¿15 de septiembre? ¡Happy Birthday, Mr. Burns!
En el mundo laboral los trabajadores, que en años pasados se quejaban de sus profesores y las interminables entregas para pasar el corte o sacarla del estadio al final del semestre en la universidad, siempre van a encontrar en las oficinas dos tipos de jefes. El primero – y que pocas veces sobrevive en las grandes multinacionales y/o medios de comunicación – se caracteriza por trabajar en equipo con sus empleados, escucharlos, preocuparse por ellos y ser un amigo más que una figura que impone reglas.
Por otra parte – y estos son los jefes que suelen encontrarse en la mayoría de empresas – están aquellos ogros a los que hay que obedecer sin refutar ni media palabra (como si tratara de nuestra mamá) con cara de: “no me hable, no pregunte, no respire, no piense, ¡TRABAJE!” que nos llevan a sentir temor durante toda la semana. Un Señor Burns en potencia que rara vez valora el trabajo de sus empleados y que poco interés le presta al crecimiento profesional de éstos dentro de su compañía.
Es este tipo de jefes al que nadie quiere invitar a los asados, hacerle un cumplido por la corbata del día, ni mucho menos celebrarle el cumpleaños… pero toca. Y así como usted le festeja su nuevo año de vida al “jefecito adorado” de su oficina, hoy Homero y los demás empleados de la planta nuclear de Springfield deben sacar del closet su sonrisa más falsa para decirle ¡FELIZ CUMPLEAÑOS! al Señor Burns.
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Razón de peso para recapitular esos cinco momentos en los que el abominable “Monty” nos ha hecho recordar a esos “queridos” jefes que han pasado por nuestra vida.
#1. Cuando el jefe es tan irritante que dan ganas de pegarle un puño
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