Estuvimos en Las Vegas para ser testigos de la pelea del año de las artes marciales mixtas, el regreso de Anderson 'La Araña' Silva. Esta es nuestra crónica.
Por: Luis Fernando Mayolo @mayolito
En Las Vegas todos los casinos compiten por tener el mejor show, ese es el espíritu de la ciudad, por lo menos el que le venden al visitante. La oferta va desde ‘Kumanity’, el show sensual del Circo del Sol, pasando por los homenajes a Michael Jackson y Los Beatles, hasta el montaje de Britney Spears. Todo en un mismo fin de semana.
Nosotros estábamos ahí por un espectáculo completamente diferente, tal vez el único capaz de robarle un poco de atención al Super Bowl, que se realizaba en Arizona al día siguiente. El regreso esperado de Anderson ‘Spider’ Silva a una pelea de artes marciales mixtas de la UFC era todo un acontecimiento, luego de partirse la tibia y el peroné en 2013 en su pelea con Cris Weidman, el único rival que lo derrotó en siete años.
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Algo de morbo contaminaba el ambiente, ¿‘La Araña’ tendría los huevos para pararse nuevamente en el octágono? ¿Físicamente estaría preparado para vencer a Nick Díaz, un peleador que se había enfrentado a los mejores perdiendo solamente por decisión? Lo único claro es que existía una fanaticada enloquecida necesitada de héroes y el brasileño Silva era uno de ellos.
Héroes que ayudaron a construir un deporte que en sus principios era catalogado con una pelea de gallos humana, que exaltaba la violencia como si se tratara de una lucha en el Coliseo Romano y se publicitaba como un combate en la que valía todo, incluso hasta la muerte (ver documental).
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Así lo reportaba también la prensa colombiana en su momento, incluso hasta Pirry viajó a Canadá para ser testigo del enfrentamiento entre el legendario Georges St-Pierre y Matt Serra en 2007, presentándolo como una práctica violenta desconocida en nuestro país, algo así como el apocalipsis del deporte.
Hoy las cosas han cambiado bastante y aunque fue sobre estos cimientos en los que se popularizaron las artes marciales mixtas, la indignación que produjo en cierto sector de la sociedad americana llevó a esta práctica más al terreno de lo deportivo, con reglas claras para la protección de los involucrados, y la búsqueda del perfeccionamiento de la técnica por encima de la agresividad desbordada.
De eso fuimos testigos ese fin de semana en el combate pactado en la arena del MGM, un hotel gigantesco ubicado en la tradicional Las Vegas Boulevard, con más espacio para sus restaurantes, bares, discotecas y casino, que sus propias habitaciones. Un monstruo edificado para el entretenimiento desbordado, al mejor estilo de ‘The Hangover’, condición ideal para un evento de estas magnitudes.
¿Se romperían le jeta? Seguro que sí, porque aunque los golpes en los testículos y otras artimañas callejeras son parte del pasado, el atractivo de las artes marciales mixtas siguen siendo las patadas, los puños y el sometimiento, el ver la superioridad de un peleador por encima de otro en el conocimiento del mayor número de disciplinas y su combinación dentro de un estilo personal. Por eso el estar ahí era todo un privilegio.
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