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FC Sankt Pauli: El equipo de las prostitutas, piratas y “punkies” de colores

El equipo más punk del fútbol mundial.

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Getty Images.

En las gradas de FC sankt Pauli, equipo de Hamburgo en Alemania, las crestas de colores se alternan con descaradas mini faldas de las prostitutas, sus fieles seguidoras. 

Por Andrés Felipe Ramírez Rodríguez

En las temporadas sin fútbol hay que echar memoria de otros casos cuando se cruzan el fútbol y la política. El último capítulo se vivió en Rusia 2018 y explotó el polémico avispero de los Balcanes. Durante el juego Serbia-Suiza, Xherdan Shaqiri y Granit Xhaka, ambos con raíces albanesas,celebraron los goles haciendo el águila que simboliza su país de origen. Un gesto visto como una provocación en Serbia y que motivó que la FIFA, siempre reacia a que la política se mezcle con el deporte, abriera un expediente y estudie sanciones contra los jugadores y contra el país.

Si revisamos la historia podremos encontrar muchos casos en los que asuntos políticos se mezclan con el deporte. Son bien sabidas este tipo de relaciones en casos como el de la selección italiana y el fascismo de Mussolini y el resonado caso de la araña negra en Rusia; la afinidad del Barcelona de Cataluña con el separatismo, o la de las Chivas de Guadalajara con el nacionalismo mexicano; la cercanía de Bersluconi con el Milán, Macri con Boca Juniors, Bucarán con Barcelona de Ecuador y Piñera con Colo Colo. Pero no solo es cosa de los clubes. Las hinchadas no son ajenas al fenómeno y asumen su militancia porque, como se dice, “los canticos deportivos se politizan en la calle, y los de la calle se futbolizan en las gradas”.

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Este es el caso del fenómeno de la hinchada del Sankt Pauli, destacado por su defensa de diferentes causas sociales y por su comunidad de aficionados, cercanos ideológicamente a la izquierda política y a los movimientos contraculturales .​ Una hinchada surgida en Hamburgo Alemania  que no se podría explicar sin el rock, que calienta todos los partidos con el sonido ensordecedor de las guitarras de Hells Bells de AC/DC, estalladas al inicio de cada encuentro; o sin el público enloquecido al escuchar Song 2 de Blur, indicativo de que el equipo ha marcado gol.

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La tribuna del Sankt Pauli es un colorido mural de personajes que animan en coro, en donde las crestas se alternan con las diminutas mini faldas de las prostitutas, fieles seguidoras del equipo, y de quienes se rumora financian el club.

Todo un performance en medio del distrito de Sankt Pauli, conocido en toda Alemania como la calle del pecado y la lujuria, en medio del segundo puerto comercial más grande de Europa, que sirve de sustento para una gran mayoría de la humilde barriada (incluyendo desterrados), de expatriados como el antiguo nombre del estadio, Wilhelm Koch, deportado por el club cuando se descubrió que su homónimo, director del club, había pertenecido al Partido Nazi. 

Los piratas del Elba, como también son conocidos, se caracterizan por ser un club de firmes convicciones, por encima de los valores materiales, señas de identidad adquiridas en la década de los 80, en medio de una amalgama de culturas, influenciadas por una ideología obrera y enaltecida por la bandera pirata izada en los banderines del córner, símbolo de la casa de los desheredados; muestra irrefutable de una rebeldía que genera más de un millón de euros en merchandising gracias a sus 20 millones de seguidores en todo el mundo, sin título alguno a cuestas. 

Una lucha contra el capitalismo que cierra las puertas del dinero y de la fama, rechaza el éxito conseguido a cualquier precio y defiende un fútbol modesto, pero lleno de sentimientos. Muestra de ello, el gran episodio en el 2012, cuando su delantero Marius Ebbers, en un gesto de fair play, reconoció al árbitro de un partido contra el Paderborn haber marcado un gol con la mano; una escena que dio la vuelta al mundo

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Todo pasa en un club que recrea las calles de un enigmático suburbio: un sitio forjado entre muelles a las orillas del Elba, sinónimo de diversidad cultural y de tolerancia. Un escenario de burdeles y dudosa moral donde las mujeres rara vez se adentran bajo amenaza de agresión por parte de prostitutas, que como leonas defienden su territorio a ultranza a través de patadas en el culo y escupitazos dirigidos al rostro enemigo.

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Al club lo acoge un barrio inquieto políticamente, cuya presión hizo que el club retirase los anuncios de una revista masculina del estadio, al considerar que denigraba a las mujeres y en el cual unos tiernos novicios manifestaron haberse hecho adultos tras su visita; seguramente, todo está relacionado con que Sankt Pauli es el ‘barrio rojo’ de Hamburgo, y cuyo club de fútbol es patrocinado por Orion, una empresa de artículos eróticos en Internet , que tras un ascenso a la primera división elaboró 20.000 condones con el escudo del club.

Todo en el Sankt Pauli sucede bajo un escenario poco común para un equipo de fútbol. Un enclave de paradojas y contradicciones se reflejan en sus vestuarios con un diseño lleno de grafitis y aforismos, en una atmósfera lúgubre que intenta emular un infierno con sus luces rojas, como el barrio que habita, y en cuyas paredes se puede leer bienvenidos al infierno: un espacio donde, además de futbol, se fabrica miel como medida de protección del medio ambiente. Un espacio siniestro que busca condicionar a los rivales momentos antes de saltar al terreno y que ha sido cómplice de muestras únicas de fair play en el mundo.

Sank Pauli es un equipo de crestas y prostitutas ajeno a la gloria, pero que, gracias a sus excentricidades, activismo político en las tribunas y muestras de solidaridad, goza de la simpatía de todo el país. Sus actos solidarios los enaltecen y ya son muy difundidas campañas como Viva con Agua de Sankt Pauli, creada para reunir dinero para dispensadores de agua en escuelas de Cuba, o la iniciativa con la que dio cobijo en su estadio a 200 manifestantes contra la cumbre del G20. A pesar de la precaria situación económica del equipo, que les ha impedido cosechar mayores éxitos, y sólo en cinco ocasiones han disfrutado de la compañía de la élite de la primera división, son un club comprometido con la acción política y sensible a las causas sociales.

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Es un club que le gusta incluso a la gente que no le gusta el fútbol",  un compendio de historias rimbombantes, adornadas con algunos mitos del club. Como el caso de Fabian Boll, del que los aficionados decían que llevaba una doble vida: el fin de semana, pirata, y por la semana policía. Todavía hoy se ven en el campo pancartas con el mensaje: 'All coppers are bastards Außer Boll" ('Todos los policías son unos bastardos excepto Boll').

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O el mítico Volker Ippig, portero del St.Pauli en los 80. Vivía en una okupa del barrio y durante las diez temporadas que militó en el equipo hizo varias paradas incluyendo una para irse a Nicaragua a trabajar con una brigada sandinista.

O el más sonoro y reciente caso de Deniz Naki, un alemán de origen kurdo con un prontuario rebelde para resaltar. Empezando por su juicio en 2016 por terrorismo tras criticar en redes sociales al gobierno turco por acciones contra el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), y quien a principios de 2018 fue sancionado de por vida por la federación turca de fútbol y en (TFF) por emitir un vídeo apoyando una protesta contra las acciones del gobierno turco en el norte de África, además de su famosa huelga de hambre por la intervención de Turquía en Síria Naki. Y su salto a la palestra en 2009 cuando en un encuentro contra uno de los grandes rivales del St.Pauli, el Hansa Rostockcelebró el gol de la victoria yéndose al córner de los desfavorecidos haciéndole a los hinchas rivales (en su propio campo) el gesto de cortar el cuello. Los ultras del Rostock, de ideología neonazi, llegaron a corear cánticos en décadas anteriores como: "Construiremos un tren desde St. Pauli a Auschwitz".

En el club pirata la división entre la política y el deporte no existe. Entre la vida y la muerte, y la convicción y la contradicción no hay líneas visibles. Pero como en cualquier club el lema oficial del club sigue vigente para la mayoría: "El St. Pauli es la única opción".

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