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¿James o El Pibe? ¿Nairo o Lucho? ¡Dejen de joder!

Es hora de despedirse del vicio de comparar deportistas de épocas diferentes.

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Ni Nairo ni Lucho. Ni James ni El Pibe. Ambos. Es insano debatir si James superó los tres mundiales consecutivos de Carlos Valderrama al convertirse en el goleador de una Copa Mundo. El samario, en sus comienzos, quería jugar sin canilleras y con la camiseta por fuera mientras el sueño del zurdo dorado es ser el divo de divos en el Real Madrid.

Por Héctor Cañón Hurtado @CanonHurtado // Foto: EFE

¿Quién es mejor entre Nairo Quintana o Lucho Herrera, Maradona o Messi, James Rodríguez o el Pibe Valderrama, Franz Beckenbauer o Johann Cruyff, Marlos Moreno o el Tino Asprilla? Esta pregunta es de esas que se deben responder con otra pregunta. ¿Quién carajos va a saber, a ciencia cierta, que un ídolo deportivo de una época es superior a otro de otra totalmente diferente?. ¡Nadie! Obviamente. Comparar es un vicio humano, que alcanza niveles patológicos cuando se trata de dirimir contiendas entre atletas que abrazaron la gloria en contextos, momentos y lugares tan diferentes como las dinámicas deportivas de sus respectivas épocas.

¡Paremos ya! Si es necesario recurrir al exitoso modelo de cura de adicciones llamado los 12 pasos, no tengamos vergüenza de hacerlo. “Comparadores anónimos” puede ser la salida al vicio de las polémicas bizantinas que solo sirven para llenar las redes de insultos, fortalecer estúpidos conflictos fascistas, engordar los bolsillos del amarillismo y dejar la eterna contienda entre los héroes sin resolver y dispuesta a un nuevo capítulo de verborrea en cualquier momento.

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A un lado de la irracionalidad cruda están los que vociferan que “todo tiempo pasado fue mejor”. Uno los puede ver, mientras Nairo amenaza la hegemonía del británico Froome en las cumbres históricas, contaminando el aire puro con el tufo de la nostalgia. “En los tiempos de Lucho Herrera sí era bravo, esas sí eran hazañas”, dicen sin pudor alguno y uno no sabe si reír o llorar. Al final termina en un raro mix de lágrimas y carcajadas y le pierde la pista al fenómeno de Cómbita, mientras lo invaden las imágenes de Lucho ensangrentado cumbre abajo en su épico 1987. ¡Qué malestar!

Los nostálgicos, que incomprensiblemente no siempre son cuchos melancólicos, también podrían jurar que Pelé era mejor que Maradona y Messi juntos o que Roberto José Guerrero era superior a Juan Pablo Montoya, pero no tuvo el apoyo necesario. El que cae en las garras de su discurso corre el riesgo de terminar comparando a la novia de la primaria con la segunda exesposa o las minitecas de los ochenta con los Love Parade recientes. 

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Comparar, amigos, es comprar y vender. Las nuevas tecnologías y la victoria contemporánea del capitalismo sobre otras visiones socioeconómicas de la realidad hacen que las comparaciones entre deportistas de un mismo contexto sean escasas para cubrir la demanda de un publico adicto a los conflictos de estilo telenovelesco. Todos quieren saber quién es mejor en todo y están dispuestos a despilfarrar su tiempo y su plata en ello.

Ni Nairo ni Lucho. Ni James ni El Pibe. Ambos. Con el debate de quién será el deportista del año 2016 en Colombia, ya tenemos entretenimiento para las redes y material suficiente para armar polémicas. Es absurdo debatir si los logros del Jardinerito, alcanzados con los colores de una escuadra nacional y en los días en los que el saldo negativo que le quedaba a nuestros ciclistas tras las pruebas contra el reloj eran devastadores, son más o menos que los de Nairoman, quien es el mandamás en uno de los dos mejores conjuntos del planeta. 

Es insano debatir si James superó los tres mundiales consecutivos de Carlos Valderrama al convertirse en el goleador de una Copa Mundo. El samario, en sus comienzos, quería jugar sin canilleras y con la camiseta por fuera mientras el sueño del zurdo dorado es ser el divo de divos en el Real Madrid.

Sin duda, son dos formas de ver la vida, el deporte y el trabajo diferentes (por no decir opuestas). Así mismo, las circunstancias de cada época incidieron en el palmarés exhibido tras las batallas e incluso la convulsionada realidad del país tiene relación directa con el tamaño de las hazañas deportivas que tantos amamos los colombianos. 

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En vez de estar comparando lo que no tiene comparación, sintamos el fresquito que da tener en la memoria héroes deportivos en todas las épocas.

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