Hace varios hubo un gran revuelo por el escándalo de Facebook y Cambridge Analítica. Pareciera que por fin Estados Unidos aprendió de Colombia: poner nombres falsos a las empresas para cautivar a los incautos. De Cambridge no tiene nada, solo el nombre, pero ¿Qué tal Analítica? El problema es sencillo, se ha descubierto que se aplican estudios de marketing sin nuestro consentimiento, con grandes cantidades de data, para influenciar los resultados electorales de una nación.
Por: Juan Camilo Ospina Deaza y Valeria Sanchez Prieto
Llama la atención lo sorprendidos que estamos. Siempre hemos sabido que organizaciones como Google, Facebook, Instagram, entre otras, son “empresas del mal”. Ellas tienen negocios que no conocemos y utilizan nuestros datos sin nuestro permiso. Sin embargo, fue cuando tuvimos pruebas de ello que nuestra tranquilidad se rompió, no pudimos evitar confrontarnos con lo que ya sabíamos. A pesar de lo poderosas que son estas empresas, aparece incesantemente en los medios un consuelo: “si sabes manejar la tecnología, estas capacitado para defenderte contra los riesgos del internet”, no obstante ¿es esto cierto?
Tomemos como punto de referencia el comercial de “Microsoft AI Commercial ft. Common”. Éste afirma que nuestra generación tiene más poder en la punta de los dedos que todas las generaciones pasadas. Asimismo, otros medios nos dicen constantemente que somos una generación empoderada, que podemos acceder con un clic a toda la información del mundo. Nos reímos de quienes leen noticias falsas pensando que solo aquellos que no saben manejar el Internet se dejan mover por ese tipo de noticias.
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Afirmamos vehementemente que es necesario triangular las noticias y buscar fuentes confiables de información, como si la voluntad individual pudiera superponerse a ese gran entramado de datos. A pesar de esto, la capacidad para crear imágenes y comunicarnos se ha expandido, en consecuencia, es muy fácil para muchas personas preparar simulaciones o copias editadas de imágenes para que parezcan reales. Como si fuera poco, los medios de comunicación tradicionales que antes recibían nuestra confianza han demostrado dar “fake news”, no solo por publicarlas voluntariamente, sino también por su incapacidad por distinguir las noticias verdaderas de las falsas.
Actualmente, los programas y gadgets para falsificar la voz y editar videos para que aparezcan reconocidos personajes dando algún tipo de información, se han difundido. Con ellos es posible fácilmente poner palabras en la boca de otros o, representar situaciones que no han ocurrido. Por ejemplo, en el 2016 Adobe lanzo la herramienta de edición VoCo, ésta con solo 20 minutos de escuchar la voz de un individuo es capaz de imitar y guardar su registro de voz. También, investigadores de la Universidad de Erlangen-Nuremberg de Alemania, presentaron “Face2Face” un programa que, como se puede ver en este video, al capturar las expresiones faciales de un actor mediante una cámara, puede manipular y rehacer un video de YouTube en tiempo real.
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Estas tecnologías por muy sorprendentes que parezcan llevan siendo utilizadas por el cine desde hace 30 años. Su uso más conocido fue la aparición del personaje Tarkin en Star Wars, cuando el actor que lo personificaba ya había muerto.
No solo estamos a merced de información falsa, sino que, paradójicamente, quienes protegen nuestros datos son las mismas empresas que los usan . Pensemos por un momento en las políticas de protección de datos de las redes que utilizamos, ¡son ellos mismos quienes establecen los “términos y condiciones” de uso! La relación entre el usuario y la empresa es tan desigual que si no se aceptan las condiciones no se puede hacer uso del producto. Aun cuando nos negamos a ceder nuestra información, empresas como Facebook y Google tienen la capacidad de triangular nuestro registro de datos para obtener información que uno no les ha suministrado.
El consuelo de “saber utilizar la tecnología” no es suficiente para defendernos en el internet. Es imposible ir a la fuente de toda la información que nos llega día a día para comprobarla. Tampoco es viable triangular la información, ya que los medios que antaño conservaban nuestra confianza pueden ser víctimas de las mismas “fake news” que recibimos. Así, parece que las grandes “organizaciones del mal” encontraron la criptonita del milenial. Claramente estamos indignados con que Facebook filtre nuestra información privada, pero, ¿quién puede resistirse a hacer un test que se llame “20 preguntas para descubrir qué tipo de perrito eres?".
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