Las prostitutas podrían estar a puertas de quedarse sin empleo y los menos agraciados podrían dejar de sufrir cada fin de semana tratando de levantarse viejas que jamás les van a dar ni la hora.
Por Trilce Ortiz // @trilceo
Recuerdo cuando fui a ver Her, la última en un largo historial de películas que mostraban la relación particular entre humanos y alguna forma de inteligencia artificial. El personaje principal, Theodore Twombly (interpretado por Joaquin Phoenix), era un tipo solitario, introvertido y deprimido, que después de su divorcio termina enamorándose de Samantha, un sistema operativo con inteligencia artificial y capacidad de desarrollo. El cuento no estaba tan lejos de la realidad que vivimos todos envueltos cada vez más en relaciones de virtualidad y menos en espacios reales con otros seres humanos. Igual me pareció súper ridícula la idea de llegar a enamorarme de “Siri”, lo más cercano que he estado a un sistema operativo.
La cosa ya no es un asunto de ficción, sino una realidad palpable que ha sobrepasado altamente la imaginación del guionista de la película. A principios del 2017 y dándole el mismo nombre de la novia virtual del deprimido Twombly (que viva la creatividad juemichica vida), el español Sergei Santos comenzó el desarrollo de Samantha, una sexbot a la que “le encanta que la acaricien y la toquen”, según palabras de su daddy.
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Samantha, que es una versión interactiva de las muñecas sexuales realistas, responde al contacto físico, tiene conversaciones básicas, una base de datos de 2 mil y tantos chistes y tres modos: romántico, familiar y sexy. El paquete perfecto para los que gozan de las mujeres sin un ápice de personalidad y con bastante teta (de silicona hipoalergénica).
Sin embargo, el que parece haber metido el golazo en el mundo de la innovación de juguetes sexuales es Matt MacMullen, dueño de Realbotix, otra empresa, establecida en California, que dedicada a suplirle los deseos sexuales y de compañía a miles de almas solitarias alrededor del mundo. Harmony tiene el cuerpo estático de una muñeca sexual realista, con sensores que responden al contacto y la estimulación y una cabeza con funciones de expresiones faciales, movimientos de cuello, labios y hasta parpadeo.
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Harmony (que con un par de clics se puede llamar como mejor le plazca al dueño) viene con una aplicación que permite cambiar su personalidad, voz y deseos para cumplir la fantasía de tener “varias mujeres en una”.
Cualquiera que tenga US$10.000 guardados por ahí sin hacer nada, ya puede preordenar su sexbot, con las especificaciones de color de piel, ojos y pelo. Para quienes aún no tienen el marranito lleno, RealBotix ofrece a sus usuarios la app interactiva donde pueden crear avatares que hablan, discuten, se excitan y, sobre todo, ofrecen la tan anhelada compañía que tanta falta parece hacerle a la gran mayoría de las personas.
Aunque ahora el asunto pueda parecer descabellado, de acuerdo con las predicciones del futurólogo Dr. Ian Pearson, para el 2050 el sexo con robots será mucho más común que entre humanos. O sea, nos jodimos.
Antes de entrar a despedazar a las empresas creadores de los sexbots, o a su particular clientela hay que decir que tener una relación, bien sea esporádica o “seria” tiene su listado de “jugosos” beneficios:
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-A menos de que llame a su listado de amigotes degenerados a tener una sesión de “vaca muerta” sin condón con su compañera robótica, tenerla como compañera sexual exclusiva reduce las posibilidades de adquirir VIH o alguna infección de transmisión sexual a cero.
-Si se trata de economizar (a largo plazo, a todos nos quedó claro que las SexBots no son precisamente baratas) un paquete de 3 condones de marca medianamente decente cuesta alrededor de $11.000, lo que equivale a casi medio millón anual, eso sí solo tiene 3 faenas semanales. Su novia robot no requiere el uso de condón, que además “se siente súper incómodo” según más de uno.
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-A los que no se soportan a los bebés más allá de un comercial de Johnson & Johnson y la idea de ser papás les produce úlcera, les encantará la idea de tener una novia “permanentemente estéril”.
Los promotores de los SexBots también destacan que vuelve las “relaciones” un poco más equitativas donde cualquier persona independientemente de su raza, aspecto físico, limitaciones o capacidad de cotizar puede potencialmente tener pareja. Eso sí, si el problema para conquistar ha sido la vil pobreza, ni Samantha ni Harmony se lo van a hacer más fácil.
En la otra cara de la moneda, la sexóloga Mary Jo Rapini, experta en el tema de relaciones entre humanos y seres inanimados con la que hablé, ve las relaciones entre robots y humanos como algo preocupante. Finalmente es una “intimidad falsa que puede llevar a desórdenes psicótico y aislamiento”, explica. Ella es la primera en decirle a sus clientes humanos que si quieren mejorar sus relaciones interpersonales deben dejar de lado Facebook y dedicarse más al contacto piel con piel.
Para esta experta, los sexbots sólo contribuyen a reafirmar la imagen bastante errónea de la mujer como un simple objeto sexual. Las robots tienen una estética femenina exagerada que se acerca bastante a las de las actrices porno tradicionales.
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Además, el hecho de que las robots siempre estén “deseosas y dispuestas” también pone a tambalear el delicado tema del consentimiento sexual. Si Harmony les enseña a los tipos a sólo oír “sí”, los “no” van a dejar de registrar en sus cerebros.
Sin duda los vínculos con robots apoyan la idea de las relaciones exprés, donde la comunicación, el consenso y el trabajo que requiere una pareja son historia patria. A la pregunta de quién podría tomarse la idea de enamorarse de un robot en serio, MacMullen tiene varios prototipos de Harmony haciendo a sus parejas felices y explica que, aunque ella fue creada puramente como compañera sexual, ya han tenido historias de clientes que se han casado con sus robots (¿Esa vaina si es legal?). “Nos han dicho que hemos salvado sus vidas porque son personas que sentían que no tenían razón para vivir después de la muerte de su compañera o el final de una relación amorosa”.
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Que levanten la mano a los que les parezca una aberración, solo para decirles que muy pronto serán la menos deschavetada minoría. En diciembre del 2017 la compañía de publicidad francesa Havas entrevistó un total de 12,000 personas, y un cuarto de la gente entre 18 y 34 años dijo que estaría abierto a la posibilidad de formar una relación sentimental con un robot en vez de con un ser humano. Los dichosos milennialls no saben qué más ensayar en esta vida. Del grupo entrevistado, los hombres expresaron tres veces más interés que las mujeres.
En otros datos estadísticos, esta vez de la empresa YouGov, uno de cada cuatro estadounidenses consideraba tener sexo con un robot, siempre y cuando este parezca humano. Es decir, quieren echarse a una vieja sin la responsabilidad emocional y de tiempo que requiere una relación de verdad.
Pareciera inevitable que en la medida en que los espacios de interacción humana van disminuyendo, las casas de los solitarios y antisociales se vayan llenando de compañías robóticas. “El sexo con robots no tendrá el efecto emocional que le da a una persona una relación de verdad”, dijo Rapini.
Parece que Realbotix también pensó en las mujeres y su prototipo de muñecos sexuales realistas se encuentran en pruebas finales . Su principal atractivo es el pene biónico que los hace “amantes insaciables”. El amante de silicona saldrá al mercado para satisfacer a los que tengan la pendejadita de $12.000 euros.
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Así las cosas, mientras en Barcelona la compañía de muñecas sexuales realistas Lumidolls ofrece sus servicios por 80 euros la hora en una casa de citas y los burdeles parisinos han entrado a competir con mujeres simétricamente perfectas de silicona hipoalergénica. Las relaciones entre humanos y robots, que parecían mera ficción hace algunas décadas, están a punto de empezar a llegar por FedEx a miles de solitarios deseosos del mundo. Y usted, ¿se anima?
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