un mapa de Santiago de Chile y ubicó pines de los puntos intervenidos más emblemáticos de las protestas (como la estatua del perro “Negro Matapacos”), disponiendo modelajes 3D de libre descarga de estas figuras. Una forma ingeniosa de digitalizar y preservar las rutas de la resistencia que cambian a diario por la mano dura del poder oficial.
Resulta poderoso el modelaje porque permite hacer un trabajo de memoria sin dejar de lado el sello propio del artista o la estética de los momentos que la retina captura momentáneamente en medio de las protestas. En ese sentido, y adentrándonos en el contexto de abuso policial reciente en Bogotá, el ilustrador 3D Daniel Martínez ( @okogon ) hizo un homenaje muy original a las 13 víctimas fatales que dejaron las recientes jornadas de represión.
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La idea medio cliché de que los muros hablan, a fin de cuentas, ayuda a ilustrar un poco lo que está ocurriendo en Bogotá y en el resto de Colombia. Entendiendo que en redes sociales es fácil quedar atrapado en una burbuja, volver a la vieja confiable del grafiti, la pinta o los murales, facilita la visibilidad de las causas, sobre todo para el transeúnte desprevenido que no sabe lo que pasa a su alrededor.
De acuerdo con muchos artistas, marcar la pared, imprimir un sello o calcomanía, o pegar un cartel en señales de tránsito y espacios concurridos son formas de forjar territorio. Y esa creatividad ha permeado varias técnicas y círculos de arte. ¿Cómo olvidar el monumental (¿o debería decir contra-monumental?) trabajo de Doris Salcedo sobre la memoria ? Hace poco también vimos la intervención sobre el eje ambiental en Bogotá usando pigmentos naturales para simular literales ríos de sangre que atraviesan el centro de la capital en homenaje a las víctimas de las masacres.
El eje ambiental de Bogotá teñido de rojo con betanina de remolacha como señal de protesta por las masacres en Colombia. NO MAS MUERTE!!! pic.twitter.com/64NlP9N1Bi
— Carlos Medina G (@CarlosMedinaG1) September 7, 2020
Arte en la inmediatez, el otro frente
Otra característica importante del arte militante es su capacidad casi instantánea de acudir con creatividad a la escena. Elemento compartido con la caricatura, que une sátira, ingenio y actualidad, la inmediatez es factor clave para propulsar el clamor popular en otros espacios.
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Por así decirlo, las protestas del siglo XXI no cesan con la demostración en las calles . La era digital permite que el reclamo trascienda la dimensión física y se vuelva 24/7, llegando a su vez a más gente de forma viral. Ilustradores y creadores que montan sus obras en redes están abriendo otro frente de expresión para aprovechar los ratos “muertos” del horario laboral. Así, no sólo las calles se paran con los bloqueos de vías y las performancias espontáneas, sino que también en redes sociales se puede “marchar”. Fue así como la coreografía Un violador en tu camino se exportó de Chile a Rusia en pocas horas . Ejercicios interesantes como el ya reconocido trabajo de La Bogotana ( @labtna ) que se especializa en ilustraciones con carga social, política y cultural, demuestran el impacto del arte y su capacidad comunicativa que trasciende escalas y sentidos. De manera sensacional, los ilustradores de La Bogotana toman los eventos más cruentos de nuestra realidad y amalgaman la iconografía pop con un estilo único para crear críticas agudas y certeras.
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Hace poco se abrió un hilo en Twitter a raíz de los incendios de los Centros de Atención Inmediata de la Policía (CAI), y de su posterior transformación en Bibliotecas populares rebautizadas “Centros de Arte e Imaginación”. ¿Cómo se puede pasar de espacios vistos por la comunidad como violentos y arbitrarios a escenarios apropiados por la gente? ¿Es necesario quemar y destruir para poder construir de cero? Un trabajo muy crítico que se está posicionando y cuenta ya con un libro en proceso de edición, es el del Colectivo Vestigios .
Surge en 2019 bajo la creación de Katherine Tunjo y Juliana Quitián, estudiantes de periodismo que encontraron la forma de construir memoria y manifestarse ante las problemáticas y la necesidad de que medios independientes muestren la realidad de lo que sucede. En ese sentido, el colectivo ideó e ilustró el proyecto ESMAD (SACRE) , fusión entre dos términos que se han conjugado bastante en los últimos tiempos.
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ESMAD(SACRE) fue escrito por Katherine Tunjo y Juliana Quitián, ilustrado en colaboración por Sofía Murcia, Andrea Montoya y Nicolás Sanabria, y diseñado por Juan Felipe Ramírez.
De acuerdo con sus creadoras, “vivimos en una sociedad veneradora de imágenes, ladrillos y concreto; sociedad que le resta importancia a la vida, y antepone a las edificaciones... tal vez sea este el origen de tanta violencia y abuso. Se ha perdido el valor de la vida”. En sus propias palabras: “La violencia policial y la represión por parte de las estructuras de poder colombiano son problemáticas que requieren de atención y medidas inmediatas, ya que no sólo han creado profundas brechas de desigualdad, sino también han acabado con la vida de muchas personas”. A través de una postura crítica, argumentada y con algo de sátira, buscan mandar un mensaje gráfico de protesta, “porque a la hora de protestar se hacen necesarios todos los recursos gráficos y narrativos”.
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Imagen de Sofía Murcia, Colectivo Vestigios.
Lecciones sobre el arte, la violencia y el “no futuro”
Si me preguntan si puede surgir algo bueno de la violencia, la muerte y la injusticia, diría que da miedo buscar una respuesta, pero lo cierto es que muchas veces se destruye tanto que ya no se tiene nada... Yo contrapregunto: ¿cuántas veces se ha creado a partir de la nada tan solo para seguir adelante? Eso es lo que nos enseñan estas creaciones levantadas en la inmediatez de un perpetuo conflicto. En un país enlodado por la violencia, el arte ha surgido muchas veces de las entrañas del dolor, la rabia y la ausencia de soluciones. Justamente en la defensa de la memoria, en la visibilización de las contradicciones y en las metáforas punzantes, nuestros artistas locales han hecho del dolor una semilla, y de esa semilla un firme tronco que crece y fructifica.
El panorama nos recuerda la mítica frase sacada de la novela-crónica No nacimos pa’ semilla, de Alonso Salazar: “Es que no importa morirse, al fin uno no nació pa’ semilla. Pero morirse de una, para no tener que sentir tanta miseria y tanta soledad”. Nadie nació pa’ semilla, pa’ tener que ser enterrado joven y antes de tiempo. Pero ya que se es semilla, germinar y hacer crecer los unos a los otros para el futuro.
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Para terminar, recuerdo que hace unos días en un conversatorio entre artistas que reflexionaban sobre estos alocados tiempos y la tragedia/orgullo de ser latinoamericanos, se ahondaba en la idea del “no futuro”. No se trata únicamente de la desesperanzadora imagen vacía, de un futuro inexistente porque se arrebata la vida antes de tiempo. Es también un “no futuro” porque el futuro prometido por la sociedad se desvanece con las nuevas exigencias y preferencias de las juventudes. El arte justamente tiene ese otro rol, acudir al muro en blanco del “no futuro” con una ilustración, una imagen, un sonido o una textura.
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