Por: @chuckygarcia // Fotos: Alejandra Mar
Odio a Botero fue la banda colombiana de rock más irreverente de los últimos diez años. Y digo “fue” porque tras un regreso de poco más de dos años ha decidido ahora sí ponerle punto final a su historia, que a la larga no fue otra cosa que un retrato hablado de nuestras vidas en clave de chiste, como esos que hace la policía de los sospechosos y que más que amenazantes resultan cómicos. Todo esto sustentado por un trabajo de creación musical más cuerdo y juicioso de lo que se creería.
Las gracias de Odio a Botero comenzaron en 2002, justo cuando clasificaron para Rock al Parque y debutaron en el festival como una de los actos distritales más prometedores. O por lo menos, menos aburridos (el jurado dijo que era “La mejor propuesta de las eliminatorias. Actitud, ironía, comunicación y mucha personalidad”). Su nombre, tomado del fastidio que les generaba el mundialmente famoso artista antioqueño con sus pinturas obesas por todas partes y hasta en afiches en restaurantes de cadena; de entrada sugería un guiño contra lo establecido y lo que por vox populi era incuestionable.
La combinación de dos voces (una masculina como de vendedor de chatarra, y una femenina, melodiosa y beligerante a partes iguales) también llamó la atención cuando la banda irrumpió; y no menos se podía decir de su combinación de base rítmica punk (en bajo y batería) con un sonido de guitarra muy al estilo del power rock de Rage Against The Machine.
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Lo que más llamaba la atención, sin embargo eran las leras de sus canciones, que bien podían cantarle a la megalomanía o al Chocobreak, cuando en realidad lo que hacían era criticar a quienes aspiraban a tener una banda como Linkin Park. Como que uno no se las podía tomar en serio, pero a la vez la banda estaba yendo por el premio gordo.
En 2004, cuando salió su primer álbum debut, el homónimo “Odio a Botero, Ahora con más punk!!!”, la banda saltó finalmente a la palestra y a las páginas de los medios impresos: con un gato con un ojo morado en la portada y un repertorio más de 20 canciones que duraban menos de 35 minutos (producidas por Dilson Díaz de La Pestilencia); el disco se metió entre los mejores del año, el grupo fue invitado a hacer parte de la edición especial de los primeros diez años de Rock al Parque y al mismo tiempo, fueron expulsados de la ceremonia –por comenzar una guerra de cajas vacías y sobras de pizza en el backstage– se alzaron con dos galardones en los Premios Shock de la Música (a Mejor banda punk y a Mejor portada de disco).
Más que un hecho aislado, esta fue una constante de su carrera, como cuando en 2006 los invitaron al Festival Altavoz y cientos de correos electrónicos llegaron a la Alcaldía de Medellín en señal de protesta. La banda fue sacada de la programación, el caso llegó al programa “Hoy por hoy” de Caracol Radio y con el apoyo de quienes defendían la libertad de expresión –sobretodo de la expresión “Odio a Botero” en la capital paisa–; la banda bogotana regresó en cuestión de horas al cartel del evento y salió victoriosa del lugar.
Payasos con megáfonos para anunciar sus shows, fans disfrazados de empanadas (en homenaje a su videoclip “ El Punk ”), pancartas que decían “ Sayco apesta ” sobre sus tarimas, conciertos dedicados a defender la inocencia de Michael Jackson, un disco que terminó entre los diez mejores que la revista Semana escogió en 2007 (“Kill the Cuentero”) y una visita de su cantante René Segura a la Casa de Nariño (por invitación de Shock y en tiempos en que Álvaro Uribe era el primer mandatario de los colombianos); más que logros quedan como otras muestras de afecto de una banda que supo tomarle el pulso a su tiempo, a la escena y al país, e incluso a los otros universos que a través de su música y de la figura de Segura construyó, como el Estado de Orland y San Andresito Island, el primero una república independiente con himno propio y el segundo la isla de Reggaeman , un profeta rasta que hizo varias apariciones durante sus directos y que luego desapareció sin que nadie supiera bien cómo.
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El viernes pasado dieron su último en Latino Power y así lo vivimos desde nuestro lente.