Pasaré muy amablemente por cada uno de sus puestos trayéndoles partidos históricos con, más que remontadas, injusticias que pese a todo nos emocionaron.
Por Álvaro Castellanos | @alvaro_caste
Muchos creemos que el fútbol, más que un deporte, es una metáfora brutal para entender el mundo en el que vivimos a partir de la victoria, la derrota, las hazañas, el amor propio, la desigualdad y, cómo no, la injusticia. A propósito, todo eso se juntó en el milagro del Barcelona sobre el PSG en la Champions League. Tres goles en seis minutos. De la ilusión al bochorno, y del bochorno a la gloria. Tocaba estar muerto por dentro (o ser barrabrava energúmeno del Real Madrid) para no emocionarse, aun cuando las trampitas arbitrales fueron evidentes e imposibles de eludir. ¿Un triunfo injusto? Sí. ¿Una clasificación heroica? También. ¿Una «tolimeada» muy brava la del PSG? Indudablemente. Y ahí, estuvo la vida misma en un partido. Martín Caparrós lo describió como un «guion imposible, escrito por un guionista torpe que no se priva de usar recursos increíbles, pero que suceden de verdad». Un genio el viejo.
Pasaré entonces muy amablemente por cada uno de sus puestos trayéndoles éste y otros partidos históricos con características parecidas. Más que remontadas, injusticias que pese a todo nos emocionaron.
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Barcelona elimina al Chelsea tras un rosario de penales no pitados
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Con camiseta amarilla, entre cítrica y biche, el Barcelona eliminó al Chelsea en semifinales de la Champions de 2009 gracias a un gol escalofriante de Andrés Iniesta, el futbolista más ninguneado de la historia reciente por culpa del reinado Messi-Cristiano. Luego del 0-0 de los primeros 90 minutos, un golazo del ghanés Essien en Londres dejaba a los blues cerquita de la final, pero en la prórroga llegó el gol del grandioso Iniesta, cuyo aspecto oficinista tantas veces nos disimuló lo crack que es.
Más allá del mérito de Iniesta y su zapatazo que llevaría al Barça a obtener una nueva corona europea, el «culpable» de la clasificación fue Tom Henning Ovrebo, un árbitro calvete que en una entrevista en 2015 confesó que todavía lo amenazan. El noruego, que dejó de pitar poco después de esa noche en Stamford Bridge, se hizo el de las gafas como con cuatro penales cometidos por Abidal, Piqué, Eto’o y Yaya Touré.
Once Caldas, campeón de la Libertadores
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Tres recuerdos me quedaron de la final de la Copa Libertadores de 2004, que coronó al Once Caldas por encima del omnipotente Boca Juniors. El primero, durante la celebración del título, cuando Jeffrey Díaz y Herly Alcázar despedazaron el trofeo de campeón. La Copa, irrompible durante medio siglo, no resistió a la torpeza de este par de limitados delanteros. El segundo, la cagada (literal) de John Viáfara durante el juego de ida en la Bombonera. Por nervios, ansiedad o lo que fuera, el volante se hizo popó en la pantaloneta, que por suerte era negra para que el exabrupto pasara desapercibido al menos en la trasmisión de TV, porque en la cancha todos lo sintieron.
Y el tercero tuvo que ver con la forma en que un equipo invencible, que había ganado tres Copas Libertadores en los últimos cuatro años y vencido al Real Madrid y al AC Milan, no pudo con otro inferior en fútbol, pero rebosante en carácter. La «injusticia», si es que la hubo, fue ver perder al equipo que hizo todo para ganar y que coleccionó remates en el palo en el juego de ida. Así que Mientras Closs, Niembro y todos esos periodistas argentinos insoportables ya celebraban frente al McDonald’s del Obelisco en Buenos Aires, Once Caldas les ganó la Copa. Enormes. La clase media al poder.
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Corea del Sur saca a Italia y España del Mundial
Solidarizarse con el más débil, esa actitud tan humana, puso a celebrar a muchos en el Mundial de 2002, cuando la sorprendente Corea del Sur, que no jugaba a nada, eliminó a Italia y España en octavos y cuartos de final. En la primera sorpresa, fue victoria 2-1 con la extinta figura del «gol de oro» incluida. Y en la segunda, 0-0 y triunfo en la definición desde el punto penal. Al final, los anfitriones terminarían cuartos en una actuación inesperada, histórica y hasta interesante.
Pero, visto en detalle, lo de Corea del Sur en su Mundial fue un atraco asqueroso. Los italianos le anotaron un gol vulgarmente anulado y los españoles, tres. ¡Todos lícitos! Años después se comprobaría que los árbitros de ambos partidos, el ecuatoriano Byron Moreno y el egipcio Al-Ghandour, estaban sobornados por el corruptazo Jack Warner, quien fue muchos años el número dos de Joseph Blatter en la FIFA y que hoy está merecidamente encerradito en la cárcel. Al final, queda para la historia la tremenda injusticia cometida contra Italia y España. Que los débiles sorprendan a los poderosos, sí, pero no así.
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Grecia gana la Euro casi sin patear al arco
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UEFA EURO 2004 final: Greece 1-0 Portugal highlights El fútbol se explicó una vez como «la dinámica de lo impensado». Esta frase, que se convirtió en el título del libro del argentino Dante Panzeri, es una de las más perrateadas en la historia del fútbol, pero de paso explica en palabras lo impredecible que es. En esa medida, las «injusticias» del juego son protagónicas porque contribuyen en lo inesperado que puede. Ahora bien, que un equipo que casi no patee al arco gane una Euro es «injusto», pero también emotivo, especialmente cuando se gana sin ayudas arbitrales y se compensa talento con huevos.
En 2004, poco después de la Libertadores de Once Caldas, la rústica selección de Grecia ganó la Eurocopa con unos números de terror. Tan de terror, que el gol que les dio la victoria en la final ante Portugal provino del único tiro de esquina que patearon en todo el torneo. Angelos Charisteas, de cabeza, sentenció uno de los triunfos más opacos en la historia del fútbol. Eso sí, los griegos defendían muy bien y tuvieron tremenda efectividad camino al título. Una gran «injusticia» para la estética y una gran emoción ganar tanto con tan poco.
La décima Champions del Real Madrid
«En el fútbol, si se cree y se trabaja, se puede». La sentencia es de Diego Simeone, gestor del gran Atlético Madrid que logró arrebatarle una liga española al Real Madrid y al Barcelona, en 2014, y llegar a dos finales de Champions League, (2014 y 2016) con un equipo que basa su grandeza en saberse inferior que los más grandes. «Nosotros sabemos que somos peores que ellos», dice El Cholo. «Y es nuestra virtud. Cuando nos creamos más, nos hacen cuatro goles. Los míos juegan a morir. Futbolísticamente, no le tienen miedo a morir».
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Por eso, por salir a jugar cada partido como si fuera el último, por jugar con un cuchillo entre los dientes, el Atlético Madrid ha construido una grandeza mundial que irá directo a los libros de historia futbolera. Esta razón, probablemente, convierta en «injusticia» las dos Champions perdidas ante el archi-poderoso Real Madrid. La de 2014 tal vez fue peor. El Atleti volvió a una final de Europa 40 años después y estaba a segundos de levantar la «orejona» gracias a un gol de Godín arrancando el partido. Pero en la prórroga el milagroso Sergio Ramos forzó el alargue y Real Madrid terminó inclinando la balanza hacia una mentirosa goleada 4-1 que dejó a Simeone al borde de la gloria, si bien tipos como él no necesitan trofeos para haberla conquistado.
Barcelona remonta, con trampita arbitral, una diferencia imposible
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El papelón estaba consumado, o eso parecía, porque el Barcelona perdió 4-0 la ida en París por los octavos de final de la Champions en 2017 y, en la vuelta en el Camp Nou, debían hacer tres goles en tres minutos (más el descuento). Y nada les salía bien. El PSG los perdonó muchas veces, pero el equipo estaba roto. Con lo que pudieron iban ganando 3-1. Pero ahí Neymar la colgó del ángulo de tiro libre, luego anotó de penal, y en el minuto 94 empaló el balón dentro del área para que Sergi Roberto metiera el 6-5 global en una remontada imposible de olvidar. Antes del gol del milagro, ya fuera de la cancha, un par de imbéciles fueron captados por la televisión cuando ya se iban. «Remontada» la que se merecen ellos.
Estos dos aficionados se fueron del Camp Nou antes de tiempo... y lo pagaron ▶ https://t.co/r5YvALK3ws #ChampionsTotal pic.twitter.com/RHrVvIr4i2
— Antena 3 Deportes (@Antena3Deportes) March 9, 2017
Sin embargo, cómo no decirlo, el árbitro le ayudó muchísimo al Barcelona y no importa cuándo lean esto, pero especialmente incidió esa noche, al privar al PSG de un penal que el mismo Mascherano reconoció y, luego, al inventarse otro en el que Luis Suárez se botó en el área. El señalado, un alemán de origen turco llamado Denis Aytekin. No creo que haya estado «comprado». Lo veo más como esa inercia extraña de ayudarle al más poderoso. Como en la vida. Pero más allá de eso, la emoción que despertó en el mundo la remontada del Barcelona explica, en palabras de Martín Caparrós, por qué el fútbol fue elegido, sobre todos los demás, como el «recreo de miles de millones». Por todo lo que da, por todo lo que quita y por todo lo que emociona.
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The reaction of the dormitories students in the College of Medicine, University of Baghdad #Wedidit pic.twitter.com/Cf9LbheKdg
— Zaid Ali (@zaidmu6ar) March 9, 2017
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