"Clonazepam y circo"
Son la segunda causa de adicción en Estados Unidos y la tercera sustancia de abuso en los jóvenes colombianos. Y el panorama tiende a empeorar. Los psicofármacos son, según aseguran los expertos, la puerta de entrada actual al mundo de las drogas.
A Regan la poseía el demonio, mientras sus astutos médicos le recetaban Ritalín. Trataban de curar así lo incurable, lo terrible y anormal. El diagnóstico: “déficit de atención con hiperactividad”, un trastorno mental. La receta: el polémico estimulante del sistema nervioso central. Regan McNeil fue famosa en 1973, cuando El Exorcista mató el mal con agua bendita, sin que el medicamento pudiera menguar siquiera el poder del diablo. Así que, para dejarlo claro de entrada, este tema no es nuevo.
27 años después, en el 2000, Aronofsky usó su magnífico lenguaje audiovisual para llevar a Sara Goldfarb del sobrepeso a la locura. “Juice by Sara! Juice by Sara!”, rezaba el réquiem. El sueño: salir en televisión. La receta: nuevamente “píldoras milagrosas”, estimulantes para adelgazar. “Morada en la mañana, azul al mediodía, naranja en la tarde y verde en la noche. Así de fácil: ¡1, 2, 3, 4!”. Ellen Burstyn -que curiosamente para nuestro tema interpreta a la madre de Regan en El Exorcista-, enloquece por el abuso de pastillas en Requiem for a dream. Del verano al invierno, así no más.
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Al ring traemos ahora al obeso y siempre feliz Homero Simpson. Padecer de insomnio en el capítulo Crook and Ladder de la temporada 18 de su serie y convertirse, en sus propias palabras, en uno de los millones de adictos a los medicamentos de prescripción en el mundo, le valió aplausos posteriores y un premio norteamericano, el Prism, creado para aquellos programas de televisión, películas y cómics que denuncian el abuso de drogas, alcohol y tabaco. La familia anotó por fin, críticas y garrote previos, después de darle psicoestimulantes a Bart y terminar en una fiesta casi orgiástica de Valium (ejemplo simple del larguísimo historial de sustancias del que la serie ha echado mano).
En la ficción Homero, Regan y Sara. En el Parque Lourdes de Bogotá, Cianuro, un bull terrier adiestrado por su amo para agredir, que bebe con gana y costumbre una mezcla que su propio dueño le ha preparado: vino barato y Clonazepam molido. Cianuro es el payaso del circo, que hace apenas la monería de engullirse un poderoso ansiolítico, antipánico, antifóbico y anticonvulsionante (psicofármaco) mezclado con alcohol. El show merece los más nutridos aplausos del clan de agraviadores que acompañan a su amo. El zigzag propio de la borrachera hace parecer que el perro actúa. Los salvajes celebran tomando también la peligrosa pócima. Cianuro cae al piso, jadea, torpe, trabado, se revuelca a punto de colapsar o de sufrir un infarto, como es posible que suceda… tal vez no hoy, quizá mañana. Escena triste de un perro malo y payaso. “Antes lucha, ahora circo. Antes pan, ahora Clonazepam. Pastillas… la última esperanza negra”, canta Calamaro en Clonazepam y circo, una canción que bien podría dedicársele a Cianuro… “en nuestra vida real siempre fuimos decadentes”.
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Pastillas: ¿drogas recreativas?
Investigación y coordinación general: Sofía Sánchez V.
apoyo editorial: Álvaro Corzo (Nueva York), Mauricio Riveros, Jenny Cifuentes, Lucrecia Rotlewicz y Fernando García.
Fotografías: César K-rrillo.
intervención gráfica y concepto: José Berrío.
Producción: Paola álvarez
Ilustraciones: No Para Innita y Gerardo Marulanda.
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